Miércoles, 11 de noviembre de 2009 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
A partir de los debates planteados por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, Daniel Cabrera vuelve a instalar la discusión sobre la construcción de la realidad en torno de los medios y de las audiencias.
Por Daniel Cabrera *
Curiosamente, las posturas esgrimidas por los dos bandos que parecen haberse formado en torno de la denominada ley de medios tienen un punto en común que resulta necesario analizar.
Por un lado, dicen los defensores de la nueva ley que los medios manipulan la realidad y no la reflejan tal cual es. Desde el otro, se defiende al gremio alegando que los medios muestran lo que sucede tal cual es.
Se infiere lógicamente de dichas premisas que una de las dos partes falta a la verdad, que la realidad es una sola y que todos podríamos observarla y transmitirla de la misma manera. ¿Es esto posible?
¿Es factible que todos veamos la misma realidad y la difundamos sin dejarnos influir por nuestros valores, por nuestra óptica, por nuestra posición social y política?
¿Por qué no aceptar que cada uno ve lo que quiere, o lo que puede, y lo comunica en consecuencia? La objetividad es un anhelo quimérico, aunque hay que hacer el máximo esfuerzo posible por lograr una subjetividad razonable y compartible.
De lo que se deduce que la realidad puede ser una sola, pero cada uno la construye basándose en sus creencias y, por lo tanto, cada uno la transmite, inevitablemente, de manera sesgada: resaltando, ocultando, enfatizando lo que su leal saber y entender indica.
Siendo más que obvio que siempre hay, al menos, dos puntos de vista respecto de un mismo fenómeno, resulta muy alentador que la nueva ley reprima monopolios, oligopolios o cualquier concentración exagerada de miradas; pero también es excedido el temor a la manipulación.
El poder de los medios masivos de comunicación se viene estudiando en las ciencias sociales desde hace casi un siglo. Luego de pasar por etapas en las que se creía que los medios influían directa e inmediatamente en el público, obligando a una única lectura y forzando unanimidad de respuestas frente al estímulo mediático, el consenso actual reconoce a los medios su capacidad para imponer temas y para operar sobre la cognición a mediano y largo plazo, pero no para decirnos qué pensar sobre cada tema.
Por otra parte, recientes estudios otorgan a las audiencias cierta competencia para decodificar los mensajes, independientemente de las intenciones de los mensajeros.
¿Cómo sostener, si no, las diferentes interpretaciones que el público hace de un mismo evento? ¿Cómo explicar que no haya opiniones unánimes para todos los asuntos que los medios ponen en agenda?
Como bien dijo un líder político ya fallecido: se puede engañar a muchos durante un cierto tiempo; o a unos pocos durante mucho tiempo; pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Los medios pueden ser un gran monstruo, pero la gente no es estúpida.
* Licenciado en Ciencia Política, docente e investigador (UBA).
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