ESPECTáCULOS › “ORO NAZI EN ARGENTINA”, DE ROLO PEREYRA

Unas relaciones bien peligrosas

Basado en una investigación de Jorge Camarasa, el documental incorpora con eficacia elementos de ficción.

Por H. B.

En medio de la noche, la mujer, semioculta bajo un largo piloto típico de la época (años ’40), entrega un sobre top secret a su contacto, que parte sin decir palabra. Desde un auto, un hombre filma clandestinamente la escena. ¿Un thriller, una de espías, una película de aventuras? No, un documental. Si bien Oro nazi en Argentina incluye entrevistas a cámara y el típico narrador omnisciente en off –además de seguir los hilos de varias investigaciones históricas y periodísticas–, buena parte del metraje está ocupado por reconstrucciones actuadas y escenas de acción. Muchas de ellas cuentan con una considerable cantidad de extras y en todos los casos la recreación de época es digna de una producción de ficción, no precisamente de las más austeras. ¿Funciona esa mélange? Sí, funciona, como documental y como thriller.
Dirigida por el debutante Rolo Pereyra (que venía de la televisión y falleció poco después del rodaje) y coproducida por el grupo HBO Olé, es verdad que Oro nazi en Argentina tiene un formato y estilo más propios de la televisión que del cine. Pero con una ventaja: no es televisión de dos por cuatro, sino una que sabe darse dinámica visual y narrativa. Es evidente que, al apuntar a un público lo más masivo posible, la película de Pereyra –basada en Odessa al sur, libro publicado por Jorge Camarasa, que funciona como hilo conductor del documental– tiene un tono vecino al escándalo, además de recurrir a ciertos géneros y técnicas ficcionales como “gancho” de público. Pero logra lo que se propone: atrapar al espectador con una historia tan tenebrosa como apasionante. Y polémica, sin ninguna duda.
La historia que se narra –como quien sigue los infinitos meandros de un estuario lleno de brazos y afluentes– es la de las vinculaciones entre el nazismo y la Argentina. Lo hace a partir no sólo de la investigación de Camarasa, sino también de los periodistas Uki Goñi (autor del libro Perón y los alemanes) y Juan Gasparini, además de recurrir a historiadores como Beatriz Gurevich y documentalistas como el francés Jean Ziegler, que filmó un trabajo sobre el tema. La película de Pereyra despliega desde las vinculaciones ideológicas (por parte de los militares del GOU, grupo al que en sus comienzos perteneció Juan Domingo Perón) hasta las políticas, financieras y empresariales, con particular hincapié en el rubro conspirativo-clandestino. Pero si hay mentalidad conspirativa, está fundamentada con pruebas y documentos.
Otro tanto puede decirse en relación con la figura del propio Perón –uno de los costados más urticantes del asunto–, que supo tener como secretario privado de la Presidencia (y jefe de Informaciones, para más datos) a un tal Rodolfo Freude, contacto clave entre la Argentina y los criminales de guerra nazis. Aparecen en esta madeja personajes como Eichmann, Mengele o Priebke. Pero también espías, tauras y aventureros, que parecerían escapados de una novela de Graham Greene. Con una música que no se arredra ante ningún cliché (un tango cuando la acción transcurre en Buenos Aires, un paso doble en Madrid), en los últimos tramos Oro nazi en Argentina extiende hasta el presente el hilo de las relaciones carnales con el Reich, en la figura del propio Freude (fallecido hace apenas un par de años), el financista Thilo Martens (estrechamente relacionado con Jorge Rafael Videla) y hasta el ex secretario privado de Goebbels, un tal Wilfred van Owen.
Entrevistado hace muy poquito, Herr Wilfred se asume frente a cámara como nazi y antisemita, sin ningún problema y con una sonrisa. Lo cual no resulta tranquilizador, precisamente.

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La película tiene un tono vecino al escándalo, pero logra lo que se propone: atrapar al espectador.
 
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