SOCIEDAD › HORRIBLE DESCUARTIZAMIENTO DE UNA JOVEN EN CONCORDIA
En pedazos, por los baldíos
De apenas 14 años, se prostituía para mantener a su beba. Desapareció el sábado pasado. Fue descuartizada y su asesino tiró los pedazos en bolsas de plástico en baldíos del pueblo.
Por Carlos Rodríguez
El cuerpo sólo pudo ser identificado por los tatuajes que tenía en uno de los hombros y en las piernas. La víctima se llamaba Mara Johana Paola Torales, tenía 14 años, y su madre había denunciado su desaparición hace exactamente una semana. La muerte fue horrible: a la chica la descuartizaron. La aparición del cuerpo seccionado arrasó la calma habitual en la ciudad entrerriana de Concordia. Todavía seguían buscando la cabeza y uno de los brazos. La policía y algunas mujeres que la conocían dicen que Mara ejercía la prostitución, acuciada por la pobreza y el desamparo. Según los investigadores, el autor del crimen sería un hombre identificado como Carlos José Amadeo Verón, un pintor de 43 años, señalado como un “psicópata” que ya había golpeado a otras mujeres de la noche a las que contrataba por horas, aunque luego optaba por negarse a pagar por los servicios. Además de la prematura calificación psicológica, la policía dio datos que pueden ser claves para la detención: Verón anda siempre montado en una bicicleta de color amarillo, le dicen “El Porteño” porque nació en Buenos Aires, dice ser pastor evangélico y habría estado preso por un hecho similar.
Ayer era todo dolor en la casa de 25 de Mayo 231, en Concordia, donde Mara vivía con su madre y una hija de dos meses. La madre había denunciado el domingo pasado la desaparición de Mara, a la que vio por última vez el sábado 23. Este viernes por la noche, en terrenos baldíos ubicados en distintos puntos de la ciudad, aparecieron los restos de la chica. Los peritos fueron anticipados por la identificación ocular: los tatuajes eran inconfundibles. El nombre de Verón surgió porque él mismo se encargó de dejar una huella: uno de los brazos estaba en una habitación en la cual vivía el sospechoso y de la cual se ausentó sin aviso previo.
Según la policía, Verón ya habría estado preso por un hecho similar. Su último domicilio conocido fue una pieza de pensión, en los fondos de un caserón de Hipólito Yrigoyen 840, donde paradójicamente funciona un amigable club del trueque. Las dos piernas aparecieron en un baldío que está en el cruce de San Luis y Guarumba. Un llamado anónimo señaló a Verón como autor. La bicicleta amarilla y el pintor eran habitúes del mencionado terreno baldío. Pasaba por allí todos los días, para realizar su tarea de brocha gorda en un hipermercado vecino.
La policía encontró un brazo en el barrio El Martillo, cerca del lugar donde vivía Verón antes de mudarse a la pieza de la que desapareció. En la habitación, los restos que se encontraron estaban dentro de una bolsa plástica, plagada de huellas que ahora eran analizadas. La policía confirmó que la víctima tenía una beba de dos meses con la que vivía en la modesta casa de la calle 25 de Mayo, cerca del Club Sarmiento, en la periferia de la ciudad, en esos lugares donde todo es más difícil.
La adolescente trabajaba como prostituta, según lo revelado por una chica que conoce el paño y por la propia policía. Varias testigos dijeron que Verón les pagaba antes de llevarlas a su habitación, pero una vez consumado el encuentro sexual, el hombre se ponía violento y les sacaba el dinero por la fuerza. Una de las mujeres relató que ella misma había sido golpeada por Verón. Una fuente policial, al confirmar esa información, hizo un comentario poco feliz: “Es posible que esta vez se le haya ido la mano”. Otras testigos, que conocían a Mara y a Verón, confirmaron que ambos habían estado hablando en la noche del sábado 23. Fue la última vez fue la vieron con vida.
Los médicos forenses estimaron que la muerte de Mara podría haberse producido el mismo sábado 23. La policía seguía buscando anoche al principal sospechoso. Uno de los tatuajes que permitieron la identificación de Mara había sido hecho horas antes de su desaparición. También la reconocieron por una tobillera multicolor, de bijouterie, que la hacía inconfundible, a pesar de la ferocidad del asesino.