SOCIEDAD › JULIO ANTONIO ARRIETA, DIRECTOR DEL TEATRO DE LA VILLA 21
“Descubramos que podemos pensar, por el bien de los villeros”
Lleva con orgullo el título de payaso. Es escritor, poeta y dramaturgo. Hace años que forma actores y murgueros en la villa de Barracas y su casa es un verdadero centro cultural que ya ganó premios de teatro y cortometraje. En este diálogo, su peculiar punto de vista sobre la sociedad que habita y la necesidad de generar y protagonizar cultura.
Por Andrew Graham-Yooll
–¿Cómo comienza este grupo de teatro de la villa?
–Este grupo de teatro fue organizado el 7 de noviembre de 1987, cuando cumplí 37 años. Ya veníamos haciendo algunas cositas, como el pesebre viviente en la villa, durante varios años, con el padre Daniel De la Sierra. Empezamos, formalmente, con la obra de teatro que fue escrita por el grupo aquí, se llama Mediodía en la villa, de aproximadamente 40 minutos. Intervino en el tercer concurso de teatro de la Ciudad de Buenos Aires, organizada por Secretaría de Cultura, y llevada al escenario en el Teatro San Martín en 1990. Obtuvimos una primera mención en un concurso donde participaron unos 400 grupos de teatro. Para nosotros fue un gran éxito. Lógicamente, fue la primera obra, cortita, no una gran obra de literatura, pero se relacionaba con el medio en que vivimos. Se trata de una familia en una villa, con problemas de dinero y otras vicisitudes, y se tocan temas de la política de la villa, la religión, el trabajo.
–¿Cuándo se viene a la Villa 21?
–Acá, a la Villa 21, en el año ‘73... más o menos. Antes estuve viviendo en el barrio Zavaleta, del ‘73 al ‘80, y en el ‘80 vine adonde estoy, y de aquí no me moví mas. Tenemos 12 hijos y 19 nietos, la menor de ocho meses. Mantengo contacto con todos, casi todos viven en el barrio, casi todos trabajamos en teatro, cortometrajes, participamos en largometrajes también. Y obvio, en la murga de la villa. Mi mamá era de Viale, en Entre Ríos. Yo nací en Juramento y Cabildo. Eramos una familia tipo, clase media de esa época, de los años cincuenta. Había una estabilidad mejor en el país, por lo menos eso era lo que contaban mis padres. Por cuestiones emocionales se separaron. Me fui con mi mamá, primero a un hotel y de ahí fuimos a una villa, la de Flores, estuvimos después en el edificio Warnes, y ya no pudimos salir más de la villa... A mi papá no lo vi nunca más, no sé que habrá pasado con él, yo era muy chiquito.
–¿En esta villa qué va a pasar?
–Esta villa ya es un... barrio, donde se está haciendo un proyecto de viviendas, que empezó por el lado del Riachuelo. Es muy complicado acceder, en los tiempos que estamos viviendo edificar es una cosa imposible, por más que haya ayuda gubernamental y una ayuda de parte de la comisión vecinal que organiza el barrio. Hacen casas de material, uniformes, o sea de 8 por 9 metros, y a la gente se los traslada de la vivienda que tienen a estas casas. Lógicamente usted tiene que ir pagando una cuota, pero en este momento no se puede pagar ningún tipo de cuota, por más accesible que sea. La mayoría de la gente que vive en esta villa no tiene trabajo y el que tiene es por muy poca plata. Se ha parado un poco el tema, pero se sigue.
–¿Y su literatura, su teatro, cómo acomoda todo?
–Estoy haciendo un libro de poesías. Se titula Momentos. Son vivencias. No tengo la menor idea de si estas poesías tienen valor literario porque todavía no han vista la luz. Estoy tratando de escribir un libro de cuentos, de personajes de la villa con sus historias. Escribí un cuento que se llama “El ataque de los simulcos”. Son unos extraterrestres que invaden el planeta. Por lo general cuando hay extraterrestres sale Norteamérica, que los combate en pos de la libertad del mundo. Esta vez todo el planeta queda dominado por estos extraterrestres, hasta que llegan a la Villa 21 de Barracas. Por casualidad, un personaje de la villa descubre el antídoto a estos extraterrestres, que no fueron lastimados por ningún misil, ninguna bomba atómica, los seres humanos no pueden ocasionarle daño alguno. El personaje de la villa descubre que lo única que les hace mal es el agua podrida de la zanja de la villa, y los combate con esa agua podrida. Organiza a los villeros y en otros países, como enHarlem en Norteamérica, y en Liverpool, en Inglaterra, y todos los barrios pobres del mundo adoptan el método de los villeros en la Villa 21 Barracas, combaten a los extraterrestres con el agua podrida de sus propias villas, y el mundo queda libre, lleno de mierda, pero libre. El personaje central, un tal José, tiene una familia muy parecida a la mía. Es cartonero, persona con muy pocas luces, pero... tiene la viveza criolla que le da la calle, vive su vida muy dignamente, no llora, no pide cosas. Esa es la caricatura del villero que quiero mostrar. Un tipo que vive, que existe, si bien tenemos en las villas robo, drogadicción y también prostitución, hay otro personaje que existe, que no está muy bien descubierto, que es el que se levanta todas los días y va a laburar, y es víctima también de las aves de rapiña que existen no solamente en las villas sino en todos lados...
