Lunes, 22 de junio de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › MONTó UNA CARPA FRENTE AL OBELISCO PARA DENUNCIAR LA SUSTRACCIóN DE SU NENE DE DOS AñOS
Giselle Candia denuncia que desde el 24 de abril, cuando el padre llevó a Juani, no lo vio más ni sabe dónde lo retiene.
Giselle Candia habla pausado y sin perder la sonrisa. Con los ojos vidriosos, repasa mil veces por segundo la foto de su hijo, Juan Sebastián, un pequeño de apenas dos años que, desde dos gigantografías ubicadas a ambas veredas de Diagonal Roque Sáenz Peña, mira la congestionada avenida 9 de Julio. Tampoco pierde Giselle la esperanza en encontrarlo, asegura. El papá del nene se lo llevó hace casi dos meses, sin dejar rastros. “Esperanzas es lo único que tengo. Si pierdo esa fuerza, si no cuento yo lo que pasó con Juani, ¿qué sentido tiene todo lo demás para mí?.” Sus padres y algunos amigos repartieron junto a ella volantes en la esquina de Cerrito y Diagonal, en el marco de una actividad promovida por el Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes porteño. El objetivo es difundir la desaparición del nene y solicitar el aporte de información que pueda ayudar a encontrarlo. “Es un nene muy chiquito, cualquier dato puede ayudar, pero tiene que llegar lo más rápido posible”, apuntó la presidenta del ente, Jessica Malegarie.
El viernes 24 de abril, el padre de Juani, Pablo Pérez Carro, pasó a buscarlo por la casa de la abuela materna a las 9, como lo hacía tres veces por semana –lunes, miércoles y viernes– tal como la Justicia había delineado el régimen de visitas. Debía traerlo a las 12. “Desde la escuela –Giselle es preceptora en una escuela primaria de Floresta– llamé a mi mamá y le pregunté cómo estaba el gordo, si había vuelto bien. No volvió, me respondió.” A casi dos meses de la desaparición del niño y su padre, Giselle remarcó que “no se sabe nada en concreto de dónde puede llegar a estar”. El nene nació con una malformación congénita en ambos riñones, por lo que debe tomar una medicación diaria.
No bien desapareció, y tras radicar la denuncia ante la policía, la mujer se contactó con Missing Children y con Madres del Dolor. La investigación estuvo congelada durante el primer mes por haber sido radicada en un juzgado correccional. “Recién se dio aviso a Interpol, a las embajadas de países limítrofes y a Cancillería cuando la causa pasó al Juzgado de Instrucción nº 37” (a cargo de Pablo Ormaechea), que la caratuló como “sustracción de menor” y dio participación, entre otros organismos, al Consejo de Niños, Niñas y Adolescentes. El año pasado, el Registro de chicos perdidos del organismo recibió 56 consultas por casos de sustracción de niños, de los que 331 fueron restituidos. Son cinco en lo que va de 2009.
Cuando comenzó la búsqueda, la mujer se enteró de que el papá de su hijo había vendido su departamento, en Caballito, su auto y hasta sus muebles. También había dado de baja su celular: “Tenía todo planeado. Hacía más de un año que no embarcaba –es marino mercante–, con lo cual no tiene compañeros de trabajo con quien yo pueda hablar. Tampoco amigos. Su familia no quiere ayudarme. Al final cumplió con las amenazas que siempre me hacía”.
Giselle decidió dejar de ser ella la que le dejara a Juani en los brazos de su ex pareja “para evitar los maltratos”. “Mirá que no te lo traigo más, eh”; “¿No sabías que me salió la custodia a mí? ¿Cómo? ¿No te lo dijeron los abogados?” o “me lo llevo a un país en donde las mujeres no tengan derechos”. De ese tenor eran las cosas que Pérez Carro le decía a la mujer cuando retiraba o devolvía al hijo de ambos.
No estaban casados, pero vivieron juntos en el departamento de él unos meses, los primeros de vida del nene. Sin embargo, los maltratos del hombre derivaron en el final de la pareja, denuncia por violencia psicológica de por medio, y en una prohibición judicial de acercamiento, tanto al nene como a su madre. No obstante, “era el papá, después de todo”, justificó Giselle la decisión de la Justicia de restablecer la vinculación y fijar un régimen de visitas.
No hay ningún dato certero acerca del paradero del chico, aunque “puede estar en cualquier parte del planeta”, concluyó la mamá. Además de ser marino mercante, la familia paterna de Juan Sebastián está desperdigada por el mundo. Su abuela es uruguaya –en un momento los investigadores pensaron que el niño podría estar en Fray Bentos, con ella y el padre, pero luego efectivos de la División Delitos contra menores de la Policía Federal, la encontraron en la ciudad de Victoria, Entre Ríos, donde estaba estableciéndose–. Su tío, hermano gemelo de Pablo, comparte profesión pero vive en Estados Unidos, y su tía vive en Palma de Mallorca, España. Nadie de la familia de su ex pareja ayuda a Giselle en la búsqueda: “No les pido que me digan dónde está Pablo, no quiero ni exijo ningún tipo de castigo para él. Sólo quiero que lo hagan recapacitar para que traiga a Juani. Quiero encontrar a mi hijo, nada más”, rogó.
Informe: Ailín Bullentini.
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