Miércoles, 13 de octubre de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › HOMBRES QUE TIENEN SEXO CON HOMBRES Y QUEDAN AL MARGEN DE LAS CAMPAÑAS DE PREVENCION DEL VIH
Una investigación impulsada por el Ministerio de Salud y Onusida revela la existencia de una población a la que no llegan las campañas preventivas, puede contagiarse el VIH y transmitirlo a las mujeres. Discriminación entre el personal de salud.
Por Pedro Lipcovich
“Querido –dice la buena esposa, mientras le acomoda la corbata al marido que se va a la oficina–, si hoy vas a tener sexo con un extraño en el baño del subte, no te olvides del preservativo.” “Claro, mi amor, quedate tranquila”, contesta el buen marido. Este diálogo imposible expresa sin embargo a un conjunto de personas, quizá vasto, que una reciente investigación sacó a la luz: el de los hombres que, teniendo sexo con hombres, no se consideran ni son considerados homosexuales ni bisexuales; no suelen ser alcanzados por las acciones de prevención y, además, definen una vía por donde la infección por VIH se trasmite a las mujeres. Por otra parte, quizás el señor del ejemplo fuese a trabajar, no a una oficina sino como médico en un hospital; allí podría ser protagonista de otro aspecto de la investigación: el grado de discriminación que el personal de salud ejerce sobre las minorías sexuales: “En el marco de un discurso ‘políticamente correcto’, persisten muchos estereotipos discriminatorios”, concluye el estudio sobre la vulnerabilidad al VIH y los problemas de acceso al sistema de salud en minorías sexuales.
La investigación fue organizada por la Dirección de Sida y Enfermedades de Trasmisión Sexual del Ministerio de Salud de la Nación, en articulación con Onusida y otras agencias de Naciones Unidas. Se realizó entre agosto de 2009 y junio de 2010, en catorce localidades del país, con participación de catorce organizaciones no gubernamentales. Se efectuaron entrevistas en profundidad y registros cualitativos; no se buscaron en esta oportunidad datos cuantitativos.
“Este relevamiento nos permitió discernir más claramente una población de hombres que no se perciben a sí mismos como gays ni bisexuales, pero tienen encuentros sexuales ocasionales con otros hombres; no es una población menor –señaló Martín Clapié, quien participó en la investigación como integrante de Vox, Asociación Civil–. No suelen moverse en los llamados ‘espacios de ambiente’, sino en otros circuitos. Un lugar donde tienen cierta visibilización es en las salas de chat gays, bajo nicks como ‘Casado...’ o ‘Activo...’. Cuando, en el marco de la investigación, dialogué con ellos en el chat, obtuve respuestas como: ‘No soy gay pero cada tanto me copa encontrarme con un tipo: no lo beso ni me dejo penetrar...’. Plantean así un criterio que podría creerse superado para definir la conducta homosexual: el rol ‘activo’ definiría al ‘hombre’”.
José María Di Bello, subdirector de Salud y VIH de la Cruz Roja Argentina, señaló que ésa “es una de las poblaciones más difíciles de contactar. Suelen ser casados, con hijos y tienen prácticas homosexuales en baños públicos de estaciones de tren o subte, en autos o lugares oscuros; generalmente toman pocas precauciones, a menudo no usan preservativo, y son una población puente que trasmite la epidemia a la población femenina. Muchos gays han tenido relaciones eventuales con estas personas. Se diferencian de los bisexuales en que éstos pueden construir vínculos no sólo sexuales sino afectivos con personas de ambos sexos.”
“Alguna vez –continuó Di Bello–, junto con la Fundación Buenos Aires Sida, intentamos un trabajo preventivo referido a esta población, con carteles en los baños públicos indicando cómo obtener preservativos. Dio algún resultado pero no mucho.” “Hay que repensar el lenguaje que se utiliza –observó Clapié–: estos hombres no recibirían un volante con dos varones besándose, porque esa imagen no los representa.”
En términos estratégicos, señaló Di Bello, “cambios como la ley del matrimonio igualitario hacen que la homosexualidad pase a ser una cuestión pública, de la que se debe hablar y que figurará en los manuales escolares: esto facilita que, en la educación sexual, pueda decirse que hay prácticas sexuales diversas, donde la afectividad a veces se junta con el sexo y a veces no, de modo que estas cosas no se vivan de manera tan clandestina”.
Susana Margulies –directora de investigación del Programa Antropología y Salud de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA– analizó las entrevistas a profesionales y personal de salud de trece hospitales sobre la atención de personas homosexuales y bisexuales.
Desde luego, dicen los médicos y otros profesionales, “para nosotros todos los pacientes son iguales: es un ser humano, se lo debe atender por igual”. Los estereotipos pueden ser de signo positivo: “Se cuidan, ponen menos reparos”, es decir, son “buenos pacientes” por oposición a malos pacientes como lo serían los “adictos”. Incluso, dicen, “el homosexual suele estar más instruido en el tema que el heterosexual; muchos homosexuales saben que por sexo oral se pueden contagiar enfermedades, y los heterosexuales suelen desconocerlo”.
En estos discursos del personal de salud, los homosexuales son “frágiles”, “desvalidos”, “sensibles”, “vulnerables”, pero también “barulleros”, “irrespetuosos”, “controversiales”, “agresivos”, “demandantes”. Es decir, observa Margulies, “rasgos variables y muchas veces permutables entre sí, que reflejan más el desconocimiento y la incertidumbre que la capacidad de identificar o reconocer a los sujetos”.
Y el personal de salud, ¿discrimina a estas poblaciones? “He visto médicos que se les cagan de risa en la cara”, cuenta una trabajadora social. “Lo ves en las actitudes de los colegas: ponerte más lejos cuando tenés una entrevista o no revisarlo, no tocarlo”, comenta un médico. Algunos, al construir un discurso correcto, muestran la hilacha: “Yo no soy juez, soy enfermero. si la persona es homosexual no tengo por qué juzgarla, tengo que atenderla lo mismo que a un delincuente, para mí es una persona”.
Lo más inquietante es que en algunos casos la discriminación se expresa en prácticas concretas, como la aplicación de normas de bioseguridad: “Todo paciente homosexual debe tomarse como VIH hasta que se demuestre lo contrario”, proclama un médico. Otro pide “un cuidado extremo”, que incluya doble par de guantes de protección. Margulies explica que “en estos casos persiste una asociación estigmatizante entre homosexualidad y conductas de riesgo vinculadas con la promiscuidad”.
Margulies evaluó que “la sociedad atraviesa un proceso de cambio discursivo. Estamos en un momento político de enorme avance en la lucha por el derecho a la diversidad; sin embargo, a nivel de la reflexión de las personas, el cambio es más complejo, los estereotipos persisten y esto se advierte en los discursos de profesionales, técnicos y administrativos de hospitales que hemos analizado”.
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