SOCIEDAD › UNA LISTA DE COMIDAS PARA ELABORAR EL MENU DE CADA DIA
La guía alimentaria está servida
La Asociación Argentina de Nutricionistas presentó un menú de opciones para una dieta equilibrada: la molleja no está prohibida si se acompaña con una buena ensalada. Sólo dos postres por semana.
Por Pedro Lipcovich
Más que una “dieta”, un “régimen” o una lista de alimentos prohibidos, es una guía, que permita a cada uno elegir qué alimentos consumir, sabiendo qué cantidad estimada debería ingerir diariamente una persona sana y, por ejemplo, a qué cantidad de pollo equivale nutricionalmente una costillita de cerdo. Ese es el propósito de las “Guías Alimentarias para la Población Argentina”, preparadas por la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas. Su difusión fue promovida ayer desde el Congreso Internacional de Alimentación y Sociedad, que se realiza en la capital neuquina. Luego de presentar las Guías, la titular de Educación en Nutrición de la UBA advirtió sobre las publicidades televisivas que, incluso con aval de médicos pediatras contratados, promueven hábitos alimentarios erróneos o perjudiciales. Y propuso lo que podría llamarse una política alimentaria personal en la que todo, hasta la más grasosa de las mollejas, puede estar permitido para una persona sana, a condición de que se consuma con moderación, en sabia articulación con alimentos saludables y en su debida oportunidad, rescatando para esto la institución cultural que se llama fiesta.
Las Guías, que cuentan con el aval del Ministerio de Salud de la Nación, se presentan como material informativo para el público en general y como “Manual para multiplicadores”. Diferencian entre seis grupos de alimentos. El primero –y principal–, ya que de él debería provenir el 50 por ciento de las calorías ingeridas–, es “cereales, legumbres y pan”. Las Guías sugieren tres pancitos chicos por día, que equivalen a cuatro tostadas de pan francés o dos rebanadas de pan lactal o integral, o media taza de copos de cereales. Los tres pancitos pueden reemplazarse por tres facturas, pero sólo dos veces por semana. Cada pancito equivale a seis galletitas, pero, también, no más de dos veces por semana. Recomiendan también medio plato, o un plato cada dos días, de arroz, pasta, polenta u otros cereales cocidos. En cuanto a las legumbres –lentejas, porotos, arvejas, etcétera–, medio plato por semana, o una cucharada chica por día.
El segundo grupo es “verduras y frutas”: un plato diario de verduras crudas de diferentes colores, como lechuga, zanahoria o remolacha ralladas, ají, tomate, repollo. Además, un plato de verduras cocidas de diferentes colores: chauchas, remolacha, zanahoria, zapallo, zapallito, papa o batata. Además, dos frutas medianas o cuatro chicas, o dos tazas de frutas cortadas o sus jugos.
Tercer grupo: “Leches, yogures y quesos”. Por día, dos tazas de leche tamaño desayuno. Esto equivale a dos cucharadas soperas de leche en polvo, o un pote de yogur, o una porción “tamaño cajita de fósforos” de queso fresco. Longo aclaró que “el dulce de leche y la crema es mejor no incluirlos entre los lácteos, sino directamente entre las grasas”.
El grupo “carnes y huevos” ofrece optar cada día entre un churrasco mediano o bife de costilla o de hígado, o medio plato de carne picada o mondongo, o dos hamburguesas caseras chicas, o una milanesa grande, o un cuarto de pollo chico sin piel, o dos costillitas de cerdo o cordero o un filet de pescado, una taza de mariscos o una lata chica de atún, caballa o sardinas al natural. Huevo: uno, tres a cuatro veces por semana.
En el grupo “grasas y aceites”, solicitan aceites vegetales, si bien admiten una cucharadita de manteca (también sólo una de margarina). Y un par de veces por semanas, almendras o avellanas o maníes (sin sal). El último grupo, “azúcar y dulces”, acepta siete cucharaditas diarias de azúcar más cuatro de mermelada o dulce. Postre o helado, sólo un par de veces por semana.
Elsa Longo, titular de la cátedra de Educación en Nutrición de la Facultad de Medicina de la UBA, luego de presentar las Guías, procuró achicar el pánico nutricional: “Mucha gente ha llegado a eliminar las grasas por miedo a la obesidad o al colesterol: las grasas son necesarias y lo mejor es obtenerlas de aceites vegetales puros de buena calidad”.
En esta perspectiva y tratándose de chicos, “no se trata de que no puedan ir a locales de fast food, pero que sea un paseo para un día de fiesta, no para todos los días. A menudo, en la clase media, los padres le dan plata al chico para que coma solo y, claro, el chico va al local de fast food”.
Es que, en general, no es bueno que el comensal esté solo: “Comúnmente, la persona que come sola no registra lo que come; tampoco lo disfruta y termina comiendo de más. Peor todavía si come apurada, de pie; siempre conviene reservarse aunque sea unos minutos para el acto de comer. En todo caso, el control de las porciones se logra mejor si es compartido: si en el grupo hay alguien excedido de peso, la comida en común permite atender mejor al límite que esa persona necesita y a su vez pone límite a lo que come el resto. La frecuencia de trastornos de conducta alimentaria en adolescentes suele estar ligada a la pérdida del hábito de compartir la comida cotidiana”, sostuvo Longo.
En esta perspectiva de guiar sin prohibir, “el tan vapuleado asado, ¿por qué no comerlo una vez por semana? Se ha creado un mito de que la carne es mala y no es así. Los argentinos tenemos una determinada cultura alimentaria y no tenemos por qué transformarnos en vegetarianos. El asado puede comerse el domingo, no todos los días, acompañado con ensalada. Y si uno come molleja, tan grasosa, más vale acompañarla con ensalada y que el postre sea una fruta. Y las comidas pantagruélicas, en todo caso dejarlas para las fiestas de fin de año”, propuso.