ESPECTáCULOS › ENTREVISTA CON EL DIRECTOR CHILENO ALEX BOWEN

“Nunca nadie les agradeció”

Con un guión escrito (“muy malo inicialmente”, admite el director), Alex Bowen, de 37 años, ganó el premio Corfo de Chile, y pudo hacer las entrevistas a soldados que estuvieron en las trincheras durante el conflicto del Beagle del ‘78 para hacer Mi mejor enemigo. Luego, ganó el premio Fondart. Pero a Bowen le importaba tener las inscripciones oficiales: “No quería un ejército bananero”. Por eso, insistió en el apoyo del ejército durante tres años. “Lo único que les pedí era que no me sacaran la ‘confraternización con el enemigo’”, cuenta Bowen. Pero el director necesitaba también una coproducción argentina. En el Festival de Mar del Plata del año pasado acercó su guión a tres productoras. Pablo Trapero y el productor Hugo Castro, de Matanza Cine, aceptaron el emprendimiento. Trapero abrió a Bowen una puerta en Europa.
–¿Cómo es su relación con las fuerzas armadas chilenas?
–Somos una generación marcada por Augusto Pinochet. Es la historia de Chile con sus instituciones. Fui opositor durante la dictadura, estuve en la campaña por el No. Pero creo que el proceso de reconciliación tiene que mostrar que ser soldado no es un pecado, es una opción de un país democrático. Estos seres cumplieron su deber y el país no hizo nada por agradecerles.
–¿Cómo enfoca el posible enfrentamiento argentino-chileno de 1978?
–Está claro que era una guerra absurda, pero cuando los mandaron al sur les dijeron “hay que matar argentinos”. Después, los generales decidieron que el conflicto había terminado. Nadie les avisó nada a los soldaditos.
–¿Y qué visión tienen en Chile de los argentinos?
–La visión histórica es de los argentinos que van a Reñaca a ganarse las mujeres chilenas. Siempre se llevaron nuestras mujeres en las temporadas de verano, y después las devolvieron. La Argentina se veía como un país más grande, con más plata, más imponente.
–¿Por qué contar una historia de trincheras?
–Si no haces nada para ayudar a que esto termine, eres cómplice. Muchos de los que vinieron al sur se tomaron el asunto como un tema nacional, un concepto de país. Entrevisté a muchos chilenos que estuvieron en las trincheras: algunos semanas, otros días, otros meses. Estaban seguros de que ganaban cuando militarmente la Argentina nos pasaba por encima.
–¿Cómo contactó a la gente?
–Puse un aviso en el diario “Si estuviste en las trincheras en 1978, queremos conocer tu historia”. Se llenaron las líneas telefónicas de gente que quería contarnos cosas. Elegí 50 historias, de allí salieron los testimonios para la ficción. Llevo tres años modificando el guión, entre ellas la historia de enemigos que jugaban al fútbol. Aún hoy, durante el rodaje, lo estoy modificando. Conocí el caso de un comunista chileno que fue a pelear y me decía “no fui a pelear por Pinochet, fui a pelear por mi mujer, mi familia, mi barrio, mis vecinos...”
–¿Por qué se acercó a esta historia?
–Visitando Punta Arenas me enteré de los campos minados. Me contaron historias de trincheras. En el ‘78 era un niño, tenía un mapa en mi pieza y jugaba a ver qué países nos iban a ayudar en caso de la guerra, y qué países iban a ayudar a la Argentina. Hoy me gustaría incluir –si el guión me lo permitiera de algún modo– el asunto de Bolivia. Porque la mía es una película bolivariana. Y nuestras historias están supertapadas.

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