ESPECTáCULOS › EL REALITY DE SPURLOCK
Un programa para limar diferencias
El ciclo del creador de Super Size Me busca una convivencia entre extraños para retratar delicias de la incompatibilidad.
Acaba de estrenarse un reality show en el que, curiosamente, el dinero no cuenta. Su creador es el documentalista Morgan Spurlock, creador del film Super Size Me, esa joyita sobre cómo comer en McDonald’s durante un mes y casi morir en el intento, el mismo que ahora sorprendió al público de los Estados Unidos con su decisión de dar lecciones de humildad y aportar a la conciencia social. Su flamante programa, llamado 30 días, fue creado como un experimento sobre qué sucede al “ponerse en los zapatos de los otros”. “La idea –explicó el director– es hacer meditar sobre ciertos problemas que aquejan a la sociedad estadounidense.” ¿De qué modo? En un capítulo, por ejemplo, David Stacey, un cristiano fundamentalista de 33 años, convivirá por un mes con una familia musulmana en Dearborn (Michigan), con el propósito de experimentar en carne propia los prejuicios a los que se enfrentan los musulmanes en Estados Unidos desde los atentados del 11 de septiembre de 2001. Lo atractivo, según Spurlock, es retratar la convivencia forzada, un boom posterior a la experiencia de Paris Hilton con granjeros en Simple life (por Fox), pero menos banal y más comprometido: el efecto moraleja redime y dignifica.
En el episodio de Cristianos y musulmanes, David Stacey debe adoptar las costumbres musulmanas –incluidas las alimenticias, religiosas y de vestuario–, estudiar historia islámica y aprender árabe. “Este es, probablemente, uno de mis episodios favoritos, porque aborda de forma muy elocuente un asunto realmente importante en la actualidad de nuestro país”, dijo Spurlock antes del estreno. “A mi juicio, los musulmanes son personas que han venido a este país y han vivido aquí durante generaciones y, sin embargo, siguen siendo percibidas como extranjeros, como menos que estadounidenses, como una amenaza para nuestras libertades.” En otro capítulo de la serie, un hombre heterosexual muy conservador, el soldado Ryan Hickmott, tratará de convivir con un homosexual en un barrio de San Francisco, predominantemente gay. Todo el tiempo, la misión es aleccionar, como cuando Spurlock mismo participa en el programa, forzándose a vivir con el salario mínimo de cinco dólares por hora. En ese capítulo, Spurlock y su novia pasan un mes en busca de trabajos extra, vivienda económica y la mejor calidad de vida posible. Así como Super Size Me exploró los problemas de la obesidad, la ignorancia nutricional y la peligrosa promesa de la comida rápida de “más cantidad por menor precio”, la serie cambia el eje pero no la intención moralizadora: ¡qué difícil es convivir con la diferencia! Pero, a la vez, ¿por qué no convertir esa promesa de peleas y pases de factura en espectáculo?
Cuando se aborda el tema de la obsesión por la apariencia física, el protagónico es para Scott Bridges, de 35 años, que pasa 30 días inyectándose testosterona y hormonas del crecimiento, bebiendo suplementos nutricionales y haciendo ejercicio, para contrarrestar los efectos del envejecimiento. “Todo el mundo quiere vivir para siempre y todos quieren beber de la fuente de la juventud, pero la pregunta es cuál es el precio que estamos dispuestos a pagar por ello”, indica Spurlock. Otras historias se ocuparán de la madre devenida en alcohólica sólo para alertar a su hija adolescente de los peligros de una borrachera. O de la pareja que debe abandonar teléfonos móviles, computadoras, televisión por cable y automóviles para pasar un mes en una comunidad ecológica de Missouri donde no hay gas ni electricidad. “Vivimos en un mundo plagado de un incesante consumismo, que no piensa en el legado que les estamos dejando a nuestros hijos”, señaló Spurlock, afecto a los grandes temas y los asuntos importantes.