Jueves, 19 de abril de 2007 | Hoy
PSICOLOGíA › “LA DESCONCERTANTE VIOLENCIA DE ESTE SIGLO”
Por Sergio Zabalza *
La desconcertante modalidad que parece adoptar la violencia propia de este siglo desborda los cánones que permitían pensar el mundo y sus avatares. Episodios como el de la universidad de Virginia Tech, en Estados Unidos, el lunes pasado, nos dejan un rancio extrañamiento, un desconcertante sopor que el desánimo apenas logra explicar. ¿No desfallecen los argumentos, las especulaciones y las razones cuando el más patético sinsentido se hace presente a cielo abierto? Jacques Lacan escribió “La agresividad en psicoanálisis” en 1948, entre el horror de la Segunda Guerra y el optimismo que le sucedió. En realidad, horror y optimismo conforman un par contradictorio pero solidario. Pertenecen a una lógica que comparte una dimensión común, la de los actos generados en los ideales, los emblemas, el heroísmo, las aspiraciones, la tragedia y la felicidad.
Bien: ¿qué nos trae aquel artículo de 1948 sobre este espanto de hoy? Allí Lacan bascula, vacila entre dos dimensiones de la agresividad. Una a la que llama narcisista y otra para la cual, a medida que el texto progresa, queda simplemente el título de agresividad. La primera da cuenta del encono, violencia, agresión, que tiene el reconocimiento del Otro como premisa principal para conformar el propio cuerpo. Se trata de la misma estructura conceptual que llevó a pensadores como Heráclito a solicitar respeto y admiración por el enemigo. Yo estoy aquí porque él esta ahí. Ambos nos necesitamos, aunque sea para hacer esta historia de guerra –-pero historia al fin–, de la cual otros podrán sacar alguna conclusión.
Por el contrario, la agresividad a secas remite a un estadio lógicamente anterior de la constitución subjetiva: el del cuerpo fragmentado. Nuestra subjetividad no viene dada desde el nacimiento, y se requiere un largo y delicado proceso para conformar ese cuerpo que tan naturalmente portamos. La psicosis es la mejor abogada de esta tesis: seres cuyo cuerpo no logró constituir una unidad y que, por ejemplo, sienten que el cuerpo se les hace transparente o se les despedaza cuando el Otro los mira.
Pareciera ser que este principio de siglo nos encuentra en el pasaje de aquel narcisismo, que todavía conserva visos de humanidad, a la agresividad propia del cuerpo fragmentado, donde para lograr cierta satisfacción se hace menester despedazar al Otro. Es la agresividad en su punto más desnudo y radical. No es necesario remitirse a la tragedia de Patagones para advertir que nuestra vida cotidiana no está tan alejada de esta inquietante realidad que no admite mediaciones ni tramitaciones simbólicas. Quizá la frase “No existís” sea el correlato simbólico con que el habla cotidiana explica esta agresividad que acontece a diario.
* Psicoanalista.
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