Jueves, 12 de febrero de 2015 | Hoy
Por Concepció Garriga
¿Qué es la frigidez sino el producto de la falta de conocimiento del cuerpo de las mujeres y de sus placeres distintos? (Cryle, P. & Moore, A., Frigidity: An Intellectual History, ed. Macmillan). El concepto de frigidez –por suerte hoy en desuso– normalmente supone intolerancia a formas de gozo que no se conforman a la narrativa del coito heterosexual, en la que todo tipo de actos sexuales, excepto la penetración vaginal con el pene, son concebidos como periféricos o preparatorios.
O lo contrario, no tener deseo en una relación insatisfactoria, o en una situación de vida estresante, puede ser “adaptativo”. También puede ser que algunas mujeres experimenten poco deseo y no les importe. Pero conformarse con eso en un análisis es rebajar las posibilidades de acceso al deseo o la propia sexualidad. Una pérdida de deseo puede ser una forma de sufrimiento que tenemos que explorar.
En la dirección opuesta, es válida la preocupación por la “sexualización” de mujeres y niñas ante incorporación de la pornografía. Se pone excesiva presión en las mujeres y las niñas para que desempeñen una sexualidad artificial, inauténtica: complaciente, entusiasta. De la misma manera que nos resistimos a una redefinición de la sexualidad de las mujeres como menos deseosa y más “en respuesta a” que la de los hombres, también nos resistimos a las presiones sobre las mujeres para que estén sexualmente activas continuamente, para que tengan determinado tipo de sexo, para que se sientan culpables cuando no se conforman a un discurso sexual hiperactivo e hinchado.
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