ESPECTáCULOS › LA CHARLA DEL JUEVES POR LA NOCHE EN EL MALBA
Las intimidades del proceso creativo
Por Verónica Abdala
Paul Auster ingresó caminando con dificultad –tiene una flebitis en una de las piernas– al auditorio del Museo de Arte Latinoamericano, y pareció complacido al ver a las casi trescientas personas que colmaban la sala. Después dialogó durante una hora con la ensayista Cristina Piña. Estas fueron algunas de las ideas que expresó, a lo largo de una charla de dos horas:
- “La escritura es mitad disfrute y mitad sufrimiento. Yo atravieso por momentos de inmenso placer mientras escribo, y otros de dolor e incertidumbre: ‘Hace 20 años eras bueno –me digo–, pero ya no tenés nada que hacer’. Tengo días en que no se me ocurren temas, o siento que avanzo en el rumbo equivocado, pero sin embargo persisto. Porque sé que el trabajo duro es lo único que puede llevarme a hacer algo bueno.”
- “Cuando salgo del cuartito en donde me encierro a escribir (el de los escritores, definitivamente es un trabajo extraño), trato de no pensar más en el libro en el que estoy trabajando. Me distraigo, intento pensar en otras cosas, o planificar nuevos proyectos. Porque estoy convencido de que es en esos ‘tiempos muertos’ que en realidad se gestan las novelas, cuando yo descanso, y el que trabaja es mi inconsciente.”
- “Sé que los periodistas escriben artículos sobre mis libros; y los académicos, trabajos en los que supuestamente revelan algunas claves de mi obra. En cuanto a los primeros, tengo para decir que prefiero ni leerlos: la mayoría de las veces trabajan contra reloj, y lo que escriben no suele ser muy interesante. Incluso cuando pretenden halagarme, equivocan los aspectos que resaltan como positivos: casi nunca estamos de acuerdo. Y en cuanto a los segundos, me dan un poco de gracia. ¿Qué puedo decir? Les pediría encarecidamente que antes de intentar sistematizar mi obra o hacer cualquier tipo de análisis global, esperen que me muera. Porque, por si no lo saben todavía, estoy vivo y escribo, y eso significa que mi obra muta día tras día, evoluciona. Cuando esté muerto sí, ahí podrán escribir todo lo que quieran.”
- “No entiendo cómo alguien podría escribir una novela si no ama a sus personajes. Como novelista, sé que estoy en cada uno de ellos, pero también que ellos están fuera de mí, que tienen vida propia. Una vez un editor me ordenó: ‘Cambiá esta acción por aquella’. Le respondí: ellos son los que deciden qué se puede hacer y qué no, no hay nada que pueda hacer con eso.”
- “En realidad mi ficción no es autobiográfica. Los críticos se equivocan mucho al respecto. Es cierto que en la portada de mis libros dice Paul Auster, y que hasta nombré así a alguno de mis personajes. Pero el que habla en mis libros no soy yo, es la voz del narrador. Es muy importante distinguir al Auster escritor del Auster hombre.”
- “Los tres años que viví en París (de 1971 a 1974) cambiaron radicalmente el modo en que me manejaba, en la escritura y en la vida. Sin dudas, no sería el que hoy soy de no ser por esa experiencia. Allí me relacioné con un círculo de personas que tenían una cuota de idealismo que me inspiró y me llenó de esperanza. No creo que eso hubiese sido posible en Estados Unidos, en donde la competencia es tan grande.”
- “Dirigir Lulu on the Bridge fue todo un desafío para mí. Lo hice porque había dirigido un poco en Cigarros y en Humos del vecino, y le había tomado el gustito. Lo más entretenido es que la gente te respeta como si fueras un general del ejército o algo parecido: te hacen muchas preguntas y creen que tenés respuesta para todo. Te llaman ‘señor’ además, y eso me hacía sentir importante... La verdad es que fue muy divertido.”
- “En cuanto a lo que supone estar casado con una escritora (Siri Husvedt), mucho no puedo opinar, ¡porque no estuve casado con otras! En realidad los dos confiamos en nuestras respectivas ‘inteligencias literarias’; bah, también confiamos en todos los demás aspectos de nuestras vidas. Nos apoyamos y criticamos mutuamente, y nos admiramos, claro. Si no, no veo cómo podríamos compartir algo. Yo le digo: ‘Hay tantagente interesada en lo que pienso... ¡Vení que te voy a hablar tres horas de mi libro!’.”