Sábado, 29 de agosto de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › LA POLICíA MATó A UN HOMBRE E HIRIó A UN CHICO QUE PASABA EN UN BARRIO DE VILLA SOLDATI
Los vecinos denuncian que no hubo enfrentamiento. Creen que la víctima, que fue acribillada a balazos, tenía un conflicto con un policía. Un chico de 13 años que iba a hacer compras recibió un tiro en la cara y fue considerado sospechoso.
El informe policial relataba: “Se trató de detener a un auto con tres personas sospechosas en Villa Soldati. Como no aceptaron la voz de alto, comenzó un tiroteo. El saldo fue de un fallecido, un prófugo herido y un detenido”. Claudio Ariel Paz, el Fido, tenía 30 años, dos hijos y trabajaba en un lavadero de autos. Murió con dieciséis balazos en su cuerpo. Cristian Torres tiene 13 años, todavía está cursando séptimo grado y vive con tres de sus hermanos y su padre. Hace más de una semana está internado en el Hospital Piñero con una herida de bala en la cara. Un efectivo policial lo custodia las 24 horas. Diego Orlando Paz está por cumplir 27, es guardia de seguridad del Ministerio de Justicia y Seguridad porteño y convive con su mujer e hija. Fue golpeado a patadas y escopetazos. Y, por casi 72 horas, estuvo preso e incomunicado en una comisaría. Todos habitaban departamentos de un nuevo complejo de monoblocks en Riestra y Laguna, en el barrio Fátima, de la Villa 3. Los vecinos denuncian que fueron agredidos por efectivos de la seccional 36ª de la Federal. “Parece una causa armada. No hubo ningún vehículo ni patrullero que lo siguiera. Tampoco enfrentamiento: a Claudio los policías que le dispararon lo conocían, el nene que recibió un disparo iba a comprar un remedio para su hermana, y Diego llegó a la escena, alertado por los vecinos, casi media hora después”, dijo a Página/12 la abogada Natalia Belmont, coordinadora de la organización Enlace Cual Derecho. Los familiares de las víctimas están patrocinados por la Defensoría del Pueblo.
Los hechos ocurrieron el 19 de agosto, el mismo día en que un Tribunal Oral leyera las condenas por la tragedia de Cromañón. A las 15.30, hacía mucho frío y casi no había vecinos sobre la calle Riestra. Solamente algunos negocios abiertos. Mientras aprestaba el carro de su marido cartonero, Malena vio al Fido, enfundado en su canguro, caminando hacia la calle Laguna. “Estaba como paseando, con las manos en los bolsillos y la capucha en la cabeza –dijo la mujer–. Subí al balcón y desde ahí veo que el Fido vuelve corriendo como un loco por Riestra. Atrás venían dos policías con uniforme disparando. Cuando el pibe cayó al piso, dejé de mirar. Pero escuché un montón de ‘cuetazos’ más.”
Desde hacía un tiempo, Fido trabajaba “legal, en un lavadero de autos”. El relato de su hermana Estella es una mezcla de culpa y bronca. “A veces iba armado. Pero ahora estaba más tranquilo, incluso los testigos dicen que no llegó a sacar su arma.” Previo a los disparos y según sus allegados, el joven caminaba hasta los nuevos departamentos, donde vivía su hermano Diego, “para tomar unos mates”.
A partir del informe de la comisaría 36ª, la causa judicial quedó caratulada como “homicidio, atentado y resistencia a la autoridad, abuso de arma, disparo de arma de fuego y lesiones”. Del supuesto “enfrentamiento” entre los uniformados y los “sospechosos” participaron los cabos Carruega y Nieto de la seccional de Pedernera y Carlos M. Ramírez, de Villa Soldati. “Uno de los dos policías que le disparó al Fido ya lo conocía –explicó un joven que, ‘por miedo a que nos maten a todos’, prefirió no dar su nombre–. Habían tenido una agarrada por una guita que le debían a una amiga del pibe.”
De la explicación de este testigo se desprende que “la chica pagó 10 mil pesos para comprar una casita en La Matanza, pero la casa estaba tomada y la mujer que se la vendió era del barrio (Soldati) y le dijo que sólo le podía devolver tres mil pesos porque el resto no lo tenía ella”. Mientras la mujer-vendedora y la chica-compradora, acompañada por el Fido, discutían, intervino un policía de la Federal: “Le dijo a la mujer que no le tenía que pagar nada porque lo podía arreglar todo con ellos, que la iban a proteger”, relató el testigo, quien recordó: “Según me dijo el Fido, ‘ellos’ era la comisaría del barrio, la 36ª”. Dos semanas más tarde, en una feria de Soldati, Fido y el uniformado volvieron a cruzarse violentas palabras.
El día de los disparos, Fabián, un vecino, “corrió hasta donde estaba el Fido, lo quería alzar para llevarlo a un hospital”, relató Malena, su esposa. La mujer lo fue a buscar “porque si no lo mataban o lo metían en cana también a él. Cuando lo saco a mi esposo, muchos vecinos empiezan a acercarse para ayudar”, relató. Entonces, uno de los suboficiales arremetió contra las personas que venían por Riestra. “Era como si se hubiese asustado de los vecinos que corrían hacia el Fido”, contó Malena.
“Mi hija más chiquita tenía mucho dolor de muela y lo mandé al Cristian a comprar un remedio al kiosquito de la vuelta porque yo estaba ayudando al pintor”, recuerda Lauro Torres, el papá del chico de 13 años, una semana después del hecho, sin entender todavía exactamente qué pasó. “No bien bajó mi hijo, un vecino me tocó el timbre y me dijo que el nene estaba herido. Cuando llegué, Cristian estaba sangrando en la cara y el cuello. Entonces, gracias a un remisero lo llevé al hospital”, relató el hombre.
Antes de poder ser asistido por los médicos, el nene herido tuvo que enfrentar la sospecha uniformada: “Tres policías no nos dejaban salir del barrio y, después, seis patrulleros nos siguieron hasta el hospital y detuvieron al remisero. Me decían que el chico era un delincuente”. De hecho, Torres y su mujer tuvieron que esperar más de cuatro horas para poder ver a su hijo. Pese a no estar involucrado en la causa judicial, Cristian aún es custodiado por un federal de la seccional 36ª. “El sábado, uno de los médicos le preguntó qué le había pasado y mi hijo contestó que cuando salía de mi casa un policía le tiró un tiro”, relató el padre. Eran casi las 16, cuando Diego y su mujer se levantaron de la siesta exaltados por el timbre. Fue el muchacho el que respondió por el portero eléctrico. “Era uno de los amigos de mi cuñado –contó la mujer– y le dijo que al Fido lo habían bajado dos canas.” En cueros y descalzo, Diego llegó al lugar. A poco menos de dos cuadras de su departamento, en Riestra y Laguna, había un cordón policial. “Intentó pasar gritando que era su hermano el que estaba en el piso. Entonces, dos policías le apuntaron y le dijeron ‘matapoli, rata, matapoli’. También le pegaron y se lo llevaron en un patrullero. Todo fue muy raro, porque el chico recién había llegado”, concluyó Malena. Diego fue liberado. El juez le dictó la falta de mérito.
Informe: Mariana Seghezzo.
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