ESPECTáCULOS
El sueño de una noche en el Colón
El ex líder de Soda Stereo cantó en el Teatro Colón, acompañado por la Sinfónica Nacional, presentando “Once episodios sinfónicos”.
Por Esteban Pintos
El gesto resultó evidente y ocurrió sobre el final de la primera actuación de Gustavo Cerati, una de las cinco grandes estrellas del rock argentino, en el Teatro Colón. Concluía una jubilosa adaptación para orquesta sinfónica y batería de “Un millón de años luz”, seguida con palmas del público que llenó la sala, cuando el director Alejandro Terán se miró con el solista. Justo sobre el acorde final de la orquesta, éste dejó de comandar la maquinaria sonora a tracción humana y Cerati (el solista) ensayó un salto final, típico de final de show de rock. Fue como tantas otras veces con la misma canción, pero esta vez en otro ámbito y bajo otras circunstancias sonoras.
Al fin y al cabo, la imagen resulta un buen resumen de este espectáculo que volvió sobre un viejo sueño del hombre-pop –llevar las canciones de consumo masivo y veloz al terreno de la música clásica– y que parece ser el primer aceptable antecedente en su género, en la Argentina. De una u otra manera, todos los músicos prominentes de la escena nacional lo buscaron, experimentaron (¿se atrevieron?) y ejecutaron, pero en ningún caso la traslación logró encajar e incluso expandir las formas mismas de una canción pop de tres o cuatro minutos. Cerati consigue por momentos ese punto de equilibrio que propone un show así. Quedó ratificado en la primera fecha de un ciclo que intenta construir el puente entre la música de masas y la clásica. Luego actuarán Memphis La Blusera y Los Nocheros.
Los 11 episodios sinfónicos que Cerati experimenta desde una actuación en el Teatro Avenida el año pasado, posteriormente editada en formato cd, parten de un buen presupuesto (las buenas canciones merecen la pena intentar el traspaso) y por momento consigue que se oiga natural la reinterpretación. “Persiana americana”, por ejemplo, fue un momento clave del show. En vivo y para banda de rock, aquélla era una canción frenética y sugerente, capaz de encender multitudes en cuanto escenario ocurriese. El lunes, en el inspirador ámbito del Colón, hechizó a la pequeña multitud –hubo gente ubicada en los pasillos– con una cadencia única, capaz de mantener la tensión de una letra plena de imágenes cinematográficas (el fuera de foco, la persiana, tus ropas, el ventilador). Por ese lapso, valió el resto de una actuación que tuvo sus altos y bajos. En algunos casos, el dramatismo mismo del arreglo supera la canción-raíz y todo se transforma en una más de esas bandas de sonido pomposas made in Hollywood.
En todo este cuadro, siempre resalta la performance vocal de Cerati, y así las palabras y la música van brotando lentamente, ejerciendo un poder de seducción propio de una obra lograda. “Persiana...” fue uno de los grandes momentos de la noche, dividida en dos: primero la Orquesta Sinfónica, con la dirección de Pedro Ignacio Calderón, interpretó obras de Wagner, De Rogatis y Korsakov; después, Cerati (el que habían ido a ver todos) presentó su espectáculo. No fueron 11 los episodios, sino 14, extraídos del repertorio de Soda Stereo y de los dos discos solistas de Cerati (Amor amarillo y Bocanada). Hubo entonces, superclásicos Soda del tipo “Signos” y “El rito”, bellas páginas como “Corazón delator” y “Fue”, y una obviable intervención de referencias orientales en “Sweet sahumerio”, que por cierto no es de las grandes canciones de Soda Stereo. Las elegidas del más reciente Bocanada fueron justamente la canción que dio título a ese disco y “Verbo carne”, que ya contaba con arreglos orquestables registrados en los estudios Abbey Road de Londres. A mitad del show, la Sinfónica interpretó “A merced”, la canción final de Amor..., en versión instrumental.
Tratándose de un show con un cantante y una orquesta sinfónica detrás, debe decirse que visualmente es de por sí un espectáculo impactante. Tratándose de una estrella de rock, se potencian las sensaciones. Cerati es el responsable de un hecho que podría sonar anecdótico pero no lo es: por primera vez en la historia se escuchó el canto de la lluvia de Woodstock en el Colón. Aún bajo el halo de formalidad que proponía la noche, el público se permitió exteriorizaciones. Cerati es un músico amado por las masas que siempre buscó nuevas formas de expresión artística. Lo hizo con su proyecto electrónico Ocio, tocando para 50 personas en un sótano de Monserrat. Lo hace ahora poniéndose a prueba por delante de una orquesta de 108 músicos en el mayor escenario de la música clásica de la Argentina. Sus canciones lo avalan.