SOCIEDAD › LA MUERTE DEL FOTOGRAFO EN URUGUAY PUSO DE NUEVO EN ESCENA AL MUNDO DE LOS PAPARAZZI

Todo por una foto

Gabriel de Felice cubría la temporada en la costa uruguaya, donde murió frente a la chacra de Tinelli. Y los paparazzi quedaron expuestos otra vez. Quiénes son, cómo trabajan, por qué lo hacen.

 Por Verónica Abdala

“Te tiene que gustar el riesgo, la adrenalina corriéndote por el cuerpo. En ese momento la foto es tu presa y la seguís hasta que la tenés, como sea. Estás dispuesto a todo, porque ese día la foto vale oro y es lo único que importa. Aunque internamente sabés que al otro día no le va a interesar más a nadie.” Walter Papasodaro tiene 53 años y hace tres décadas que ejerce como fotógrafo en distintos medios gráficos. Durante buena parte de ese tiempo cubrió “la noche” para la revista Gente y actualmente trabaja en Diario Popular. Conoce el oficio, a los “laburantes”, y asegura que pocas cosas lo sorprenden a esta altura. Sin embargo, reconoce que a medida que pasan los años renueva el entusiasmo por la profesión. “Es que hay tipos que hacen su trabajo solamente para después ir a cobrar su sueldo. Hay otros para los que esto es mucho más que un trabajo, los que se juegan la vida por una buena foto. Esos son los verdaderos cazadores, los fotógrafos de ley.”
Los paparazzi, dedicados a la cobertura de notas de actualidad, el seguimiento de figuras de la farándula, la cobertura de la movida nocturna o las temporadas veraniegas, se incluyen en este último grupo, en la división que establece el fotógrafo. “Necesariamente tienen que tener garra, por eso suelen ser tipos especiales. Se los reconoce fácilmente porque son muy mandados. Si se hacen respetar entre los colegas, es porque ganan siempre: traen la foto como sea, sin poner excusas ni medir riesgos. Aunque la gente mucho no los quiere: están entre dos fuegos, por un lado la presión del medio, que les exige sin miramientos. Por el otro, los acosados, que los quieren matar.”
Los colegas de Gabriel de Felice (el paparazzi que murió frente a la casa de Tinelli) sostienen en privado que él se tiraba atrás de una imagen del mismo modo que se tiró al mar: guiándose exclusivamente por la certeza de que era eso era lo que había que hacer. “Son gajes de este oficio, que es muy jugado”, piensan.
Las rutinas de trabajo de los paparazzi demandan grandes esfuerzos y a menudo se tornan peligrosas. Muchas veces los fotógrafos se descubren sometidos a hábitos extenuantes o a situaciones violentas, por ingresos que casi nunca son altos.
Los sueldos de los que trabajan en diarios y revistas oscilan entre los mil y los dos mil quinientos pesos, en los mejores casos. Los free lance cobran entre 50 y hasta 2000 pesos una toma (Enrique García Medina vendió a ese precio una foto del director técnico de Boca, Carlos Bianchi, paseándose con una peluca) y trabajan en forma independiente. Pero para lograrlo suelen pasearse día y noche por la ciudad a la pesca de imágenes.
Claudia Martínez (29), de revista Para Ti, recuerda que llegó a estar 14 horas haciendo guardia en la puerta del hotel en el que se alojaba una figura conocida del espectáculo. Y días enteros corriendo detrás de Antonio Banderas y Melanie Griffith, cuando a mediados de este año vinieron para rodar un film en el país (Imagining Argentina). “Nos matamos en el momento en que aparecía alguno de ellos, pero un minuto después de que se hubieran ido reiniciábamos la conversación que habíamos interrumpido para tomarles las fotos.”
García Medina, fotógrafo free lance, se jacta de haber superado ese record: llegó a estar 21 horas parado en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, tras las huellas de la esposa del narcotraficante Pablo Escobar Gaviria (finalmente logró la foto, que se vendió en mil pesos a una editorial). Durante los sucesos del 20 de diciembre estuvo casi tres días sin dormir, con buenos resultados: él tomó la foto que ilustra la tapa del video de Página/12 y los afiches callejeros de El estallido, además de algunas de las imágenes más impactantes entre las que se publicaron en diarios y revistas.
A diferencia de Papasodaro, para García Medina la atracción por el riesgo no es la condición más importante. “El secreto de un buen paparazzi es la constancia”, opina él. “El arte está en sacar la foto, pero hay muchos que saben hacerlo y muy pocos capaces de soportar un día entero atrás de un personaje”, dice mientras espera la salida de Sandro del Instituto del Diagnóstico, que espera poder cubrir para la revista Gente.
Como prueba de que él responde a esa definición, cuenta que hace un año y medio pasó horas enteras replegado en la oscuridad de un estacionamiento porteño, hasta que capturó la imagen del ex almirante Emilio Massera en dirección a su auto. En otra oportunidad, llegó a trompearse con Alfredo Astiz (“Nunca conocí a un tipo más resistente a los golpes”), que tras ser fotografiado sin permiso se mostraba decidido a arrancarle el rollo, mientras el fotógrafo intentaba huir. Finalmente se impuso quien tenía que ganar.
Los paparazzi saben que, de todos modos y por más esfuerzos que hagan, su trabajo sólo tendrá sentido en la medida en que consigan la foto, en exclusiva si es posible. Papasodaro asegura haber presenciado auténticas persecuciones detrás de los famosos. “Me acuerdo de cuando vino Madonna a filmar Evita”, cuenta. “Estaba embarazada, pero cuando los fotógrafos conseguían sortear a los custodios se le tiraban literalmente encima. Tan encima que uno se preguntaba cómo iban a hacer para sacar la foto, porque ni siquiera les daba la distancia.”
Los fotógrafos locales saben que una buena oportunidad de lucirse y de hacer dinero es vender fotos de figuras internacionales que llegan al país a medios extranjeros. Las de estrellas latinas en Europa llegan a pagarse hasta cinco mil dólares. Poco en comparación con lo que se vendió cada una de las fotos de Lady Di muerta, en un accidente por el que, justamente, fueron implicados seis paparazzi: cien mil dólares.
“Cuando murió Cristina Onassis nos matábamos, se nos salían los ojos”, recuerda Papasodaro. “Sabíamos que por una foto del velatorio o del entierro, afuera podían pagar fortunas.” Los que lograron sacar una pocas pasaron repentinamente a medir alto entre sus colegas: “Es que se van estableciendo jerarquías: éste sacó tal foto, aquel sacó esa otra. Los que consiguen las figuritas difíciles pasan a ser tratados como héroes. Este chico que murió (Gabriel de Felice), por ejemplo, era en parte conocido en el medio por haber fotografiado a Sara Ferguson llorando en el entierro de su madre, Susan Barrantes, acá en Buenos Aires”.

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