ESPECTáCULOS
Alimañas, religión, consumismo y Opus Dei
–Usted alude a unas alimañas que se infiltran en la vida de la persona, que destrozan su sensibilidad... ¿A qué alimañas se refiere?
–Esas son las que aparecen en lo que llamo el mundo dado, ese que nos impide vivir por nosotros mismos. El que nos somete, obligándonos a pensar lo que otros quieren. Esa invasión es un insulto, como el ruido que parte de un televisor encendido en un café o las demandas de las estructuras básicas de nuestras sociedades: la religión, el nacionalismo, el capital y la familia. Cada una con su poder y su lenguaje, prepotente o persuasivo.
–Eso impresiona a vivir acechado...
–Yo me siento amenazado, y estoy hablando desde el contexto español. El argentino es otra cosa. Lo que estoy diciendo puede ser secundario en un país donde se pasa hambre. Lo que ha sucedido aquí, esto de los bancos apedreados, es un símbolo. Esos poderes a los que me refiero nos han adocenado. España es un país dominado por el Opus Dei, los falangistas de Cristo Rey, la religión católica y el conservadurismo. Canonizan al fundador del Opus, Josemaría Escrivá de Balaguer, y nueve ministros se pelean por ir a la canonización. Y nadie sale a la calle a condenar esa barbaridad. Uno va al Ministerio de Cultura en época de Navidad y se encuentra con un pesebre. Sólo el 1,4 por ciento de los trabajadores españoles hace algo que le interesa realmente. Un mundo así es horroroso.
–Pero promete seguridad...
–Aquí me encuentro con la sorpresa de que los argentinos prefieren ese mundo mientras yo intento venir siempre que puedo a la Argentina. Allá hay un bombardeo permanente de esos poderes. Quieren convencerte de que el mundo está bien hecho y de que hay una sola forma de hacer las cosas. La gente entra de lleno en eso, y no cuestiona. Se limita a consumir. Es cierto que desde la Argentina se ve a España como un asilo, como un lugar donde protegerse. No se piensa que ese modelo de vida que te quieren imponer conduce a la muerte del creador.