ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A RATA BLANCA, CON LOS LAURELES REVERDECIDOS
“Acá hay estereotipos sobre qué se puede hacer y qué no”
Las 30 mil copias vendidas por La llave de la puerta secreta y el doblete de shows que planean en Obras hacen que Rata Blanca viva otro momento de esplendor. “A nosotros no nos interesa la lucha de poderes del rock”, dicen.
Por Cristian Vitale
“Voy a ser el gran rey del rock and roll/ les daré un discurso y una ilusión”: Walter Giardino tuvo que salir a desmentir lo que pudo ser la polémica rockera del año. La razón está en El gran rey del rock and roll, uno de los temas del flamante disco de Rata Blanca –La llave de la puerta secreta–, cuya letra parece tener como blanco al Indio Solari. “Podría ser un inconsciente y generar un quilombo nacional con la polémica que se armó, salir en los diarios diciendo cualquier estupidez. Pero no quiero más caos, quiero alegría”, se ve obligado a contrarrestar el experimentado y virtuoso guitarrista ante Página/12, luego de las habladurías que empezaron a recorrer los pasillos rockeros no bien el disco vio la luz. “No está dedicado para nada a los Redondos”, reafirma. “Igual, piensen lo que piensen, a mí lo que más me importa es no faltarle el respeto al público del grupo.”
–La confusión radica en que el personaje de la historia que quiere ser el rey del rock and roll se llama Patricio y se hace el especial: “Les hablaré de mil cosas/ que nunca entenderán”.
Walter Giardino: –Que yo sepa, el Indio no se llama Patricio. Estoy más preocupado por el chico de Callejeros que sí se llama así, algo que yo no sabía cuando la compuse.
–¿A quién está dedicada, entonces?
W. G.: –Al pequeño mundillo berreta del rock. A ciertos elementos del periodismo que eligen a dedo quiénes son los buenos y omiten a otros que también tienen derecho a figurar. No sabemos a qué se deben las resistencias a reconocer a una banda como Rata. Si fuésemos un equipo de fútbol estoy seguro que estaríamos a cada rato en la tapa de los diarios. ¿Cómo puede ser, por ejemplo, que La Renga, después de reventar River o Huracán, no aparezca en la tapa de los diarios? Ahora, si Lenny Kravitz o Metallica llenan la cancha de River enseguida figuran. Creo que algunos, si mañana hay un golpe de Estado, seguro que escriben a favor de los militares.
Caso raro el de Rata Blanca. Sin dudas se trata de la banda más popular que ha generado la historia del hard rock en Argentina. En sus orígenes, una tríada de discos –Rata Blanca, de 1988; Magos, espadas y rosas, de 1990, y Guerreros del arco iris, de 1992– los ubicó en un lugar de privilegio, a contramano de un género acostumbrado a la difusión escasa y los circuitos cerrados. Un par de hits como Mujer amante o El sueño de la gitana, mezclados con la capacidad de combinarlos en un mismo set con fragmentos de La primavera de Vivaldi o pinceladas de Bach, les proporcionaron mucho éxito comercial por un lado (vendieron 120 mil discos en dos años) y cierto prestigio artístico por otro (fueron teloneros de Ian Gillan durante su primera y estruendosa visita en Obras). Sin embargo, hacia mediados de la década del ’90, la banda cayó en bancarrota. Comenzaron a lloverle críticas: desde adentro los acusaban de blandos, de hacer soft metal pasatista y estar preocupados por encantar a cualquier público; desde afuera, de banda redundante, perimida o presuntuosa. “No puede ser que nos ataquen o nos omitan sistemáticamente. Igual, no nos importa la lucha de poderes en el rock. Si tengo que ganarme la vida tocando para doscientas personas en un bar, lo hago sin problemas”, dispara Giardino. “Siempre fuimos criticados”, interviene el cantante, Adrián Barilari.
Fueron fuerte e injustamente desacreditados por tocar en bailantas –después de todo el “pecado” no estaba allí–, y luego entraron en un prolongado bajón insuflado por diversos cambios de integrantes, cierta pérdida de popularidad, ausencia de discos y una separación finisecular que duró unos cuantos meses. El reencuentro llegó con El camino del fuego (2002) y, cambios de por medio, la banda cerró hasta hoy con cuatrointegrantes históricos (Barilari, Giardino, el tecladista Hugo Bistolfi y el bajista Guillermo Sánchez) y uno nuevo, el baterista Fernando Scarella. “Decirnos grasas por haber tocado en bailantas y no saber el trasfondo fue de muy mala leche”, arremete Giardino, aun un poco molesto con eso. “Fuimos porque a esa gente le cuesta un huevo venir al Opera. No sé por qué usaron eso en nuestra contra, de una manera muy sucia. ¿Por qué no ir a tocar para la gente humilde? ¿El rock tiene que discriminar, acaso? Se llegó a decir que tocábamos cumbia. Increíble... nos sucedió solamente en Argentina”, dice Barilari.
–¿Tanto les molestan las críticas?
W. G.: –No las críticas en sí, sino las de mala leche. La crítica objetiva y con respeto es bien recibida. Decir: “Giardino hoy estuvo desconcentrado, no tocó lo que sabe”, está bien. Pero cuando tirás piedras porque tenés ganas, no va. Nosotros siempre estuvimos a favor de los músicos y del rock and roll, aun con gente que se ha comportado pésimamente. Alguna vez Rata llegó a ser una banda grande, a tener todo el pastel, y eso generó cierto resentimiento. Hoy, como el pastel está más repartido, están todos un poco más tranquilos haciendo su historia y no criticando a tipos que lograban algo que ellos no podían.
