ESPECTáCULOS

Textual

Rustichello nota que el relato, contado por segunda vez, se debilita. Es verdad que Polo no era un auténtico narrador, ni un juglar, ni un contador de ferias, ni un trovador, ni un novelista como él, ni un casi poeta como él –que poco le faltaría para serlo si no lo perturbara el fantasma de Gattilusio–, que era en realidad desmañado y falto de gracia, y que la gracia del libro debía descansar en su ingenio, pero ahora, además, era evidente que el veneciano simplificaba, omitía detalles, vacilaba en las peripecias. Los infantes habían quedado reducidos a la mitad, el aire seguía siendo caliente pero ya no ardía, los muertos no estaban cocidos sino apenas tostados, los miembros que se desprendían de los troncos no eran sino apenas dos. La repetición había gastado la historia. (...) La voz del narrador, nunca demasiado viva, nunca impetuosa, se había alisado hasta volverse una sola planicie monótona donde los pastos sucedían a otros pastos. Y si la palabra no vibraba al contar, si no vibraba ni siquiera un poco, si la convicción se debilitaba, si el narrar mantenía la apariencia pero no la consistencia, aunque la cabeza del que contaba estuviese llena de cosas maravillosas como un cofre turco, el interés del que escuchaba, y con él la sorpresa, se escurría.

* Fragmento de El turno del escriba.

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