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Elogio del flagelo

Jorge Luis Duperré advierte sobre la catarata de “buenas noticias” que buscan legitimar medidas antipopulares y sostiene que forman parte de una política comunicacional destinada a configurar un discurso economicista escindido de los costos sociales que tales decisiones suponen.

 Por Jorge Luis Duperré *

Desde San Luis

En las últimas semanas los medios nacionales más poderosos se han hecho eco de las opiniones aprobatorias manifestadas por el establishment financiero internacional, respecto de la nueva orientación que, en materia de política económica, ha trazado el gobierno de Mauricio Macri. En efecto, renombrados opinadores y editorialistas no han escatimado en el uso de adjetivaciones elogiosas para referirse al beneplácito con el que organismos financieros y gubernamentales foráneos se han referido a la voluntad, exhibida por la administración actual, de poner fin a la compulsa legal con los fondos buitres a como dé lugar.

Abundan ejemplos al respecto. Por citar algunos: el diario Clarín, en su tapa del día 5 de febrero, resaltaba que “Para el FMI ‘es alentador’ que el país negocie con los buitres”, y en la tapa del lunes 8 destacaba el “Guiño de los EE.UU. a la oferta de Argentina a los buitres”. En la misma dirección, el diario La Nación titulaba ese día “Fuerte respaldo del gobierno de EE. UU. a la propuesta argentina para pagarles a los holdouts”.

A esto debería agregarse los numerosos artículos publicados por estos y otros medios afines referidos, por un lado, al júbilo con el que el mediador Dan Pollack –designado por el juez Griesa para la negociación con los bonistas– recibió la oferta del equipo argentino en Nueva York y, por el otro, a la elevación de la nota de deuda nacional realizada por la polémica agencia de calificación de riesgo estadounidense Standard&Poor’s, una suerte de aval a la intención de endeudamiento manifestada por el ministro de Hacienda, Alfonso de Prat-Gay, requisito necesario para el desembolso en contado de alrededor de 8100 millones de dólares (monto resultante de lo que, en caso de prosperar, nuestro país deberá abonar a los buitres neoyorquinos, sumado a lo que reclaman los litigantes italianos ante el Ciadi).

Naturalmente, esta catarata de “buenas noticias” no es gratuita. Por el contrario, posibilita, a través de eufemismos y tratamientos sesgados, legitimar una serie de medidas a todas luces antipopulares, entre ellas el proceso de endeudamiento monumental que busca emprender el Ejecutivo nacional, contando, para ello, con el retorno de las auditorías del FMI. De esta forma, los grandes medios (muchos de cuyos agentes desembarcaron en la nueva administración) instrumentan una política comunicacional tendiente a configurar un discurso economicista, escindido de las costos sociales que tales medidas suponen: términos como competitividad, previsibilidad, credibilidad o sinceramiento, forman parte del vademecum al que recurre el gobierno actual para el saneamiento de unas cuentas públicas supuestamente aquejadas por los extravíos del kirchnerismo. En tanto que los debates entorno a la distribución de la riqueza, la desigualdad, el desempleo parecieran haber desaparecido de la agenda mediática dominante.

Ahora bien, ¿es novedosa esta estrategia consistente en recurrir a los agentes financieros y gubernamentales internacionales –en tanto aparentes fuentes de autoridad–, para respaldar medidas que afectan nuestra soberanía y democracia, sin que ello se traduzca en un aumento inmediato de la conflictividad social? La respuesta es negativa. Basta solo con recordar cómo los mismos medios hegemónicos destacaban algunas de las medidas que desencadenaron la peor crisis política y social de nuestra historia, la del año 2001. Por citar sólo algunos casos: el 19 de diciembre del 2000 el título central de Clarín era “El blindaje es de casi cuarenta millones”, acompañado por la siguiente volanta “el gobierno logró un fuerte respaldo internacional, encabezado por el FMI”. En otra edición este diario informaba sobre el apoyo de los ex mandatarios Bush, Blair y Aznar para que el FMI ayudara a la Argentina, destacando la fortaleza del plan de ajuste encarado por el gobierno de De la Rúa (04/08/2001). Por su parte, La Nación resaltaba que “El FMI elogió la convertibilidad” (15/04/2000), y más abajo subrayaba el éxito de la política monetaria del países.

Lo anterior pone en evidencia lo poco novedoso que resulta la estrategia orquestada actualmente por el poder mediático, en connivencia con la alianza gobernante; un discurso poblado de argumentos manidos, que legitima, a partir de la apelación al consentimiento del poder financiero internacional, un modelo económico que atenta contra del bien común de la mayoría de los argentinos.

Valga la comparación de la lógica política comunicacional descripta con la metáfora del verdugo que realza el valor con que su víctima afronta su inminente fin. Un verdadero elogio del flagelo, tan caro a nuestra historia reciente.

* Docente Universidad Nacional de San Luis

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