ESPECTáCULOS › TELEVISION LAS PERSONAS COMUNES Y OTRA INVASION EN LA TV
El valor de un testimonio real
Sobrevivientes, ex adictos, exhibicionistas y los inevitables buscadores de fama ingresan otra vez a la TV, pero esta vez para reivindicar y compartir el testimonio de experiencias propias. “La palabra salva”, dicen.
Por Julián Gorodischer
Vuelven a la TV que los expulsó de sus casas y academias de cantantes en el “año de la ficción”. Y recuperan las ambiciones de los inicios del reality show: una tele sin celebridades con acceso libre para los “civiles”. Pero, en el 2005, no llegarán para ejercer el ocio o el complot, como pasaba en tiempos de Gran Hermano, sino para reivindicar el testimonio. Desde enero, las personas comunes ingresarán a la TV a contar historias, revalorizar la palabra y decretar el comienzo de un nuevo ciclo de alternancia entre famosos y anónimos. Este es el turno, otra vez, de los “del montón”, que no levantarán la proclama del camino a la fama indefinido (como pasaba en Popstars & compañía) sino que harán foco en su propia historia. Hablarán de su condición de ex adictos, sobrevivientes, desempleados, representantes de minorías, místicos y exhibicionistas, en múltiples formatos unidos por una convicción: “La palabra salva”.
Así hacen su desembarco en programas como Adikta 3.0 (Canal 13, los miércoles a las 22), Sobrevivientes (América, los miércoles a las 22), Cámara testigo (América, los viernes a las 22) y En un segundo (Canal 13, los viernes a las 22). Las personas comunes ofrecen unas pocas virtudes: improvisación y naturalidad para contar allí donde todo parecía preguionado. Y, además, pocas pretensiones para el cachet, un alto caudal emotivo y, sobre todo, la ilusión de estar lavando una imagen para la TV: compromiso y conciencia social a la hora de la cena, después de la lección de Ser urbano, ahora que la excursión a los barrios pobres o el relato del desclasado también da rating. Para el productor Rubén Vivero, de Endemol, el “boom del testimonio” es, además, una variante terapéutica. “Hablar es curativo”, dice. “Es intentar mostrar la cara, asumirse como lo que uno es para enfrentar a la sociedad diciendo: ‘Yo soy adicto’. Y es saber que esa historia va a ayudar a otros.”
Adictos y exhibicionistas
En Cámara testigo, de Endemol, los civiles se dejan filmar por una cámara voyeur, que va en busca de la escena cotidiana, el momento en que aparece la escena privada en el baño o el albergue transitorio. “¡No son actores!”, dice el locutor. “¡Nada está preparado!”. Jazmín, travesti marplatense, accedió a ser acompañada en su levante de discoteca: se la ve encarando a un tipo, hablando, besándose en el auto, ingresando al albergue y teniendo sexo televisado. Otras veces, el programa se ubica junto a los H.I.J.O.S. en un escrache al represor Etchecolatz, o rodea a unas damas paquetas en un té en el Alvear. No se opina, no se pregunta, sólo se escucha o se deja hacer, en busca de la ilusión de naturalidad, como si se fusionara la cámara espía de Punto Doc con el recorrido más inocuo del canal Ciudad Abierta. El civil, siempre, ejerce una reivindicación (la caridad, el sexo casual, la lucha contra el represor). Pero la travesti lo expresa en acto: “La verdad es que me llamo Damián”, dice. “Si una persona me gusta para transar o curtir, le digo la verdad.” El productor Tristán Noblía acota que “todo lo que ‘existe’ está en TV. Para Jazmín, estar es una forma de legitimarse”.
Mónica Castro (adicta ¡a la belleza!) y Ricardo Bonifacio (al trabajo) eligieron hacerse oír en el formato de Adikta. Allí cuentan sus historias temáticas en el formato más convencional del monólogo retrospectivo. El conductor Juan Miceli les da el pie para que expongan situaciones extremas, condición esencial para que el civil traspase el filtro de la tele: deberán quebrar el tedioso hábito de la media. Entonces, Ricardo revela que si no trabajara intentaría matarse, o que prefiere tocar a la máquina que a la esposa. “Llegué a entrar a trabajar un lunes y me fui a casa el miércoles a la noche. Sin trabajo, pienso en el suicidio. ¿Las máquinas o mi familia? Es un 50 y 50.” Mónica agrega el componente trágico. “Quise dejar de ser lo que era: he tenido hombres que me han cagado a palos, me cortaban a cuchillo, me arruinaron la boca, me golpeaban con un palo. Me hice cirugías para olvidar, y después me volví adicta.”
Sobrevivientes
El “boom del testimonio” deberá dejar una lección sobre el buen vivir. Contener “un valor ejemplificador –como dice Débora Pérez Volpin, conductora de En un segundo–, para que se sepa qué ocurre después de la explosión en el supermercado, la noticia del cáncer de mama, o de ser atleta olímpico y quedar ciego. Y para que se traslade esa experiencia a la gente”. También repentinas serán las tragedias de Sobrevivientes, producido por Fatto in Casa, que dará un inhabitual protagonismo a las víctimas vivas de los atentados a la AMIA, Embajada de Israel, choques de trenes, de autos y hasta del Holocausto. Jorge Klainman (ver aparte) confiere una dimensión moral a su participación en la TV. “Soy un testigo vivo de la
Shoá; debo hablar hasta que ya no pueda caminar más.”
Para Lea Kovensky, sobreviviente de la Embajada de Israel, dar testimonio es “ser la voz de otras voces y transmitir lo que se va aprendiendo: que hay que atender a los alertas previos que te da la vida. Y hay que desarrollar la capacidad de escucharse”. Como si fuera una compulsión a recordar, como si reivindicar el valor de la palabra fuera la única manera de recuperarse, Félix Jaitman repite hace treinta años la misma historia de su choque (junto a su madre Fanny Mandelbaum) a quien quiera escuchar. “Chocamos con toda la familia, mi abuela murió en el acto; todavía sigo pagando el peaje” (saca unas pastillas). Esta vez la TV entendió que había un interés en dejarlo hablar ante las cámaras de Sobrevivientes. Y dio el mismo espacio a Ramón Gutmann para que hiciera lo propio con su recuerdo del atentado a la AMIA (se verá a mediados de enero). El hombre recordó la masacre de 85 personas, las horas atrapado bajo dos piezas de mampostería, el socorrista que lo rescató, los escombros, pero es escéptico sobre los efectos de su mensaje: “Más fuerte que el testimonio individual es el mapa político internacional que no permite que la verdad salga a la luz”, dice. “La única manera de dignificarse es explorar los canales políticos.”