LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Final de ciclo

Gustavo Bulla sostiene que con las elecciones del 23 de octubre también se puso fin a una forma de hacer política: la política virtual.

 Por Gustavo Bulla *

La década del ’80 promediaba cuando el entonces promisorio dirigente de la Renovación Peronista, Carlos Grosso, supo confesarle a Bernardo Neustadt que cambiaría gustoso “un minuto de televisión por cien unidades básicas”. Se iniciaba así, al menos desde la legitimación pública, la “videopolítica” en la Argentina.

Si consideramos al que después fue intendente de Buenos Aires más por su “currículum” que por su “prontuario”, debemos reconocer su carácter vanguardista; hacia el final de esa década comenzaría un ciclo en el cual la política, el desarrollo de las carreras políticas, los debates políticos, encontraron en los medios de comunicación no sólo su espacio privilegiado sino que prácticamente el exclusivo. A derecha y a izquierda, una porción importante de la acción política pasó por la construcción de acontecimientos televisables. Buena parte de la oposición al menemismo vio crecer a su dirigencia al calor de los focos de los sets televisivos. No es que los referentes fueran prohijados por las producciones de los programas periodísticos, porque algunos de los que más carrera hicieron podían exhibir varias décadas de militancia política. Otros provenían de actuación destacada en movimientos sociales, en el Poder Judicial o en alguna actividad artística. Pero todos encontraron en los medios el ámbito ideal para la construcción política entendida en los términos noventistas: acumulación de consenso personal en segmentos de la así llamada opinión pública.

La conferencia de prensa, el anuncio y la denuncia pasaron a ser las principales acciones políticas de esa dirigencia mediatizada. Y por supuesto, la presencia continua en los programas de la tele abierta y de las señales de cable.

Muchos de esos dirigentes llegaron a creer que ésa era la nueva política. Una relación directa entre ellos y la gente, sin mediación aparente. La militancia política comenzó a no encontrar espacio donde desarrollarse. Hasta se convirtió en un estorbo para buena parte de la dirigencia, liberada de los continuos cuestionamientos internos por obra y gracia de la magia de la televisión.

En lugar de los órganos partidarios clásicos, el proceso de selección de los dirigentes tuvo que ver cada vez más con las agendas de los productores y/o el deseo de los conductores de programas periodísticos. La virtud del conductor político fue cediendo a favor del “dar bien en cámara...”

La devastadora crisis que estalló en diciembre de 2001 puso también en cuestión la validez –hasta ese momento indiscutida– de la videopolítica. Porque lo que quedó cuestionado entre otras cosas fue el papel que los medios de comunicación jugaron durante el surgimiento, desarrollo y desenlace de la crisis.

La elección de Néstor Kirchner en 2003 y el desarrollo de su exitoso gobierno por lo menos demostraron que no era imprescindible que la política se hiciera a través de los medios. En todo caso, durante ese período los medios volvieron a ser eso, un medio para comunicar la política construida y militada en el espacio de la vida social.

Por supuesto que hubo una segunda generación de políticos, mayoritariamente nucleados en la oposición, que siguió fatigando estudios de TV y accediendo a los llamados telefónicos de los programas radiales. Varios de ellos, de ignota trayectoria previa, alcanzaron notoriedad y consideración pública sin la necesidad de “hacerse de abajo” en la militancia política y/o social. Y de tanto verlos y escucharlos hasta nos acostumbramos a pensar que debían representar a sectores de la sociedad...

El debate público desatado a partir de 2008 en torno de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual criticó de manera integral el rol social que cumplen los medios masivos en una sociedad democrática. La infinidad de artículos que se vienen publicando en esta sección me exime de ofrecer más detalles.

En este derrotero, los resultados de la excepcional elección presidencial también significan un fin de ciclo; el de la política virtual. Los candidatos menos acompañados por el voto popular fueron los que de manera más sumisa se entregaron a ser hablados por los intereses más inmediatos de los empresarios mediáticos. Elisa Carrió, Eduardo Duhalde y Ricardo Alfonsín son los ejemplos más resonantes, a los que deberíamos agregar los que naufragaron antes, como Julio Cobos, Felipe Solá y Fernando Solanas, por sólo mencionar a los que supieron abrigar vocaciones presidenciales.

A todos ellos, la construcción mediáticodependiente no sólo no les alcanzó, sino que resultó en buena medida su penitencia.

* Docente e investigador en políticas de comunicación UBA / UNLZ. Director nacional de Supervisión y Evaluación - Afsca.

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