Miércoles, 30 de septiembre de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › PUEBLOS COSTEROS DE SAMOA, EN EL PACíFICO, DESAPARECIDOS BAJO EL AGUA
Un sismo a 35 kilómetros bajo el lecho del Pacífico y a 200 kilómetros del archipiélago de Samoa desató un tsunami que barrió con aldeas costeras. Las víctimas sumaban más de cien muertos, aunque había muchos desaparecidos. Un argentino residente y sin peligro.
Primero se movió el fondo del mar. Después llegó la ola y atravesó todo. El temido tsunami, la ola gigante en la designación japonesa, se repitió, no como aquella de diciembre de 2004 que arrasó ciudades de Indonesia y dejó entre 120 mil y 130 mil muertos. Pero fueron olas de entre tres y cinco metros de altura, de una tremenda energía, que se comieron un pueblo, Sau Sau, en la isla de Samoa Occidental, y dejaron un saldo de más de cien muertes, un número impreciso de desaparecidos y destrucción en una decena de pueblos costeros. Las autoridades consulares argentinas confirmaron que el único argentino reportado en la zona, casado con una samoana, no se encuentra en peligro. El tsunami fue originado por un movimiento sísmico submarino muy intenso, de 8,3 puntos en la escala de Richter, a unos 200 kilómetros al sudoeste de Samoa y a unos 35 kilómetros de profundidad.
El movimiento submarino se desató entre los archipiélagos de Samoa Occidental (Western Samoa) y Samoa Estadounidense (American Samoa), y que provocó al menos cinco inmensas y potentísimas olas que golpearon a lo largo de toda la costa de las islas. Según las primeras informaciones, la zona más afectada fue la de la isla Upolu, en Samoa Occidental.
El Centro de Alerta de Tsunamis para el Pacífico, situado en Honolulú, informó del movimiento en el fondo del mar y lanzó el alerta para toda la región del Pacífico, incluyendo Nueva Zelanda, Hawai y las Islas Marshall, Tonga, Tuvalu, Kiribati y las islas Salomón, alertas que luego fueron levantadas. Pero luego se disparó otro para el área de Japón.
Las olas fueron de tal violencia que barrieron con la aldea costera Sau Sau Beach Fale. “Fue muy rápido, toda la aldea fue arrasada –dijo el neozelandés Graeme Ansell, habitante de Sau Sau, a la Radio Nacional neocelandesa–. No queda un edificio en pie. Todos nos subimos a las colina. Hay mucha gente que requiere ayuda urgente.”
Las capitales Pago Pago (de Samoa Estadounidense) y Apia (Samoa Occidental) también fueron muy castigadas. Todo fue confusión. El sismo ocurrió ayer a las 6.48 (14.48 de la Argentina). “Fue muy fuerte, y muy largo, se podían ver los árboles y las casas temblando”, dijo un refugiado.
Un bombero samoano dijo a la radio neocelandesa que en Falealili murieron tres escolares arrastrados por una de las olas. Un colaborador de la radio estaba en la playa cuando vio venir el tsunami. Tony Manson, según refirió la emisora en su página web, sostuvo que el mar se retiró un centenar de metros y luego volvió, en unos segundos, con una ola gigantesca. “Aquí hubo pánico en todas partes porque los niños se encontraban camino al colegio y los adultos estaban yendo a sus trabajos”, dijo un corresponsal desde Apia, la capital de Samoa. En la costa sur de Upolu, la isla principal del archipiélago, el mar penetró hasta 800 metros dentro del territorio. Un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Nueva Zelanda indicó que es de esperar que aumente el número de víctimas, ya que se desconoce el número de personas que fueron arrastradas mar adentro.
La única familia argentina registrada ante el consulado argentino en Nueva Zelanda “está en perfectas condiciones”, informaron anoche a la agencia Télam fuentes diplomáticas consultadas. El grupo familiar está compuesto por un ciudadano argentino cuyo apellido es Lencina, su madre y su esposa que es samoana. La familia se comunicó con el consulado telefónicamente para informar que se encontraba bien. “Si hay otras (familias) no sabemos”, dijo a Télam el secretario de la embajada en Nueva Zelanda, Pedro Marotta, porque “realizar trámites consulares es un acto voluntario” y el censo con el que cuentan “es limitado”.
Marotta sostuvo que “son fenómenos que ocurren con suma frecuencia. Cada neocelandés cuenta con un kit de supervivencia para tres días. Acá es casi normal, vivimos a la sombra de la emergencia, sismos, erupciones volcánicas periódicas, tsunamis”, detalló el diplomático argentino.
Marotta dijo que hace tres años que con su familia vive en Nueva Zelanda, que cuando se sacuden los edificios corre hacia el exterior y que su hijo “se mete bajo el pupitre del aula, al igual que sus compañeros en la escuela”.
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