SOCIEDAD
Para evitar ataques y mordeduras hace falta algo más que vacunas
Cada día, 44 personas son mordidas por animales domésticos en la ciudad de Buenos Aires. Para los expertos, deben hacer campañas de educación para una tenencia responsable de las mascotas.
Por Eduardo Videla
Cada día, en la ciudad de Buenos Aires, 44 personas son mordidas por animales domésticos pero de esos casos sólo se denuncia el 40 por ciento, según datos del Instituto de Zoonosis Luis Pasteur. La mayoría de los casos se producen dentro de la propia casa del animal y una gran proporción de las víctimas son niños. El Estado se ocupa de controlar al animal mordedor y de vacunar preventivamente al afectado pero, según los especialistas, no hay campañas de educación para una tenencia responsable de las mascotas. Porque, como dice el refrán –y coinciden los expertos–, la culpa no es del animal, sino del que le da de comer.
“Hace unos días, en Villa Crespo, un hombre sufrió desgarro de gemelos por la mordedura de un setter irlandés, cuyo propietario lo llevaba suelto por la calle. El hombre está bajo tratamiento, mientras que el perro sigue paseando sin correa por el barrio.” El caso, relatado a este diario por Claudio Gerzovich Lis, veterinario especialista en comportamiento canino y felino, terminó en tribunales, igual que tantos otros litigios originados en una lesión por mordedura y que pusieron fin a alguna relación de amistad o de buenos vecinos.
El Instituto Pasteur, dependiente de la Secretaría de Salud porteña, es el centro de referencia, en la ciudad de Buenos Aires, para examinar a los animales mordedores: si bien no se registran casos de rabia en animales domésticos desde 1981, los animales que provocan lesiones deben someterse a un control, como prevención, para saber si son portadores de la enfermedad. El último caso de rabia humana en la ciudad se registró en 1976, año en el que fueron detectados 218 animales enfermos.
El año pasado el Pasteur atendió 6219 casos de lesiones provocadas por mordeduras. “Hay un subregistro de denuncias, muchas veces porque se trata de un animal propio –advierte el director del Instituto, Oscar Lencinas-. La cifra representa sólo un 40 por ciento de los casos.” Cada denuncia se corresponde con una causa iniciada en el Hospital Durand –ubicado en Parque Centenario, a 200 metros del Pasteur–, único centro de referencia para el tratamiento preventivo de las personas mordidas. Si se puede analizar al animal, a la persona mordida se le aplican tres vacunas antirrábicas. De lo contrario, se le deben suministrar nueve dosis.
¿Cuáles son las razas más mordedoras? En especial, ninguna, si se tienen en cuenta las estadísticas del Pasteur, encabezadas por los perros de raza indefinida, protagonistas del 67,5 por ciento de los casos, seguidos por los ovejeros alemanes, con el 20 por ciento y los doberman, con el 3,2 por ciento. “El problema de la agresión no tiene que ver con la raza sino con cada perro, y con su crianza. Por supuesto que los daños pueden ser mayores cuando el que muerde es un perro grande: hay pequineses que son terriblemente agresivos, pero como son chicos son más fáciles de controlar”, explica Rubén Mentzel, veterinario especializado en comportamiento de animales domésticos.
Los especialistas coinciden en cuáles pueden ser las causas de una agresión: en el caso de los perros, un problema de jerarquía (el animal recibe un trato ambiguo, no tiene órdenes claras); un conflicto territorial (el animal considera la visita de un amigo o un familiar como una invasión al territorio propio) o una falla en la socialización: si no está habituado, puede confundir a un chico con una presa. Estos problemas pueden prevenirse con una adecuada estimulación y socialización del animal, entre la tercera y décima semana de vida, dice Gerzovich Lis. “Debe estar acostumbrado a estar con grandes y con chicos, en la casa y en la calle, en ambientes luminosos y oscuros, y en contacto con individuos de otras especies”, agrega Mentzel.
Para los expertos, el trabajo preventivo del Pasteur se queda a mitad de camino. “Además de transmitir enfermedades, la mordedura en sí misma es un problema de salud pública que debe ser prevenido: además del sufrimiento que provoca una herida, se producen gastos por vacunación y en muchos casos lucro cesante porque el afectado no puede ir a trabajar”, diceMentzel. Cómo método de prevención, Gerzovich Lis propone que el Pasteur, además de controlar al perro mordedor para saber si está enfermo, haga un diagnóstico de comportamiento para el posterior tratamiento del animal. El problema es que existen muy pocos especialistas en etología (comportamiento), una disciplina que recién ahora se incluye en la carrera de veterinaria.
El director del Pasteur sostiene que la institución reforzó las tareas de prevención cuando reemplazó, en 1998, la política de exterminar a los animales abandonados por la de esterilización gratuita. “Aquí se llegaron a incinerar 24.000 kilos de animales por mes”, revela Lencinas. El año pasado se registró un record, con 5960 castraciones de perros y gatos. La cuarta parte de ellas fue realizada en una unidad móvil, en zonas vulnerables: villas, casas tomadas, conventillos, “donde la gente carece de medios para llevar a su animal hasta el Pasteur”, concluye el directivo.