Miércoles, 21 de octubre de 2015 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Tomando en cuenta el tratamiento periodístico que los medios capitalinos más poderosos hacen sobre la realidad de las provincias, Eliana Verón sostiene que los medios nacionales practican diversos tipos de discriminación que reducen realidades sociales a meros aspectos de clientelismo extorsivo.
Por Eliana Verón *
Edwing Goffman, en su trabajo Estigma. La identidad deteriorada, sostuvo que “la sociedad establece los medios para categorizar a las personas”. Constantemente definimos al “otro” y lo ubicamos dentro de una de esas categorías atribuyéndoles una “identidad social virtual” que se corresponde con nuestros esquemas estereotipados. Cuando ese esquema se desestructura aparece el estigma y funciona de manera referencial subrayando características descalificadoras sobre un sujeto.
Si bien el autor referencia a las marcas corporales visibles en los sujetos, desde la antigua Grecia y pasando por el cristianismo hasta la actualidad, la definición se reactualiza para comprender las marcas descalificadoras que ciertos medios dominantes laceran sobre el cuerpo social argentino y norteño en particular. Esta cita viene a cuento sobre la instalación mediática de los niveles de pobreza, indigencia, clientelismo estructural, en torno a las provincias de Tucumán y Chaco. Me abstengo de indagar sobre el oportunismo político de esa instalación producida durante y antes de las elecciones de aquellas provincias. Pero me urge la necesidad, como chaqueña, de no aceptar una mirada estigmatizante sobre mi provincia, ni un recorte superficial que escatima posibilidades de análisis y reflexiones acerca de una región que sólo existe mediáticamente cuando las corporaciones así lo deciden. Sin embargo, es imperioso actualizar el conocimiento sobre Chaco antes de disparar expresiones agraviantes.
Tras ser territorio nacional hasta 1951, luego su consagración como provincia y hasta hoy, tuvo como característica sociodemográfica al Estado como único “burgués” capaz de estimular o perjudicar su desarrollo. No se puede entender ninguna región sin tener en cuenta los procesos históricos-políticos que experimentó. Los medios nacionales, valiéndose de sus esquemas clasificatorios y de una supuesta legitimidad social, practican diversos tipos de discriminación que reducen realidades sociales a meros aspectos de clientelismo extorsivo. A partir una mirada cínica y de condolencia, acerca de pobres e indigentes en el interior profundo, no elaboran más que una teoría del estigma. En el marco de una lucha simbólica, cimentan imaginarios sociales que sustentan sus prácticas y discursos para explicar la “inferioridad” de estas poblaciones. Y dan cuenta del peligro que representan para esa comunidad imaginaria de la Argentina blanca y centralista.
Pero Chaco no sólo deviene de una pobreza estructural, real, palpable y absurda, sino también de muchas batallas ninguneadas en el mapa argumentativo de los grandes medios y sus periodistas. Los chaqueños atravesaron profusas explotaciones de sus recursos, masacres indígenas perpetradas por el Estado tanto nacional como provincial, importantes resistencias obreras en los dominios ingleses del Ingenio Las Palmas y La Forestal a principios del siglo XX. Las luchas de miles de militantes sociales, políticos, culturales y estudiantiles que enfrentaron la represión más sanguinaria de las dictaduras cívico-militares, y la tenacidad de maestros y empleados estatales que durante los 90 continuaron combatiendo las represiones de gobiernos radicales por un salario digno ante la imposición de los nefastos “Quebrachos”, dan testimonio de esa combatividad.
Podría extenderme con una o muchas listas acerca de la dignidad de una provincia que tiene marcado en su cuerpo territorial las injusticias sociales. Sin embargo, es suficiente para contextualizar la disputa por el sentido. Su apropiación y administración implican una lucha que se da no sólo en el espacio cultural y político, sino también en el comunicacional y con características demasiado desparejas: los paradigmas mediáticos de las grandes corporaciones se obsesionan contra quienes carecen de tamañas armas para enfrentarlos.
Esta pugna es, además, por el mercado lingüístico, en el que no existe el intercambio de valores sino relaciones de fuerzas, y situaciones sociales de profunda desigualdad, que conllevan procesos de dominación y censura estructural de unos discursos sobre otros. De sus discursos sobre los nuestros. Podrán tener efectivamente la capacidad de repetición y selección estableciéndose como factores suficientes para explicar, fundamentar, sostener las etiquetas epistemológicas y hasta estigmatizantes de poblaciones enteras que ellos mismos configuran. Pero cabe decirles que no me cuenten a Chaco, porque no somos tontos históricos.
Es imperiosa una reacción colectiva con pensamiento crítico, no sólo para disputarles el sentido único, sino porque falta una revisión contemporánea y un análisis abarcador del interior profundo. Una mirada que supere el etnocentrismo y lo superfluo de reflexiones sin el peso de los procesos históricos. Ese es el desafío.
* Locutora local. Estudiante de Ciencias de la Comunicación, UBA.
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