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Mientras duró fue “la entrevista de trabajo más larga de la historia”. Así se definió a sí misma la segunda temporada de El aprendiz, el reality show de Donald Trump, que seleccionó a un grupo de 16 privilegiados entre un millón de candidatos y los sometió a un desafío por capítulo. Fue, en verdad, un tratado sobre las relaciones laborales que demostró el secreto del éxito en una multinacional: sumisión, disciplina y obsecuencia dirigida al señor Trump. Así llegaron los últimos cuatro (Jennifer, Sandy, Kevin y Kelly) después de hacerlo todo: venta en la calle, diseño de ideas para publicidad, campañas de marketing, venta por teléfono, todo dedicado a megacompañías como Levi’s, Pepsi y Nike, demostrando que la meca del capitalismo estaba allí, junto al verdugo que hizo de la frase Estás despedido la fórmula más taquillera de los Estados Unidos. El ganador será, finalmente, uno seleccionado entre Kelly (hijo de la moral de los Estados Unidos, ex militar, disciplinario y obediente) y Jennifer, rubia que remite a Ivana Trump, con brushing y sonrisa pintada y todos los clichés de la trepadora: ejecutiva incapaz, pero la mejor promotora de sí misma. Este miércoles (a las 22, en People & Arts) definirán por penales (la organización de dos eventos deportivos: un partido de polo y uno de básquet) a quién le va mejor y se convierte en el aprendiz del magnate que les tiene preparado un cargo premium en la construcción de uno de sus rascacielos. ¿Quién da más?