EL PAíS › DIJO QUE QUIERE VISITAR LA ARGENTINA
Sharon, un importado muy caro
El primer ministro israelí comentó a un grupo de judíos argentinos que llegaron a Tel Aviv como inmigrantes, escapando de la crisis económica, que tiene en sus planes venir a Buenos Aires. Qué pasaría aquí con la visita del jefe de un gobierno que polarizaría más la situación argentina.
Por Martín Granovsky
“Se me conoce como alguien que come árabes para el desayuno”, dijo una vez, ironizando sobre sus críticos, el general que ayer anunció su deseo de venir a la Argentina. Se trata de Ariel Sharon, el primer ministro israelí. Con el país en estas condiciones lo menos que se puede pedir es que, por ahora, no viaje aquí con su menú.
La agencia española EFE informó que Sharon anunció su intención de visitar la Argentina cuando recibió a un grupo de 63 inmigrantes judíos que llegaron al aeropuerto de Tel Aviv desde Buenos Aires.
Para Israel, la llegada de cualquier contingente es vital en su objetivo de mantener alto el porcentaje de judíos frente a la población árabe, cuyo crecimiento es mayor. Con la implosión de la Unión Soviética la llegada de judíos de otros sitios estuvo garantizada. Los rusos, además, garantizaban un nivel educativo decoroso y su propia llegada en grandes bloques formó mercados especiales, con demanda cautiva, desde la comida a los medios de difusión. Diez años después, aquel impulso se frenó, justo cuando la inmigración desde la diáspora se ve frenada por el mayor nivel de conflicto armado desde la guerra de 1973, peor aún porque entonces había frente y ahora el frente es cada casa, cada calle israelí o palestina.
Parte de los emigrantes argentinos integran el flujo regular de judíos que deciden residir en Israel. Otra parte, seguramente, se está yendo de aquí corrida por la crisis económica. Que familias enteras hayan elegido una zona en guerra gracias a la nacionalidad automática, el welfare state y el hebreo gratis pinta tanto la fuerza social del Estado, aquí tan denostada durante años, como la penuria argentina.
Sobre esa realidad trabaja Sharon. Pero el general ultraderechista de 73 años nacido en Palestina de padres rusos (siempre recuerda que su madre dormía con un fusil a mano) no es un experto en demografía. En 1982, como ministro de Defensa, ordenó la expedición militar que masacró palestinos en Sabra y Chatila, al sur del Líbano. La misión sirvió para que los milicianos cristianos aliados a Israel mataran a alrededor de dos mil palestinos.
Sharon es el premier de un país en guerra, que ocupa territorios y es atacado, que practica asesinatos selectivos y sufre tremendos atentados terroristas contra civiles en pizzerías y boliches. Aunque Sharon es un político libremente elegido del país más democrático de la región, y por lo tanto su visita a otro Estado como la Argentina no tendría ningún ingrediente ilegítimo, su presencia en Buenos Aires podría provocar una polarización que al país no le hace ninguna falta.
Por lo pronto, se plantearía una cuestión de equilibrio diplomático. Después de Sharon, ¿la Argentina recibiría a Yasser Arafat? Y Arafat, en esta situación del Medio Oriente, ¿vendría? Y, suponiendo que ambas preguntas tengan respuesta afirmativa, ¿a la Argentina le conviene importar un conflicto de tanto nivel?
El Gobierno, naturalmente, podría limitarse a señalar que quiere la paz en Medio Oriente. Pero los israelíes criticarían esa posición por falta de solidaridad con ellos y los palestinos por falta de reconocimiento a su reivindicación de un Estado independiente.
Quedaría el recurso de la mediación. Pero sonaría a menemismo en estado puro. Ya Carlos Menem se hizo propaganda como gestor de buenos oficios. Buscaba el Premio Nobel de la Paz, pero por meterse irresponsablemente en Medio O-riente durante la guerra del Golfo, hace 11 años, puso a la Argentina en medio de un conflicto del que hasta entonces había conseguido escapar con habilidad. Por otra parte, a Eduardo Duhalde no le interesa mediar, al menos que se sepa, y tanto Sharon como Arafat están lejos de supeditarse siquiera a los Estados Unidos, país de un poder levemente superior a la Argentina.
Ninguna variante es viable. Y con este panorama, menos: solo sería agregar un problema y polarizar a las comunidades árabe y judía. Sharon es una importación muy cara.