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Según la Bonaerense de Pilar, Brian Ezequiel Montenegro fue detenido “gracias al operativo especial” montado por la Coordinación Departamental Pilar. El operativo –dijeron ante las cámaras y grabadores ávidos de noticias frescas– fue cubierto “por 220 efectivos de las comisarías y del área de investigaciones que buscaban en la calle y montaban vigilancia encubierta en los domicilios a los que podía ir el prófugo”. Es más, un anónimo “jefe policial” deslizó desbordante de orgullo que “tarde o temprano lo íbamos a detener y lo logramos”. No hubo repreguntas periodísticas.

Permítame subrayar su orgullo señor jefe anónimo: lo detuvieron tarde. Es más, lo detuvieron utilizando 220 uniformados que sacaron de comisarías cuando hubieran evitado el crimen sacando a uno solo y colocándolo de consigna en la puerta de la casa de la mujer o de la del denunciado. Me pregunto por qué los llamarán “efectivos”.

Desde la fiscalía que investiga el caso y que se llama Unidad Especializada en Violencia de Género se soslayó que “no se intentaba responsabilizar a la víctima, pero en la fiscalía no se sabía que Montenegro solía acosarla pese a la restricción perimetral”. La fiscalía falló en su intención, porque sí la responsabiliza.

Me pregunto si la Justicia, cuando ordena una restricción perimetral, confía en la buena fe del denunciado. Y en caso de que no la tenga, confía en la obligación de la denunciante de sobrevivir para denunciar el incumplimiento. Dice la misma fuente fiscal que Débora Díaz no tenía un botón antipánico porque nunca dijo que Montenegro violaba la restricción. Me pregunto para qué sirve un botón antipánico si estamos hablando de intencionalidad femicida. ¿Habrá tiempo de presionarlo? ¿O son útiles para que los “efectivos” sepan que tienen un prófugo que buscar? Me pregunto si la prensa continuará repitiendo o intentará forzar a que “efectivos” e “investigadores” se pongan en el lugar de las víctimas no para arrojarles flores después, sino para entenderlas antes de que las maten.

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