ESPECTáCULOS › SOUTH PARK, LOS SIMPSON, TIM BURTON, PLAYBOY
La Navidad, pero alternativa
Especiales navideños que dan cuenta, cada uno en su registro, de las dulces Fiestas. Desde animación a porno soft.
Por J. G.
Contra el mito de las “dulces Fiestas”, las opciones de la anti-Navidad proponen: volver a un clásico de Tim Burton recién relanzado en DVD o neutralizar la escena familiar con una dosis alta de South Park y Los Simpson y hasta un combo de porno navideño (en el canal Playboy), donde las conejitas redescubren el pino, las bolas y la guirnalda para otros usos. Para empezar, nada mejor que una joya de la anti-Navidad, la película El extraño mundo de Jack, con guión y producción de Tim Burton, en los antípodas de los mundos felices y proponiendo el calvario de un héroe (el Rey de Halloween) convertido en un Papá Noel atípico. En este DVD de colección se pueden ver más entrevistas a los realizadores, escenas del backstage y secretos de una animación oportuna para compensar el aluvión de “religiosidad”. Como en todas las perlas de la Navidad alternativa, el film de Burton ejerce, de algún modo, una denuncia.
Aquí: contra la exclusividad de una fiesta en la que la calavera (el desclasado) envidia la alegría de los otros, se esfuerza por formar parte, finalmente secuestra al verdadero Santa Claus y asume él mismo ese papel en una Navidad singular. Ahora entra por la chimenea para asustar, horroriza con sus facciones cadavéricas, persigue a los niños con juguetes para el mal y refunda el mito: ¿quién atribuyó, por primera vez, la cualidad de la felicidad a un Papá Noel cercano a la acción parapolicial? Es decir: un tipo que ingresa por la fuerza, no deja rastros, planta el paquete en el domicilio privado y vive en la clandestinidad. La calavera de Burton cuestiona el canon tradicional y anticipa más especiales para el paladar gourmet en un maratón irónico unido por una obsesión común: la caída del “gran benefactor”.
Sucede, también, en los especiales navideños de South Park (viernes y sábado a las 23, por Locomotion), el dibujo cínico –emblema de la incorrección– que reemplaza al “regalón” por un insólito héroe: Charles Manson, el asesino serial que mató a Sharon Tate en los ’70, y aquí vuelve dibujado para escapar de la cárcel y compartir la cena familiar. Ver este especial de South Park en Nochebuena es resignificar toda la simbología de la fecha: estar a deshoras, como formando parte de una pequeña resistencia. ¿Exagerado? A saber: la familia de Kenny, Kyle & Co. pasa la víspera en teleconferencia con la prisión estatal (donde se aloja el maldito tío Howard) hasta que una fuga lleva al pariente, junto a Manson, a compartir el pavo. Mientras, hay una rebelión infantil en la tienda, donde los niños descubrieron al falsificador del gorro y barba blanca. “Nunca te lo perdonaré, mamá”, acusan. Frente a ese Papá Noel mentiroso, Charles Manson es cariñoso con los chicos, se reencuentra con el espíritu de las Fiestas, hace una toma de conciencia y hasta... ¡habla con Dios! El final los encuentra a todos brindando en la cárcel, después de una razzia que acribilló a Kenny (que, en todos los capítulos, revive) para alumbrar al nuevo Santa de esta fiesta: el asesino múltiple.
Si hasta aquí parece colmado el cupo de la anti-Navidad, falta todavía el especial de Fiestas de Los Simpson (viernes a las 20.30 por Fox) que, otra vez, vuelve a la carga para destronar al gordo de la barba blanca, aquí mencionado como “el señor mojón”. Después de una toma de conciencia sobre su egoísmo (en reversión del mito del avaro), Homero compite con Flanders para ser el mayor benefactor del pueblo, en una carrera loca para complacer, dar regalos y hasta hacer obra pública en Springfield. “¿Cómo comprarse una escalera al cielo?”, se preguntan los rivales hasta que Lisa denuncia el exceso de materialismo. El guionista hace creer al pueblo que ha visto una señal luminosa de la Navidad (un fogonazo en el cielo) y los emociona hasta las lágrimas, pero en verdad era la centella de un montañista perdido. Así todo el tiempo: Los Simpson aporta a una desmitificación mayor, como todos los devotos de la anti-Navidad: ¡algo de escepticismo! Aquí no se verán ni millonarios compasivos, ni egoístascastigados, ni escenas de Resurrección, ni evocaciones bíblicas: éste es el momento en que Homero se redescubre como “bueno”, pero avisa para que nadie se confunda: “¡Sólo por hoy!”.
La oferta sigue con el anticipo de un estreno que se verá en enero (Un Santa no tan santo), inusual relato de antihéroes con el actor Billy Bob Thornton a la cabeza que reaccionará (algo tardíamente) contra las Fiestas felices. Aquí, Thornton es un Papá Noel de tienda que carga a los chicos en el regazo, pero también se mea encima, vomita, se emborracha, roba a la hora del cierre y tiene sexo con las gordas en el probador de talles grandes. Este es un embate contra “la gran tienda americana”, la de chicas sonrientes, nenes excitados, precios carísimos y tentaciones para regalar: paraíso de consumo para mirar detrás del vidrio o emblema del marketing navideño. El film de Terry Zwigoff propone alguna transgresión al régimen: narra desde el ojo del excluido, un tipo que habla de sexo con los niños, invade casas ajenas y planea un desfalco a la tienda junto a un enano-duende, pero que también tiene su momento de redención: baleado, preso y traicionado, descubrirá “los buenos sentimientos”.
Pero, sin necesidad de esperar hasta el estreno de Un Santa..., apenas sintonizando Playboy TV (el sábado desde las 3.30 en maratón continuado) sigue la carrera antinavideña, aquí con Playmates de Navidad: conejitas que se “desenvuelven” como regalos, y refundan la noche porno soft. La trasnoche de Playboy las imagina levemente extraviadas junto al arbolito, portadoras en el cuerpo de toda la simbología de esta fecha: piel blanca como la nieve, labios rojos “como guindas”, fondito de cabaña, chimenea y arbolito. Las conejitas se emocionan con el pino, se enredan en guirnaldas y se llevan a Santa al cuartito del fondo, donde empieza la serie de contorsiones que tapa más de lo que muestra. La Nochebuena las encontrará espiadas por el gordo Santa (el verdadero) detrás de una persiana, muy siliconadas, sin sudor y con abundancia de moños. Para el final, el colmo del kitsch: las conejitas aparecen como ángeles desnudos y sin depilar, con fondo de nubes y espuma. ¡Felices Fiestas!