ESPECTáCULOS

Imágenes de un viaje inolvidable

Alejandra Palacios tenía 22 años cuando emprendió el viaje con un objetivo: registrar en imágenes la travesía. Palacios había trabajado en revistas como Pelo, Cerdos & Peces, Humor, Pan Caliente y Twist y Gritos, de Tom Lupo, y era laboratorista de Andy Cherniavsky. El viaje le cambió la vida a ella y a Santaolalla: hoy son marido y mujer, y tienen dos hijos. Fueron cinco rollos por día, que arrojaron un total de casi 9 mil fotos. Una selección de ellas conforman el libro publicado por editorial Retina, que salió junto con la reedición discográfica.
Allí está Gieco empujando un valijón, a punto de partir desde Buenos Aires. Cientos de chicos con sus guardapolvos blancos llenando un anfiteatro al aire libre, en Tucumán, para participar del canto colectivo propuesto por Leda Valladares. La sonrisa de la coplera Gerónima Sequeira, en los Valles Calchaquíes. Gieco y Santaolalla marchando junto a la banda de sicuris Los Beteranos de Tilcara (sic), en Jujuy. Sixto Palavecino con su violín en el Monte de Atamisqui. Y un joven y barbado Peteco Carabajal, y la niña Roxana Carabajal, en la casa de la abuela en La Banda.
La foto preferida de Palacios es la que ilustra el arte de la recopilación: León Gieco se aleja caminando por un muelle del Canal del Beagle, en Ushuaia. “Habíamos ido a buscar locación, y al día siguiente cantó con Isabel Parra Por un puñado de tierra, en un momento en que el conflicto con Chile era candente”, recuerda la fotógrafa. “En aquel viaje aprendí otra forma de trabajar, con mucha disciplina y un gran compromiso. Por algo hace veinte años que saqué esas fotos y de alguna manera hoy son más actuales. Yo venía de revistas de rock, acostumbrada al delirio. Con Gustavo nunca nada es un delirio. Como productor, él necesita cincuenta demos para llegar a doce canciones. Así fue conmigo: me pidió cinco rollos por día”, cuenta Palacios. En ese marco, su historia de amor encontró un escenario ideal: “Serrat fue a Tucumán, donde estábamos, para conocer lo que pasaba con el canto colectivo. Dio un recital, y después de escucharlo nos enganchamos con Gustavo. Era todo como de película. Eso sí: fuera del horario de trabajo”.

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