ESPECTáCULOS › OPINION

Acerca de “Vidas privadas”

Por Pablo L. Nisenson*

En clave de tragedia griega contemporánea, la película de Fito Páez se sumerge de lleno en la herida más grande de nuestra historia reciente, y desde ahí nos interroga y nos conmueve. Sus personajes viven –sobreviven– con sus “vidas privadas”; privadas de historia, privadas de afecto, privadas de sentidos, privadas de vida.
Cuando Cecilia Roth vuelve a la Argentina –viene sobrellevando un “exitoso” exilio de 20 años en España– para acompañar a su padre Alterio que está por morir, se le viene encima irreversiblemente su/nuestro pasado que por todos los medios había intentado dejar atrás. Su personaje no quiere recordar, sólo seguir adelante, aun a costa de ir por la vida “amputada”, de no ser un ser humano completo. Y es –genial– esta misma falta la que la conduce al reencuentro del pasado. Es entonces cuando se cierra un ciclo, se resuelve el trauma, pero se inicia la tragedia.
Y la tragedia de Vidas privadas es la nuestra, la de nuestros días. El mazazo del ‘76 signa con violencia original nuestra historia presente porque aquellos crímenes –sociales, políticos, económicos– aún no han sido juzgados. Entonces, aquellas semillas del terror germinaron por doquier y hoy nos brindan sus frutos letales.
De haber sido otra la historia la obra de Fito Páez sería material de estudio histórico y no un tratado de actualidad, que apela a nuestra inteligencia emocional para desde ahí, sólo desde ahí, clarificar la razón e intentar comprender el presente.

* Director de cine, autor de
Los espíritus patrióticos.

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