Jueves, 27 de agosto de 2015 | Hoy
PSICOLOGíA › SOBRE LA PELíCULA EL CLAN
Por Sergio Zabalza *
La película El clan, de Pablo Trapero, narra la monstruosa actividad de un padre de familia durante los últimos años de la dictadura y comienzos de la democracia. Con la velada protección de los servicios de inteligencia y amparado en la fama de su hijo Alejandro –integrante de la selección argentina de rugby–, Arquímedes se dedicaba a secuestrar personas de alto poder adquisitivo y recluirlas en la bañera, primero, y después en el sótano de su propia casa de San Isidro. Luego cobraba el rescate y las asesinaba. Las víctimas eran amigos o pertenecían al entorno del rugbier, quien participaba en los secuestros aunque no de los asesinatos.
Vale preguntarse cómo este hombre lograba –en mayor o menor grado y sea por acción u omisión– la complicidad del resto de los integrantes de su familia, integrada por su esposa y cinco hijos, algunos de ellos menores de edad. Lacan introduce una fina distinción conceptual en la figura del canalla: ese que sabe ubicarse como referente absoluto “de alguien, allí donde se dibujan las figuras que captarán su deseo” (El Seminario, Libro 17).
En efecto, Arquímedes constituye el paradigma del padre que encarna la ley. En el film, su palabra es inapelable y con suma astucia ejerce la crucial maniobra con que apoderarse de la voluntad de las personas: hacerlos sentir cómplices de su propia y desquiciada demanda. Un desvarío que, sin embargo, dejó mostrar su flaqueza cuando, conforme la joven democracia se asentaba, Arquímedes optó por desoír la recomendación de “guardarse” que le impartían sus antiguos protectores. Así, lejos está Puccio de las figuras icónicas de los jefes mafiosos, Don Corleone por caso, criminales que no obstante sabían guardar ciertos códigos y se mostraban funcionales al orden social que así los albergaba.
Toda familia se constituye a partir de pequeños secretos que son metáforas de un contenido por excelencia reprimido: el coito de los padres, esa Otra escena cuyo traumático valor hace consistir al clan bajo una ficción que habilita la salida exogámica. Desde esta perspectiva la película aporta un ángulo por demás sugerente cuando, de manera casi yuxtapuesta, muestra el coito que Alejandro mantiene en un auto con su novia, mientras su padre, quizás a pocas cuadras de allí, asesina en otro auto a una de sus víctimas. Ajustada imagen para un horror que, por carecer de eficacia simbólica, echa a andar una insensata demanda de repetición, a expensas de un sadismo que se impone por sobre todas las posibles versiones del amor.
* Psicoanalista. Hospital Alvarez.
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