ESPECTáCULOS
“Spiderman”, o el comic con corazón de telenovela
Por Martín Pérez
“Como toda historia digna de contarse, esta historia es sobre una chica”, dice la voz en off de Tobey Maguire apenas iniciado el metraje de El hombre araña, el superhéroe adolescente por excelencia. Y si se trata de adolescentes, y ese subgénero de aventuras para esa franja de edad llamado historias de iniciación, seguramente en el medio estarán las hormonas. Y, obviamente, alguna chica. Estudiante literario freak en Fin de semana de locos, Maguire completa de la mejor manera su adolescencia cinematográfica con el papel de Peter Parker, y su historia –antes que a los superpoderes o a sus superaventuras– tiene como centro a Mary Jane, su vecina, interpretada por la bella Kirsten Dunst. “La chica que he amado desde antes que me gustasen las chicas”, según la presenta Maguire en la voz de Parker, aunque casi hablando como el precoz literato de Fin de semana de locos.
A diferencia de Superman o Batman, los superhéroes del comic más clásico norteamericano, El hombre araña supo ser el emblema de una segunda generación de superhéroes, llegados en los ‘70 de la mano de Stan Lee para renovar el género. A diferencia de los decididos superhéroes de DC Comics, los personajes de la Marvel –la editorial de Stan Lee– eran conflictuados y dubitativos, y sus superpoderes no hacían más que llenarlos de dudas. Héroes cuasi-psicoanalizados, los personajes de Lee eran humanos antes que superídem, y semejante revisionismo los transformó en los protagonistas de su época. Junto al rock y al Che Guevara, el Hombre Araña supo estar colgado en los cuartos de los estudiantes estadounidenses de la década del ‘70, y es un icono de aquella época. Hacía tiempo que Hollywood deseaba hincarle el diente a semejante personaje, y quien supo llegar más lejos en ese trabajo fue nada menos que James Cameron. Pero fue Sam Raimi –a quien alguna vez pudo pensarse como la versión mainstream de los hermanos Coen– quien finalmente terminó fichando tarjeta.
Como buen film adolescente, El hombre araña aparece casi como una película en formación. Por momentos parece ser un trabajo integrado, y en otros se revela como apocalíptico. Y a veces incluso esa ambigüedad sucede al mismo tiempo. Lo mismo le sucede a Parker, que va descubriendo sus poderes y lo duro que puede ser el mundo real casi al mismo tiempo. Alfeñique de 44 kilos y anteojos al comienzo del film, y superhéroe de músculos y visión perfecta luego de ser picado por una araña genéticamente perfeccionada –el signo de los tiempos: en la versión original era radioactiva–, Parker descubrirá que crecer significa ser otro. Y lo mismo le sucede al film, que de una larga presentación casi entre algodones ganará impulso al pasar a su aventura central, con antagonista y riesgos físicos y morales. “Estás creciendo, yo pasé por lo mismo”, le dirá su tío, intentando ayudar a Parker en su crecimiento. “No pasaste exactamente por esto”, atinará a responderle Peter, que está aprendiendo a arrojar tela de araña desde su muñeca para poder colgarse de los edificios. Además del crecimiento, otra característica presente en este Hombre Araña de Raimi es la dualidad. Su antagonista –un Green Goblin interpretado por Dafoe, que es digno de ser comparado con aquel Joker de Nicholson– aparece casi a la par que él va descubriendo sus poderes, y ambos tienen personalidades secretas que se irán cruzando por las calles y los balcones de Nueva York. Divertida cuando Raimi decide soltarse en cada escena de acción –en una de ellas, fundamental para el personaje, aparece el protagonista de sus films de culto, Bruce Campbell–, lo que en realidad oculta El hombre araña es un corazón de telenovela. Porque eso es lo que le da personalidad a este film de un amor imposible, el del vecino –oculto primero detrás de su timidez, y luego detrás de una máscara– por su vecina, el del protagonista por la chica del film, que siempre se irá con otro. A pesar de los superpoderes, o por culpa de ellos. Porque, para bien y para mal, El hombre araña –como todos los superhéroes luego del revisionismo marca Marvel– antes que nada es humano.