Jueves, 27 de agosto de 2015 | Hoy
EL MUNDO › GIOVANNA DI BENEDETTO, PORTAVOZ DE SAVE THE CHILDREN
A través del Mediterráneo llegaron unos 10.600 menores, más de 7000 no estaban acompañados de sus padres. “Son historias de dolor”, cuenta Di Benedetto. “Me tocó ver un muchacho que tenía los dedos destruidos a martillazos.”
Por Elena Llorente
Página/12 En Italia
Desde Roma
Mientras Alemania –que siempre fue muy reticente al tema inmigrantes– decide abrir sus puertas a los refugiados sirios, y Hungría lanza gases lacrimógenos y dispone cientos de policías y alambre de púas en sus fronteras para evitar los ingresos, la Unión Europea destina 1500 millones de euros para ayudar a Macedonia y Serbia en esta crisis migratoria. Es que muchos de estos migrantes, que escapan de guerras y pobreza de Africa y Medio Oriente, han cambiado de ruta para llegar a Europa. Ahora prefieren viajar en lanchas inflables desde Turquía a alguna isla griega y luego atravesar por tierra Macedonia, Serbia, Hungría o Rumania para llegar a Alemania y los países bálticos, sus principales objetivos. Pero por el Mediterráneo siguen llegando a Italia, incluso numerosos menores de hasta 11, 12 y 13 años, no acompañados. Sólo en la jornada de ayer, las naves oficiales europeas rescataron en el mar unos 1900 migrantes.
“Los testimonios que hemos recogidos en estos meses son desesperantes. Las personas que parten no tienen ninguna posibilidad de futuro. Ya sea por la guerra, como los sirios, como por la dictadura, en el caso de los eritreos, o por violencias varias en otros países. Los que parten no lo hacen por placer sino porque no ven alternativa. Están movidos por una gran desesperación y al mismo tiempo una gran esperanza. Difícilmente se detendrán por las malas condiciones del mar o de las barcas que usan”, contó en una entrevista de Página/12 Giovanna Di Benedetto, portavoz de la organización humanitaria Save the Children. Di Benedetto se encuentra en Catania (Sicilia), donde hay varios centros de recepción de migrantes, pero se traslada con sus colegas por todas las ciudades de Sicilia donde desembarcan, para ayudar a los menores que van llegando.
–No se detienen los migrantes y tampoco las tragedias...
–Lamentablemente tenemos tragedias todos los días. El 23 julio llegaron a Augusta (Sicilia) 40 muertos, el 29 a Messina otros 15, el 3 y 6 de agosto a Palermo varios muertos, entre ellos tres niños. A Catania poco después llegaron 49 cadáveres y el martes un muchachito somalí de 15 años murió después de haber llegado, por los golpes y las torturas que había sufrido en Libia. La cuenta no tiene fin ...
–¿Cuántos son los menores de 18 años que han llegado a Italia desde principios de año según ustedes?
–A través del Mediterráneo han llegado unos 10.600 menores. Más de 7000 de ellos no estaban acompañados, es decir, sin padre o madre o ningún otro familiar. El grupo más consistente entre estos menores no acompañados proviene de Eritrea y no tiene intenciones de quedarse en Italia sino de llegar a otros países del norte de Europa para encontrarse con familiares o amigos que ya están ahí.
–¿Qué hace Save the Children para ayudar a estos menores?
–Nosotros estamos presentes desde el 2008 en los principales lugares donde desembarcan en el sur de Italia, para poder proporcionarles asistencia desde el primer momento. Sobre todo tratamos de individualizar sus problemas, porque la mayor parte de ellos tienen historias muy difíciles de violencias, torturas, malnutrición. Y eso lo señalamos a las autoridades competentes. También damos asistencia legal a los menores, es decir, informarles sobre qué se pueden esperar de Italia. En Italia tienen, entre otras cosas, el derecho de permanecer, porque siendo menores no acompañados la ley italiana establece que no se los puede expulsar. Y también, siempre que sea posible, favorecemos la reunificación familiar con parientes que vivan ya en Europa.
–¿Qué hacen las autoridades con estos menores? ¿Dónde los mandan?
–Después del desembarco, los menores no acompañados son conducidos a las estructura de primera recepción y tal vez se quedan allí algunos meses. Para después ser transferidos a las llamadas “comunidades”, es decir centros donde pueden vivir por más tiempo empezando un proceso de integración. Van a las escuela, aprenden el idioma y hasta pueden aprender oficios y trabajar.
–¿Cuál ha sido la experiencia más dura que con ellos le ha tocado vivir?
–Lamentablemente las historias que escuchamos cada día son historias de grandísimo dolor, de grandísima violencia. Me tocó ver hace pocos días un muchacho (de Gambia) que tenía los dedos destruidos a martillazos, se le habían caído las uñas, simplemente porque había pedido ser pagado por un trabajo que había hecho en Libia. Otros han contado que les tiraban nafta a las personas y les prendían fuego. Historias dramáticas las escuchamos cotidianamente. Por eso la recepción de estos menores es muy importante. Son personas muy vulnerables, que han afrontado un viaje dificilísimo poniendo en peligro la propia vida. Y Europa debe hacerse cargo. Obviamente no puede ser una cuestión de la que se ocupen sólo los países fronterizos como Italia o Grecia. En Italia pedimos además que sea aprobada una ley, que está detenida en el Parlamento, y que debe coordinar de modo orgánico la recepción de los menores extranjeros no acompañados.
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