–¿Cómo ve a Buenos Aires desde aquí?
–Yo pienso que hoy la ciudad de Buenos Aires es una gran villa miseria, la ciudad se ha convertido en una tierra de nadie, por un efecto social que no puedo llegar a comprender, que obliga a la gente a hacer este tipo de cosas.Yo les digo a mis hijos que el mismo sol que sale acá, en la Villa 21 Barracas, sale en Palermo, en Devoto, y Villa Urquiza. Los seres humanos somos iguales, todo depende de con que uno se conforma, yo no estoy disconforme.
–Varias veces ha dicho “quiero hacer cultura”. ¿Qué significa hacer eso?
–Me permito a mí mismo hacer “cultura” entre comillas, que por ahí no está totalmente descubierta. Significa que por bien de los villeros descubramos que podemos pensar, que podemos hacer cosas. A los demás, mostrarles quienes somos, de una manera poética, con una obra de teatro, y que algún día, si hemos producido Maradona, o Monzón, o a otros boxeadores que salen de la villa, por qué no soñar que alguna vez salga de aquí un Alfredo Alcón o una Norma Aleandro, por qué no. Sería también independizar el pensamiento, se puede llegar a lograr hechos culturales, como demostrar de que manera piensa una persona que vive acá dentro. Yo no creo ser el único que tiene este tipo de intenciones, lo que pasa es que el villero mas que marginado es automarginado, piensa que el no puede hacerlo, nosotros no creemos en nosotros. El que no sabe que tiene valores es el mismo villero.
–¿Usted ha tenido militancia política para llegar a esto?
–He tenido militancia política porque venía pegado a este pensamiento cultural que tenía. Yo milité en política tratando de ver si era posible que algún político mirara mi inquietud cultural y me ayudara para poner un galpón dentro de la Villa 21 Barracas y hacer un centro cultural. Que no fuera propiedad mía, pero sí quiero dirigirlo. No quiero que venga un director de afuera a hacer teatro con nosotros, yo quiero hacer teatro yo y mostrárselo a los de afuera.
–¿Y encontró algún político, al final?
–No, a los políticos lo único que les interesa es que yo les lleve gente a votar, convertirme en un puntero, pero sin el compromiso de ellos de dar nada. No todos los políticos son malos...
–¿Así que usted no está con el que se vayan todos?
–Sí, que se vayan todos los malos, pero que se quede alguien porque si se van todos... ¿quién va a dirigir esto? Se tienen que ir los malos, las personas que no tienen sentimiento de patriotismo, que dicen hay que veranear en Argentina y se van a Punta del Este. Se tienen que ir toda esa gente, que no entiende cómo sacar el país adelante, y quedarse la gente que valga. ¿Quiénes son? Yo no le puedo decir, porque por ahí no me da mi intelectualidad. No estoy diciendo que Duhalde sea bueno, o malo. Yo lo único que digo es que me gustaría que los políticos de Barracas, porque la ciudad empieza por el barrio, que están preocupados en llevar a la gente avotar, también tienen que estar preocupados en hacer obras que tengan un valor de duración, no que pasen como un soplo de viento de verano.
–¿Cuándo hacen teatro? ¿Dónde lo hacen?
–Acá, en mi casa, en el comedor de mi casa, corro la mesa, los muebles y lo hago acá. Ensayamos la obra de teatro acá. También tenemos un grupo de payasos, con mis hijos.
–¿Por qué le dicen a usted “el payaso”?
–Porque mis primeros pasos fue ponerme la ropa de payaso con mis hijos y hacíamos de payasos en el comedor de la villa, hicimos de payasos en la iglesia de Caacupé de la villa, en las escuelas de la zona, de Pompeya y Barracas. Soy payaso, pero no hago payasadas. Me gustaría que a algún político le interese este proyecto. Lo único que le pido es que me dejen enseñar teatro a mí, porque... porque quiero que me dejen enseñar teatro. Porque yo entiendo a los chicos, a los códigos de acá adentro, que tenemos todos. Quiero hacer un teatro que refleje el lenguaje, la forma de vida que tenemos nosotros.
–¿Usted no se iría de la villa?
