ESPECTáCULOS › DIQUI JAMES Y “FUERZABRUTA”
“Crear de nuevo me produjo una enorme felicidad”
Por R. C.
Cuando el niño Diqui James salía a jugar, adentro del pecho se le arremolinaba un torbellino de emociones que sólo podía conjurar con un grito de guerra: “¡Fuerza bruta!”. Ahora James tiene 40 años y un currículum ganador que incluye sus creaciones para La Organización Negra y De La Guarda. Sentado en una silla, en la oficina de la productora que encabeza, su cuerpo delgado y fibroso parece estar necesitando de aquella descarga de los años de la infancia. De gritar la frase que, justamente, eligió para darle nombre a su nueva compañía y a su nuevo espectáculo. “Yo pensaba que en ese momento todos lo decíamos, pero cuando empecé a preguntarle a la gente de mi generación, resultó que no lo decía ninguno. Era algo mío”, explica. “Cuando me surgió como concepto, lo asocié con las ganas de hacer algo. Para mí, fuerza bruta es como materia prima. Es un deseo por crear algo que no existe. ¿Por qué tengo la necesidad física de que eso exista? Para mí, eso es la fuerza bruta que uno tiene adentro.” Aunque más tarde dudó del nombre porque le parecía que tenía alguna connotación violenta, finalmente quedó. Y Fuerzabruta, que ya tiene confirmado su paso por Lisboa, Madrid, Barcelona y Londres, está ajustando los últimos detalles para el debut mundial, que será el próximo miércoles en el Centro de Exposiciones.
–Como espectáculo, ¿en qué se relaciona Fuerzabruta con el Villa Villa de De La Guarda?
–El lenguaje es el mismo. Con De La Guarda la investigación fue a partir del cuerpo y el espacio. Empezamos a trabajar el plano de la pared: caminar, subir, caer, cruzar el espacio. Era un juego del cuerpo y el espacio, sin muchos elementos. Con Fuerzabruta fabricamos escenografías que generan teatralidad. Es como generar la teatralidad desde algo que uno inventa, no sólo desde un espacio. Entonces lo que genera la dinámica durante todo el espectáculo son sistemas inventados por nosotros.
–¿Cómo son esos sistemas?
–Por ejemplo, hay una cinta muy grande para correr y hay un tipo metido dentro de un juego en el que, en lugar de avanzar, los objetos se le vienen encima. Toda la vida se le pasa mientras él está parado en el mismo lugar y tiene que hacer lo que todo eso le propone. La teatralidad está compuesta por ese actor manejándose dentro de ese mundo generado por esa escenografía. Y el espectador está metido adentro de eso porque, si bien no está corriendo sobre la cinta, está al lado, está ahí, copando el espacio. Pero de repente el espacio se transforma completamente y se genera otro mundo, por ejemplo el de la pileta, que en realidad es un techo falso muy finito que sube y baja, con agua y cuatro chicas adentro. Encontramos un material llamado mylar, que se usa como aislante de transformadores, y con un cuarto de milímetro de espesor aguantás un camión. Ese es el ancho del techo/piso: un cuarto de milímetro. Lo encontramos buscando y buscando. Por eso, también, el desarrollo nos tomó tres años. Técnicamente, el show tiene un desarrollo bastante más complejo que Villa Villa.
–¿Cómo fue para usted volver a armar un espectáculo?
–Me recordó mucho al comienzo de De La Guarda y me hizo muy bien. Finalmente, después de mucho tiempo de indecisión y de no poder encontrar la manera de trabajar en algo nuevo, fundar Fuerzabruta fue muy liberador. Encontrarme creando nuevamente fue una felicidad muy grande. Y después vino el cagazo y el quilombo, porque había que armar todo de nuevo. Aunque la producción es importante, el comienzo fue buscar y empezar a jugar como hacía mucho tiempo no lo hacíamos. Fue empezar a sacarse el polvo de encima después de años de viajes, de remar el show y de no tener esa actividad creativa que tanto extrañaba y que no quiero perder. Creo que ahora estamos capacitados para darnos cuenta... Después de haber hecho todo el proceso, desde La Organización Negra hasta Fuerzabruta, sé en qué lugar soy más feliz: en la fábrica. Lo que nos pasó con De La Guarda fue cerrar la fábrica porque uno de los productos nos llevó por delante. Y eso es lo que no quiero que vuelva a suceder.
–Pero, ¿cómo se renuncia a un éxito?
–No, claro, de hecho Villa Villa sigue. Pero es muy diferente el equipo de gente que se necesita para repetir una obra que el equipo que necesitás para crear. Se puede entrenar a un equipo para repetir una obra y que tenga una calidad excelente, pero no se puede inventar un equipo creativo: eso sale o no.
–Fuerzabruta coincidirá en la cartelera con Villa Villa y con La Fura dels Baus, en lo que puede verse como el éxito de un lenguaje teatral.
–Sí, totalmente, puede pensarse así. Al principio, para la gente del teatro nosotros éramos delincuentes. Con La Organización Negra fuimos de culto: nos iba a ver muy poca gente y nos cagábamos de hambre. Salvo en un momento que fuimos al San Martín, que fue nuestra debacle. Entonces arrancamos con De La Guarda y la parimos unos cuantos años hasta que empezaron a reconocernos. En realidad, empezaron a tomarnos en serio cuando tuvimos éxito en Europa y en Estados Unidos. Es esa boludez argentina que da tanta bronca: o son mejores los de afuera o sos bueno porque te fue bien afuera.
–¿Cómo siente que lo miran hoy?
–Con mucha expectativa. Y eso me da un cagazo (risas)... Me gustaría que hubiera mucho menos expectativa, pero no sé cómo se hace para bajarla. Ahora me la tengo que bancar.