–¿Cómo se sienten dentro del rock argentino de hoy... cómodos, incómodos, apartados?
A. B.: –Ni tanto ni tan poco. En lo personal no me siento apartado del circuito.
–En el último Cosquín Rock llamó la atención que no los programaran el día que tocaron las bandas de “rock pesado”.
W. G.: –Yo pienso que llegamos a nuestro techo en el género. El público que entiende y conoce la música de Rata Blanca sabe que es Rata y punto. Por lo tanto, era más interesante tocar para otro tipo de público, porque te posibilita crecer. Si no, es más de lo mismo. No pertenecemos a ningún lugar especial. Somos una banda de rock popular.
A. B.: –El universo de la música no te dice que tenés que estar encajado en un lugar específico. Nuestro rock toca todas las aristas: el metal, lo clásico, el blues. Nuestra línea musical es muy amplia.
–Por caso, en La llave de la puerta secreta grabaron un blues por primera vez en su historia. ¿Una rareza?
A. B.: –Puede ser. Pero una rareza que a mí me gusta mucho.
W. G.: –Es una incursión nueva. Siempre jugueteamos con el estilo en ensayos y esta vez se concretó. Salió el riff en la sala, lo zapamos muy al estilo de los ’70 y se combinó bien con el formato canción.
La llave de la puerta secreta –que lleva vendidos la nada despreciable cifra de 30 mil ejemplares, y será presentado los próximos 24 y 25 en Obras, dentro de una amplia gira nacional– cumple con la totalidad de los requisitos de la impronta sonora que Rata arrastra desde sus principios. La portada del disco trae una llave pesada, una especie de talismán que, según Giardino, representa “un arma para abrir la puerta del crecimiento”. “Para salir de donde estamos para buscar algo mejor”, aclara. Musicalmente, a excepción del blues –llamado así, Blues– y algún que otro tema cuya letra concita atención, el repertorio transita caminos conocidos. Combina cierto tono épico (Bajo el poder del sol), con brillos guitarrísticos interesantes (Guitarra española), temas en los que el grupo intenta combinar melodía y potencia a dosis iguales (Indigo) y clichés soft metal destinados a conquistar a un público más amplio, en este caso Aún no estás en mis sueños o La otra cara de la moneda. “Siempre buscamos combinar melodía y potencia, es la fórmula infalible. Hay chicos heavies que sólo quieren escuchar diez tracks de canciones potentes. Nosotros, en cambio, distribuimos la potencia en dos o tres temas y después hacemos canciones de rock, baladas, en fin”, apunta Barilari.
–En Aún estás en mis sueños insisten con “la fórmula del éxito”: suena similar a Mujer amante. ¿Lo buscaron así?
A. B.: –Ojalá sea otro Mujer amante. Si tuviéramos la fórmula, sin duda estaríamos haciendo muchos Mujer amante, porque no podemos negar que fue el tema que nos abrió el portón grande. Pero bueno, no se pueden repetir fácilmente los éxitos. Igual, le tengo más fe a otros temas... éste no nos suena todavía.
W. G.: –Es la canción que menos placer nos da tocar.
–Tal vez la más previsible...
W. G.: –Puede ser, pero eso no quita que sea una linda canción. Tiene un estribillo bonito.
–Bajo el poder del sol, en cambio, conecta más con La leyenda del hada y el mago, por ejemplo. Suena más clásica.
W. G.: –Sí, remite a una de nuestras diferentes formas de cabalgatas. Armónicamente fue concebida en ese plan, aunque el solo es más rockero, más abierto. No es tan apocalíptica, porque lo que se está diciendo no es una profecía sino una realidad. “Huestes destruyendo ciudades”, es algo que está sucediendo. La idea no es decir cosas a nivel Nostradamus, sino realidades. Aunque es cierto que usamos parte de la mística del heavy europeo, en el que se habla de guerreros, reyes, magos y bosques. Eso no lo inventamos nosotros.
–¿En Mamma se volvieron tangueros? Es una canción de amor a la madre.
W. G.: –(Se ríe.) Le debía un tema a mi vieja... Ozzy (Osbourne) también lo hizo. Hay ciertos estereotipos en Argentina que indican qué se puede hacer y qué no en una banda de rock. Parece que siempre hay que ser combativos, frontales, hablar mal de la sociedad, putear. Yo lo entiendo y lo respeto, pero no es la única forma de expresión. Me parece más positivo combatir los 365 días del año siendo conscientes de los males que vivimos que un día de furia, como el día que vamos a ver a nuestra banda preferida. Ese día de anarquía supuesta es un día en medio de un mar que no cambia nada, porque cuando salís del show estás en la misma mierda de siempre.
–¿Está pensando en Cromañón?
W. G.: –De alguna manera sí, porque el caos llegó un día y dijo “vengo a cobrar mi factura”. Esa factura se llamó Cromañón, que fue energía sin contención. El rock no es eso. El rock tiene que ser alegría, no caos. ¿Estamos todos locos? Eso no es ser combativo.
–¿Qué es ser combativo?
W. G.: –Cuando toqué con Punto Rojo en 1982 en el Teatro Lasalle, para las Madres de Plaza de Mayo y con las patotas dando vueltas por la calle, no vi a nadie de los combativos de hoy. Toqué en un teatro donde cortabas el aire con un cuchillo, porque estaban las madres desesperadas y algunos organismos de derechos humanos. Y ahí nos estábamos jugando el pellejo de verdad. Por eso, quizás muchos entiendan por qué rompí mi guitarra en 70 pedazos el día que tocamos en Ferro para las Madres.
–¿Por qué?
W. G.: –Por una mezcla de amor, odio, resentimiento, frustración y cariño, pese a que algunos creen que lo hice para buscar fama.