–No, para irme de la villa necesito dinero y no lo tengo. A menos que me saque la lotería o algo por el estilo, por ahí me iría. Acá la gente no es peligrosa, en 50 años no me pasó nada y si me voy a vivir, qué se yo, a Palermo y me agarra un colectivo... Lamentablemente hace tiempo que no veo teatro fuera de la villa, el dinero no me lo permite, básicamente pasa por ahí. En el último tiempo que vi teatro estuve viendo sainete, que me gusta a mí, el sainete. Vendría a ser la villa de antes, en los años 40, en el conventillo, donde había gente de distintos países viviendo en una casa. Sucede acá, donde yo soy argentino y hay un gran porcentaje de paraguayos, un porcentaje mínimo de chilenos, de bolivianos. La villa también es Mercosur. Esto es una base de paraguayos, 8 paraguayos, un argentino, después está la otra villa que esta más adelante por Perito Moreno, totalmente boliviana, también 8 a 1. Básicamente la villa no es totalmente argentinos, hay muchos extranjeros, y cuesta mas hacer teatro, con ese tipo de dificultades culturales, por el hecho de que a veces no entienden tan bien lo que yo transmito, pero es una tarea que no me importa y yo sigo adelante. De nada sirve que yo enseñe cultura y que no tenga una salida laboral. Si eso no se cumple, entonces vamos a ser cadáveres cultos, vamos a llegar al cementerio con una cultura importante pero muertos de hambre. Lo que propongo es que esto le sirva a la gente, el teatro como un medio de vida. Si alguno de los lectores está pensando en hacer un proyecto de cine o teatro y necesiten gente que pueda hacer de pobre, nosotros estamos...
–Pero ¿por qué hacer de pobres?
–Porque la tenemos clara. Me molesta un poco que nos identifiquen como pobres cuando les convenga, cuando a ciertas clases de personas les conviene que nosotros seamos pobres. Me molesta que no nos llamen para hacer de pobres en las cosas que sí nos reditúan, que podamos ganar algo. Me da un poco de escozor que de repente llegue Alain Delon, que no conoce la pobreza, que no conoce la miseria, y que haga de pobre, por decir. En “Tumberos” participamos 40 personas de esta villa, logramos trabajo. Fue muy importante. Filmamos con Héctor Alterio, con Eliseo Subiela, se filmó en la villa. ¿Quieren filmar en la villa? Vengan por favor. Les vamos a abrir las puertas para que puedan filmar, no queremos que esto se convierta en un ghetto, un lugar inaccesible.
–Pero vea, si estoy yo, aquí viene de toda clase...
–Claro, pero dentro de la villa hay mucho turismo revolucionario, personas que vienen de algunas entidades políticas o de intermedias, que vienen a la villa como si fueran Colón a descubrir América, que quieren venir a enseñar a la villa modos o formas de vida. Por ahí son buenas y las intenciones por ahí también son buenas de esta gente que viene. Lo quetiene que aprender esta gente es que no se puede enseñar a un tigre a que sea elefante. Me gustaría que no traten de cambiar al villero en todas sus formas. Mucha gente que hace turismo revolucionario viene a la villa y le enseña a los chicos el abecedario, a leer y escribir, eso está bien, pero de entrada les quieren cambiar la forma de vida y no es bueno. Políticamente, yo quisiera que nos dejen ser como somos, puros, por ahí no somos mejores que nadie pero somos así, una de las cosas y la otra es, estos turistas caminan por la villa y dicen “Ay ¿viste cómo es esa casa? ¿Viste qué de piojos que tenían esos chicos?”. Y le dicen a la mamá que vaya a la farmacia, a comprar piojicida. Y la mujer lo mira al tipo, como preguntando qué carajo está diciendo. La pobre mujer tiene al marido que no tiene laburo, sale a juntar porquerías a la noche para poder darle un pedazo de pan a sus hijos y no va a poder gastar cinco mangos, cinco pesos miserables, para comprarse ese remedio que este hombre o esta mujer de acción social o de alguna entidad benéfica le quiere inculcar. Sería mas loable traer el producto y dárselo: tome, mamá, póngale esto, por ahí si. En definitiva, el objetivo sería que venga la gente todas las veces que quiera. Pero que ayuden de verdad, que reconozcan que hay gente que sabe. Acá hay muy buenos cantantes, muy buenos compositores, no están descubiertos y por ahí ellos mismos no se descubren porque no saben que pueden hacerlo. Que se lo lleven, que digan en el escenario donde ellos actúen, en otro lado que no sea la villa: este señor es de la Villa 21 Barracas, y si bien hay ladrones, drogadictos, prostitutas, también está este señor que hace esto... y lo hace bien.
–¿Usted necesita ayuda de afuera, primero para poder sacar lo bueno que hay adentro?
–Si les interesa, sino lo voy a seguir haciendo así como lo vengo haciendo.
–En primer lugar, ¿usted necesita un espacio?
–Exacto, dentro de la villa queremos un espacio cultural para hacernos conocer. La gente desconoce quién es un villero porque toda la vida, toda la participación social que pueda tener un villero, lo hace internamente, villero con villero, no tiene una salida.
–¿Qué es ser villero?
–Vivir en la villa, nada más...