ESPECTáCULOS › “VIVIR MATA”, UN EXPERIMENTO DE NICOLAS ECHEVARRIA

México en plan de comedia

 Por Horacio Bernades

”He conocido una chava que me trae pendejo”, anuncia Diego a sus amigos Chepe y Helmut, que como él son pintores y se ganan la vida haciendo cualquier otra cosa, desde pintar afiches hasta fabricar muñequitos de goma. Como los tres amigos se pasan la película entera varados en un infernal congestionamiento de tráfico en las afueras de Ciudad de México, habrá tiempo de sobra para que el protagonista les cuente dónde y cómo conoció a esa chica que lo vuelve loco, tal la traducción al argentino de tan folklórica expresión. Mientras los tres se lamentan por el inaudito atascamiento, rechazan a una miríada de vendedores ambulantes e intentan convencer al ejército de limpiadores de parabrisas de seguir viaje hasta el auto de atrás; la chica, que se llama Silvia y es locutora de radio, le cuenta sus cuitas amorosas a su mejor amiga. No hace falta ser excesivamente perspicaz para adivinar que Diego y Silvia deberán reencontrarse fatalmente al final, por mucho que el tráfico de México city y las mañas de ambos se empeñen en impedirlo.
Recién estrenada en su país de origen, Vivir mata coincide con la reciente Y tu mamá también en que cuenta dos historias por caminos paralelos. Si la película de Cuarón narraba la escapada sexual de sus protagonistas, dejando ver como telón de fondo los datos y las marcas de la sociedad mexicana de hoy, otro tanto hace Nicolás Echevarría –veterano realizador hasta ahora desconocido en Argentina–, al mostrar, del otro lado de las ventanillas del auto, un mundo de gente que debe rebuscárselas para vivir. Teniendo en cuenta que no tenía por qué hacerlo (si hay un género que transcurra en el limbo, es la comedia romántica), es loable el modo en que el realizador hace entrar a México por la ventana. Y ése es sin duda su mayor mérito.
Intento de comedia “moderna” –si por tal se entiende una de ritmo rápido y referencias contemporáneas–, en su terreno específico Vivir mata suena forzada. Forzada es la interpretación de algunos actores (sobre todo la protagonista, Susana Zabaleta, cuya formación como actriz de ópera la conduce a exageradas gesticulaciones) y también la estructura no-lineal del film, que cruza tiempos y hasta espacios virtuales, como cuando los interlocutores del protagonista se corporizan en el relato de éste. Cuando no se esfuerzan por ser cómicos, los diálogos escritos por el guionista Juan Villoro tienen su sal. Algunos personajes secundarios parecen mejor delineados que los protagónicos, que llegan a ostentar costumbres tan inexplicables como la propensión de Silvia a comer veneno para ratas. Pero si hay un pecado venial en esta comedia romántica, es que a sus protagonistas nunca se los siente tan flechados como declaman estarlo.

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