ESPECTáCULOS
“La argentinidad puede ser una impostura, máscara o fatalidad”
El grupo Puente Celeste continúa mañana con la presentación de los temas de su primer CD, que terminó de mezclar el 19 y 20 de diciembre.
Por Fernando D´addario
Un seleccionado de instrumentistas de la música popular argentina -Santiago Vázquez (percusión y tablas), Alejandro Franov (acordeón, sitar), Edgardo Cardozo (guitarras, requinto), Marcelo Moguilevsky (clarinete, saxo, flautas, duduk) y Luciano Dyzenchauz (bajo acústico, percusión)– tradujo para Puente Celeste su particular postura vital frente al mundo. La cuestión discursiva fue resuelta, acaso, en una estrofa, una canción, un título de disco. El tema “Pasando el mar” inaugura el flamante segundo cd de la banda, y lo define en cuatro versos: “Es que hay un lugar/ que justo queda/ justo queda pasando el mar/ y te olvidás...” Un ejemplo de laconismo y, también, la puerta de entrada a ese lugar lejano, que parece ajeno al vértigo de la crisis argentina.
Referencias armónicas que remiten a Eduardo Mateo, guiños spinettianos, una milonga apenas sugerida, músicas hindúes y africanas, descansan con naturalidad en ese viaje placentero que excluye, por suerte, la contraindicación del adormecimiento inducido. Pasando el mar salvó, en ese recorrido, otro obstáculo potencial. “Corríamos un riesgo –dice Cardozo en la entrevista con Página/12– porque somos todos medio firuleteros, nos gusta mucho tocar, podíamos haber puesto a la música de excusa para ‘firuletear’. Por suerte la idea que teníamos era totalmente distinta.” Puente Celeste ideó un ciclo de presentación de su disco que incluye shows mañana martes y el domingo que viene en el Club del Vino. Esto es, seis meses después de su concepción. Un evidente desequilibrio astral debió mediar para que los músicos estuvieran mezclando el cd entre el 19 y 20 de diciembre pasados. Resulta difícil imaginar esos momentos de montaje sonoro, en una cápsula que los preservaba, provisariamente, del incendio nacional.
–¿La música de Puente Celeste es una forma de escapismo?
Alejandro Franov: –A mí, personalmente, me provoca un gran relax. Es como entrar en otro mundo, distinto de la problemática que vivimos todos los días.
Edgardo Cardozo: –De alguna manera es como una burbuja musical. No quiero sonar pretencioso, pero en lo que hicimos tiene una importancia muy grande la conexión espiritual, muy para adentro. Yo trabajo en otros proyectos artísticos, que están mucho más influenciados por el “afuera”. Puente Celeste es más balsámico.
Santiago Vázquez: –Pero no es una burbuja no impermeable, sino todo lo contrario. Es como un cubil donde ponemos lo que queremos, lo que nos expresa musicalmente..
–Ensayar este tipo de alquimia tan libre, ¿los vuelve de inmunes frente a la crisis discográfica?
E.C.: –En algún sentido, artísticamente la crisis puede resultar saludable. Baja el nivel de expectativa. ¿Qué podemos esperar del mercado discográfico? Nada. Esto hace que digamos, “bueno, hagamos lo que queremos hacer y lo que nos gusta”.
A.F.: –Siempre nos gustó hacer la música que no transa con nada, y no por principismo, sino porque no queremos pensar en otros factores que entren en conflicto precisamente con la música. Además, nos manejamos con otros parámetros en relación con el éxito. Me encuentro disfrutando de la música que hacemos. Así que soy súper exitoso.
S.V.: –La intención era: hagamos lo que queremos, pero que sea sencillo. Esa sí era una búsqueda. No nos interesaba el hermetismo.
–¿Lo que hacen es “exportable”?
S.V.: –Sí, y lo hacemos para traer divisas al país (risas). E.C.: –Ojalá que guste en Europa, pero esto no está pensado con el rótulo world music. Y tampoco yo puedo tocar como un africano. Lo intenté en una canción y me salió una paraguayada, porque es algo más cercano a mí. Existe cierto cirujeo étnico: a determinados instrumentos, como la tabla o el sitar, por ejemplo, uno se los apropia a partir de sus conceptos. Hay un poco de impunidad en eso.
–Pero es probable que para un productor europeo convencional, Puente Celeste no sea lo suficientemente “argentino”...
E.C.: –Seguramente para la media de los productores no somos lo suficientemente argentinos. Pero para mí, la argentinidad puede ser una impostura, máscara o fatalidad. Para nosotros es una fatalidad. Somos argentinos. Se quiera o no, se te van a ver los agujeros de la media. Tengo por ejemplo un trío de tango. Ahí me pongo la máscara y toco. ¿Está mal? No, porque también soy ese que se pone la máscara.
S.V.: –Estoy de acuerdo con lo de las máscaras, pero no creo que sean cosas que se compren en el quiosco de la esquina. Uno tiene que revolver todas las máscaras que tiene, buscar a ver qué sale de todo eso. Yo tengo el DNI que dice que soy argentino. Y vivo en una ciudad como Buenos Aires, que es muy rara. Porque es muy Latinoamérica y ahora en algunos lugares es casi la India. Pero también es europea en muchos sentidos. Lo que hacemos es más representativo de lo que para mí es la ciudad de Buenos Aires hoy que si hiciera tango al modo tradicional. Creo que si traés a un músico africano y le ponés nuestro disco y te dice: “Eso es música argentina”. No entiendo a esos músicos que hacen un esfuerzo para mostrarse bien argentinos. Si sos argentino, confiá en eso y listo.
A.F.: –Tocando o escuchando el acordeón, con las músicas más extrañas o aparentemente, me pasa que para mí son re Corrientes y Talcahuano, y por ahí eso no me ocurre escuchando algunas versiones de “La cumparsita”.
E.C.: –En cuanto a la ilusión del éxito me siento bastante quemado.