ESPECTáCULOS › LA ACTRIZ RITA TERRANOVA VOLVIO A LA ESCENA POR PARTIDA DOBLE
“El teatro es un hecho político”
Estrenó una obra de Oscar Viale y otra de Chejov. “En sus textos hay amor y comprensión hacia el ser humano”, dice.
Por Cecilia Hopkins
Para Rita Terranova, hija del recordado actor Osvaldo Terranova, entrar al mundo del teatro y la televisión no fue más que una cuestión natural. A los 5 años se paraba frente a las cámaras del 13 para presentar junto a su padre los dibujos animados de la mañana. Pero la invitación a compartir aquel espacio le había llegado, en verdad, para mitigar los celos provocados por el hecho de haber dejado de ser la menor de la familia: “Cuando nació mi hermano, él se convirtió en el príncipe de la casa –recuerda en la entrevista con Página/12– y, pensando que así no me sentiría dejada de lado, papá me llevó al programa para que presentara con él al Súper Ratón y a Popeye”. A los 16, antes de revistar en los elencos de las telenovelas, sucedió su debut teatral, en una puesta de El enfermo imaginario, de Molière, junto a Miguel Ligero, en el Teatro San Martín. Su formación actoral estuvo signada fundamentalmente por las enseñanzas de Alejandra Boero, también atinentes a la función social del teatro. “De ella tomé la idea de que el teatro es un hecho político.” Mucho después, cuando Manuel Iedvabni la dirigió en Diario de una camarera, de Octave Mirbeau, la actriz quiso estrenarla en Andamio 90, el teatro de Boero: “Uno de los temas que tocaba la obra, el peligro de que la gente de menores recursos apoyara ideas de derecha, me pareció muy ligada al menemismo y por considerarlo un acto político quise ponerla en el teatro de Alejandra”.
En estos días, Terranova volvió al escenario por partida doble. En el Teatro de la Comedia (Rodríguez Peña 1062), bajo la dirección de Osvaldo Peluffo, estrenó Tratala con cariño, de Oscar Viale. La acompañan Aldo Pastur, Mario Alarcón, Adrián Caram y Elvira Gómez. Y en el Espacio Teatral Corrientes Azul (Corrientes 5965) presentó El jardín de los cerezos, de Anton Chejov, bajo la dirección de Hugo Alvarez. Su papel es el de Ljubov, la protagonista, cuya hija Ania será encarnada por Renata Marrone, la hija de la actriz, a quien ella misma ya había dirigido en Otra vuelta de tuerca, de Henry James, en su debut como directora (ver recuadro). La versión que se presenta de Tratala... no es la misma que se estrenó en La Plata en 1985 (con Juan Palomino en el elenco) sino la reescritura que realizó el autor mientras residía en Madrid, en 1992, dos años antes de morir. Son varios los cambios que acusa este texto con relación al primero: hay un mayor desarrollo de los personajes y, además, incluye uno nuevo, el que interpreta Terranova, precisamente. De todos modos, en ambas obras hay un hombre que intenta iniciar una nueva etapa en su vida, aunque la visita de su hermano y una mujer a punto de dar a luz le complican el panorama. No mucho más puede aclararse para salvaguardar ciertos efectos de sorpresa que contiene la pieza. Terranova prefiere decir, sencillamente, que la obra trata sobre “un tema muy polémico, relacionado con la adopción no convencional de bebés”.
–¿Qué otras cuestiones le interesaron de la obra de Viale?
–El estilo, especialmente porque es netamente argentino. Para mí tiene algo de comedia de costumbres. Viale la consideraba “un sainete de los ’90” y yo diría que es un grotesco asainetado, porque no tiene el dolor y la crueldad del grotesco. Lo que me parece interesante de todo su teatro es que muestra al argentino de una manera muy cruda. Exalta la hipocresía de cada personaje, porque en la obra nada de lo que parece es así. Pero no abre juicio. Tiene algo de un cine que me puse a mirar nuevamente: Feos, sucios y malos, Los monstruos, Pan y chocolate... Las interpretaciones, por lo tanto, son de trazo grueso, como de comedia italiana. A mí me parece que cuanto más cambia de estilos, más ejercita el actor su instrumento; su cuerpo y su voz.
–¿Cómo se siente interpretando una obra de Viale durante el fin de semana y una de Chejov, los miércoles y jueves?
–Me gusta porque son dos autores emparentados por algunas características. Tanto uno como otro muestran al ser humano objetivamente, como si no tomaran partido nunca. Pero a la vez, en sus obras hay un gran amor y comprensión hacia las personas. En Chejov hay mucha esperanza en el ser humano, a pesar de ese aire desesperanzado que tienen muchos de sus personajes. Es para mí un texto muy actual.
–¿Dónde reside para usted la actualidad de la pieza?
–En el caso de El jardín..., el tema del cambio de siglo la vuelve muy actual: la desorientación que trae este cambio en las personas, la pregunta acerca de dónde se encuentra el bien y el mal. Y también me parece que el paso a otro siglo puede representar una transición hacia la izquierda. El porteño es, pareciera que naturalmente, de derecha, pero yo noto que está menos frívolo y que cada vez se está volviendo más compasivo y participativo. Va a las marchas, se moviliza. Creo que muchas cosas se han modificado y esto me genera esperanza.