SOCIEDAD › UN HOMBRE FUE A RECUPERAR SU DINERO AL BANCO CON UNA GRANADA

“Me dan la plata o volamos todos”

Norberto Roglich fue a la sucursal Tandil del Banco Bansud con una granada que resultó ser falsa. Reclamaba sus 22.000 dólares del corralito y se los entregaron. Ahora está bajo arresto.

 Por Mariana Carbajal

“O me dan mi plata o volamos todos”, exigió con voz firme pero serena Norberto Roglich, un diabético de 65 años, insulinodependiente, jubilado por invalidez, con una granada en una mano y la mirada fija en el gerente de la sucursal Tandil del Banco Bansud. Bastó que amenazara con sacar la espoleta y que el gerente hiciera un par de llamados a sus superiores, para que Norberto regresara a su chalet, a pocas cuadras, con sus 22.217 dólares en billetes verdes que hasta ese momento estaban atrapados en el corralito en cinco plazos fijos. Ocurrió el lunes, pero el episodio –el más violento que generó hasta ahora la restricción bancaria– se conoció ayer. Tras la denuncia judicial, Norberto fue detenido y quedó con arresto domiciliario, acusado de “extorsión” y “tenencia de arma de guerra”, aunque la granada nunca hubiera explotado: era una réplica norteamericana de la Segunda Guerra Mundial que Norberto había comprado para incluir en un velador que estaba armando con una vaina de bronce. Pero la bronca pudo más y prefirió usar el falso explosivo para recuperar lo suyo. A Norberto ya lo había agarrado el Plan Bonex en 1989 –según él mismo declaró en la fiscalía que interviene en el caso– y no podía tolerar que, una vez más, le quitaran sus ahorros. “Fue alocado”, se limitó a decir a Página/12, que lo ubicó en su casa, y no quiso hablar más. Aunque la policía intentó recuperar el dinero que Norberto había recuperado, no pudo dar con los billetes. Ahora, sólo él sabe dónde están; en un banco seguro que no.
La noticia sorprendió a los vecinos de Norberto. Hace más de treinta años que vive con su esposa Mabel en el chalecito de una planta de Juncal 953, a pocas cuadras del centro de Tandil, y nunca le recuerdan una actitud violenta ni un exabrupto. Todos, en la cuadra, tienen un excelente concepto de él. “Vecino de lo mejor”, “buenísimo”, “muy solidario”, se cansaron de repetir ayer al ser consultados por este diario. “Lo que hizo, lo hizo de caliente e indignado. Lo pudo hacer cualquiera. El habló con mi esposo y le dijo que no está feliz con lo que hizo”, contó una de las vecinas. En los últimos días, recordaron otros, se lo veía muy nervioso. “Decía que estaba desesperado porque tenía el dinero ahí adentro; y encima no podía conseguir insulina”, señaló otro vecino.
Norberto es insulinodependiente. Su cuadro es severo. Tiene que inyectarse la sustancia dos veces por día y ha tenido en varias oportunidades coma diabético. La enfermedad le apareció alrededor de los 40 años y le impidió seguir trabajando y se jubiló por invalidez. Tenía un taller mecánico que ahora alquilaría. Su familia es una típica de clase media ajustada por la crisis. Su esposa, Mabel, de alrededor de 55 años, es profesora secundaria y como ella está más horas que él fuera de la casa, Norberto es quien se encarga de las tareas domésticas. El matrimonio tiene dos hijos. Sebastián, el mayor, de 27 años, que estudia y trabaja en la localidad de Azul. La menor, Julieta, de 25, está casada, vive a unas cuadras de sus padres, y tiene una hija de 3 años. La pequeña nieta es el antídoto que tiene Norberto para sus males.
El lunes por la mañana Norberto se presentó en el Bansud, en Rodríguez al 500, y pidió ver al gerente de la sucursal. Cuando tuvo a Rodrigo Massi enfrente, le mostró una granada que tenía guardada entre sus ropas y le aclaró: “O me dan mi plata o volamos todos”. No estaba descontrolado, más bien tranquilo, describió luego el gerente ante el fiscal Gustavo Echevarría. Massi llamó al gerente regional y éste a su vez consultó en la casa central, en Buenos Aires, y consiguió velozmente el OK. Así, Norberto guardó en sus bolsillos la granada y los 22.217 dólares que tenía depositados en cinco plazos fijos y volvió a su casa.
Tras la denuncia de los empleados bancarios, el fiscal ordenó su detención. El hombre quedó aprendido en la noche del lunes en la seccional 1ª de Tandil y a la mañana siguiente, testimonió ante Echevarría. En el medio, fue trasladado al Hospital Santamarina para que le inyectaran insulina. En su declaración, Norberto reconoció el hecho. Declaró que “estaba harto”, que había ido varias veces al banco para recuperar sudinero, que en 1989 lo había agarrado el Plan Bonex –por el cual los plazos fijos de más de 1000 australes fueron canjeados compulsivamente por títulos públicos– y no quería perder nuevamente sus ahorros. El mismo martes por la tarde, el fiscal ordenó el allanamiento de su casa, pero la policía no pudo encontrar ni los dólares ni el explosivo.
Según contó Norberto, la granada la compró alrededor del 10 de enero en el local OPM Chinche, el único de Tandil de venta de rezagos militares, ubicado en Maipú 844. En realidad, es una réplica de la Segunda Guerra y la adquirió para decorar un velador que estaba haciendo con una vaina de bronce y pantalla camuflada. Ese mismo uso le dijo que le daría al explosivo al dueño del negocio, Oscar Musso, quien ratificó la versión ayer en diálogo con Página/12. “Me contó con detalle cómo iba a hacer la lámpara y se llevó dos granadas”, recordó Musso, sorprendidísimo por el destino final que había tenido el artefacto.
Norberto quedó con prisión domiciliaria, por su enfermedad y su edad, según explicó a este diario el prosecretario de la fiscalía, Darío Sorondo, quien adelantó que el fiscal pedirá su prisión preventiva. Está acusado de “extorsión” y “tenencia de arma de guerra”, delitos que se castigan con penas de 5 a 10 años de cárcel y 3 a 6 años, respectivamente. Ayer, el hecho fue tema obligado entre los oyentes de las radios de Tandil. “De cada 10 llamados, nueve y medio se solidarizaron con él y lo apoyaban”, contó un periodista de Radio Tandil. Uno, incluso, advirtió que si el hombre quedaba preso organizarían “una pueblada”.

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