ESPECTáCULOS

“Algunos huyen despavoridos del teatro, pero mi tribu no se va”

Esta es una definición de Favio Posca respecto de lo que sucede en sus shows teatrales, que desde hoy suman un nuevo título: “Lagarto blanco”, una historia de amor gay en una Buenos Aires devastada.

 Por Patricia Chaina

Una ciudad alambrada, sin paraguayos buscando trabajo ni bolivianas vendiendo verdura en las vereda: Buenos Aires futurista, en el nuevo unipersonal de Favio Posca. “Pero un futuro inmediato, en 2003. O sea ahora, un momento donde ni siquiera habrá niños pidiendo en las calles porque los tiraron todos a un pozo”, explica Posca. El actor, músico y showman –por estos días es uno de los tres conductores de “Los osos”, por Canal 13– aprendió a nutrirse de la realidad para abordar el arte “desde el humor”. “Mi estilo”, define sobre la cosmovisión que sostiene, entre piezas de colección como Mamá está presa o El perro que los parió, su nuevo trabajo Lagarto blanco. La pieza se presenta a partir de hoy en el paseo La Plaza y cuenta “una historia de noche y de trasnoches en esta Buenos Aires”, apunta Posca, quien hizo la música, generó la idea de la puesta y, claro, la protagoniza.
La ciudad reflejo de la crisis es aquí marco y esencia porque lo cotidiano determina su filosofía. “Yo no veo salida, ni siquiera con elecciones”, apunta Posca sobre lo que se construye fuera de su escenario. “No alcanza con cambiar a un muñeco: se va uno, vuelve el otro, y no hay salida. Creo que todo va a ser peor y no que hayamos tocado fondo. Puede que nunca toquemos fondo y sigamos para abajo, siempre”, sugiere. Pero agrega: “Habría que volver al sueño americano de San Martín y Bolívar, una sola bandera para Latinoamérica. O, en vez de dolarizar, hacer un laburo de sudamericanizar. No estaría mal, aunque no creo que lo logremos, porque incluso ahora, contagiados Uruguay y el Brasil con la cuestión económica, cada uno cuida su quintita”.
Poco antes de estrenar Lagarto blanco, y con el recuerdo fresco de la marcha de repudio a la represión policial en las protestas piqueteras, Posca suma votos a favor de la insurgencia: “Me parece bien que la gente proteste, se están cagando de hambre y no les queda otra”, sostiene. No se lanza como candidato. La política no es lo suyo: “No me veo en el atrio. Fui a marchas, puse el cuerpo, pero ni se me cruza militar porque nunca creí en la clase política. Aun cuando todos los jóvenes creían, yo no”.
–¿Cuando terminó la dictadura, por ejemplo?
–Festejé la democracia, por supuesto, no podía ser ajeno a eso, además ahí hubo creatividad y yo recién empezaba, pero siempre desconfié del discurso. De chiquito, cuando mi viejo despotricaba y añoraba épocas pasadas, porque era peronista, yo ya era un descreído. Pero milito desde mi lugar, desde la honestidad, desde lo laburante, no creo en charlas de café. Creo en la acción y en poner el cuerpo desde otro lugar, me parece más grosso hacer una función a beneficio para gente que se está cagando de hambre, que proponer leyes y juntarme con cuatro amigos a discutir.
–Desde su lugar de discusión, ¿qué propone en Lagarto blanco?
–Hablando de la realidad, todo lo contrario. Es un escape de la realidad. Decidí hacer reír. Creo que la gente necesita divertirse, disfrutar, estar off realidad aunque sea una hora y media, y eso les voy a dar, Es un trip hacia la fantasía.
–¿Puede organizar en algún cauce a esa fantasía?
–Como en hitos, como el regreso de El Perro con dos temas nuevos. Hay una comedia musical deforme, que es en Buenos Aires 2003, donde reina el caos. Hay una comedia musical sobre una historia de amor en ese caos. Tiene que ver con lo que pasa en la noche y la trasnoche, desde la risa.
–¿Por qué prefiere trabajar solo?
–Tiene que ver con un estilo. Para hacer algo mío elijo estar solo, porque tiene que ver con algo que no hace nadie, es un estilo diferente a lo que la gente está acostumbrada a ver en este rubro. Mezclo el teatro con el rock, con la imagen, y nadie mejor que yo para expresar lo que quiero hacer yo. Sería tocar el extremo de reírme de los extremos. Mostrarun futuro cercano y a la vez terrible abordado desde la risa, y desde una historia de enamorados que son castigados: Romeo y Julieta, gays.
–¿Cuál es el mensaje que subyace, por qué contar ese cuento?
–La decisión de apostar acá. Es la primera vez que pienso si quedarme o irme del país. Decidí quedarme y apostar, hacer un show que tiene que ver con eso: cuando todos se van, me quedo y apuesto, sabiendo que es un caos, pero tiene que ver con los afectos. Yo trabajo por eso, y por la tribu que me sigue. Aunque estoy acostumbrado a que muchos no entiendan, algún día lo harán, o vendrán nuevas generaciones con la cabeza más abierta. Tengo mi público que me sigue a full, y gente que me viene a ver desde la tele o el cine. Esa gente por ahí se lleva una sorpresa, y se levanta despavorida a los cinco minutos. Pero la tribu mía no se va.

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Posca dice que su lugar de lucha está en el escenario porque no se ve en una militancia organizada.
“Pero me parece bien que la gente proteste, se está cagando de hambre y no le queda otra”, afirma.
 
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