ESPECTáCULOS › EL FESTIVAL DE BERLIN EMPIEZA A
DAR SUS PRIMEROS FRUTOS CINEMATOGRAFICOS
Una muestra con buenas noticias
La Berlinale impulsa con subsidios el nuevo cine argentino. En la competencia oficial se lució el film Thumbsucker.
Por Luciano Monteagudo
El festival recién acaba de empezar y ya hay buenas noticias para los argentinos. La primera edición del World Cinema Fund, un fondo de fomento establecido por la Berlinale y la Fundación Federal Alemana para la Cultura (Kulturstiftung des Bundes), que tiene como objetivo estimular la producción del cine independiente en los países en desarrollo, asignó ayer 60 mil euros para la realización de El otro, un proyecto del director Ariel Rotter. El proyecto Rotter (cuya primera película, Sólo por hoy, participó de la Berlinale 2001) fue uno de los nueve elegidos, junto con guiones del brasileño Karim Ainouz (el director de Madame Satá, estrenada el año pasado en Buenos Aires), del palestino Hany Abu-Assad y del argelino Teguia Tariq, entre otros proyectos de Líbano, Nigeria y Kirguizistán. Más allá de los recursos asignados, que no son pocos y que le van a permitir a Ro-
tter concretar su segundo largo, el mérito del proyecto de Rotter es el de haber sido seleccionado entre más de 150 presentaciones de todo el mundo. Y especialmente de la Argentina... “De la Argentina llegaron 34 proyectos, todo un record”, le confirmó Vincenzo Bugno, coordinador del World Cinema Fund a Página/12. “Y la mayoría eran guiones muy buenos, lo que confirma que el cine argentino sigue siendo una cantera inagotable. Y lo vamos a seguir muy de cerca. Para nosotros pasa a ser una referencia”, confirmó Bugno.
La de Rotter no fue la única buena noticia que tuvo el World Cinema Fund de la Berlinale para los argentinos. La película El abrazo partido, de Daniel Burman, que el año pasado se llevó aquí el Oso de Plata a la mejor película y el premio al mejor actor (para Daniel Hendler), acaba de recibir 15 mil euros para contribuir a su distribución comercial en Alemania. Burman y su productor Diego Dubcovski están actualmente en Berlín, donde presentan el estreno mundial de Un año sin amor, ópera prima de Anahí Berneri, de la que Página/12 se ocupó extensamente en su edición de ayer. La otra película seleccionada para recibir el mismo subsidio también fue latinoamericana: Días de Santiago, del peruano Josué Méndez, que estuvo el año pasado en la competencia del Bafici porteño.
El sol –que asomó con insólita fuerza después de una apertura fría y lluviosa en la Berlinale– no brilla sólo para los argentinos. El concurso oficial tuvo su primera revelación con Thumbsucker, primer largometraje de Mike Mills, un artista gráfico y realizador de cine publicitario y videos musicales para Yoko Ono, Zoot Woman y Divine Comedy, entre otros grupos de la escena actual. Contra todos los prejuicios, su ópera prima prescinde de los tics con que se suele asociar a los cineastas surgidos del videoclip y la publicidad. Por el contrario, Thumbsucker (que tiene su estreno comercial asegurado en Buenos Aires) es una película de una rara sensibilidad, capaz de captar de manera sencilla pero muy fina el punto de vista de un adolescente al que le cuesta ingresar al mundo adulto y que, tal como sugiere su título original, no hace más que chuparse el dedo pulgar, lo que le trae no pocos problemas con su familia y en su escuela.
La película está ambientada en un pequeño pueblo de Estados Unidos, pero Mills –a diferencia del cine de Todd Solondz, por ejemplo– no se solaza con las pequeñas miserias de la vida suburbana norteamericana, sino que prefiere enfrentar a los personajes de igual a igual, sin prescindir de una mirada crítica hacia el núcleo familiar pero, a la vez, evitando la sátira y la condescendencia.
Se diría que, en su retrato de Justin (un trabajo consagratorio de Lou Pucci, que viene de ganar el premio al mejor actor en el Festival de Sundance por este film), Mills prefiere seguir el tono, la línea del mejor referente posible en la materia: J. D. Salinger. No se trata de que Justin –por otra parte, una creación del novelista Walter Kirn– se asemeje necesariamente a Holden Caulfield, el famoso protagonista de El guardián entre el centeno (aunque sí pareciera haber alguna referencia a los “niños sabios” de Franny y Zooey, otra de las creaciones de Salinger). Más bien da la impresión de que Mills ha tratado de reflejar la ternura y a la vez el dolor de su protagonista, sin prescindir del humor, un humor cáustico, pero nunca agresivo.
Lo ayudan no sólo el joven Pu-
cci sino todo un elenco de primera línea: Vincent D’Onofrio y Tilda Swinton, magníficos como sus padres, y Keanu Reeves, como un extravagante odontólogo, que no le presta tanta atención a las muelas de Justin como a sus conflictos, para los que cree tener una solución a través de la hipnosis y de las terapias alternativas. Que, por cierto, no son peores que las que le recetan en la escuela: un cóctel de barbitúricos que le permiten a Justin ganar primero confianza y luego un concurso interescolar de debates públicos, en los que queda expuesto hasta qué punto la jerga académica es un mal en expansión, que da para hablar de todo sin decir nada.