SOCIEDAD › UN TRAFICANTE DE ESPECIES PROTEGIDAS FUE DETENIDO EN EZEIZA CON SERPIENTES VIVAS EN SU EQUIPAJE

Cayó uno que soñaba con serpientes

Un ciudadano checo había despachado en su valija cuatro yararáes, cuatro corales, diez boas constrictor y otras 247 especies de reptiles vivos y hasta moluscos por Iberia y rumbo a Praga. En el scanner de Ezeiza detectaron movimientos extraños.

 Por Raúl Kollmann

Un ciudadano con pasaporte checo fue detenido en el Aeropuerto de Ezeiza cuando trataba de sacar, en una enorme valija, 247 especies exóticas, entre ellas cuatro víboras yararáes, cuatro serpientes de coral, diez boas constrictor, numerosas culebras y otros ofidios de enorme valor por ser, en muchos casos, especies en extinción. El juez en lo Penal Económico Marcelo Aguinsky procesó a Karen Abelovsky, por el delito de contrabando de exportación sin las debidas autorizaciones del Senasa y la Dirección de Fauna y, además, por atentar contra la salud pública, ya que cualquiera de esos reptiles, que tenían buenas chances de escaparse de la valija, podría haber mordido a una persona en Madrid o en Praga, destinos del viaje, sin que tuvieran el suero necesario para contrarrestar el veneno.

Abelovsky fue detenido después de que la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) detectara mediante rayos X que en una valija despachada en el vuelo de Iberia del 7 de diciembre, con destino a Madrid y Praga, había extraños movimientos. De inmediato, el personal buscó al pasajero que despachó la valija y la abrió delante de él. Cuidadosamente embaladas estaban las serpientes y un total de 247 reptiles y moluscos vivos que son comercialmente atractivos por tratarse de especies muy exóticas de Argentina y también de Brasil, buscados por coleccionistas.

Ya se sabe que en el mundo hay personas que arman su propio zoológico privado, algo que era y aún es una manía de muchísimos millonarios. Son famosos los zoológicos de los narcos de más renombre.

Pese a que cada especie tenía su etiqueta, el juez Aguinsky tuvo un arduo trabajo para valuar el contrabando. La Fundación Vida Silvestre pero también otros especialistas ayudaron en esa tarea, aunque no resultó fácil porque el comercio de esas especies está prohibido y por lo tanto sólo tienen valor en el mercado negro. El magistrado –tras un dictamen del licenciado Marcelo Silva Croome, del área de Fiscalización y Control de la Secretaría de Medio Ambiente– tasó el cargamento en unos 85.000 pesos, recurriendo a evaluaciones publicadas en Internet. También intervino la Aduana en todo el procedimiento y se calcula que el contrabando es bastante mayor a esa cifra justamente porque se trata de especies en extinción y de venta prohibida. Como es obvio, el juez no guardó el cargamento en ningún despacho judicial, sino que mandó todo al zoológico.

Por de pronto, el magistrado procesó a Abelovsky, le quitó el pasaporte y le fijó una fianza de 340.000 pesos porque ésa sería la multa a pagar. El ciudadano checo tiene que presentarse semanalmente en el juzgado. La impresión de los investigadores es que hay una organización dedicada al contrabando de especies exóticas. Es que el checo llegó al país una semana antes y parece cantado que no fue él quien cazó y juntó las especies. Todo indica que hay un acopiador y que Abelovsky sólo vino a recoger el peligroso cargamento.

En su resolución de 34 páginas, Aguinsky sostiene que no sólo se trató de contrabando, sino que también se agrega el peligro para la salud pública. Los animales eran enviados en el avión de Iberia en el depósito de carga, es decir sin la presurización ni temperatura adecuada. Esto abría enormes chances de que se escaparan y terminaran mordiendo a empleados del aeropuerto de Barajas, donde se trasladaría la valija a un avión con destino a Praga, o en el mismo aeropuerto del destino final, en la capital de la República Checa. Evalúa Aguinsky que en esos lugares podría no haber el suero antiofídico requerido, lo que constituía un verdadero peligro de muerte para esos empleados. Aguinsky considera que el peligro para la salud pública no se puede restringir a lo nacional, por lo cual le aplicó ese agravante. El cálculo es que la pena podría estar entre cuatro y diez años de prisión. Abelovsky se negó a declarar las dos veces que fue convocado por el juez.

Desde un punto de vista técnico el delito es el de contrabando porque existió un ocultamiento de las especies y porque no se pidió autorización de ningún tipo para hacer la exportación. En especies exóticas la exportación está prohibida, salvo por razones científicas, en cuyo caso deben pedirse las autorizaciones correspondientes. Además, el embalaje debe hacerse de acuerdo con las normas de la organización internacional de aviación, IATA, y los animales debían ser enviados en cabina presurizada y no en el depósito de los equipajes del avión, que no tiene ni presurización ni la temperatura adecuada.

El desafío de la investigación es encontrar a los organizadores. El checo traía un celular, pero nunca se comunicó con el proveedor. Es decir que todo se manejó como una operación de narcotráfico: alguien lo buscó en el aeropuerto cuando llegó de Praga, se movieron en forma personal y no usando celulares, o sea que preservaron la organización delictiva. Queda flotando la duda de cuántas operaciones de este tipo estarán funcionando en forma habitual sin que hayan sido detectadas y con el único objetivo de que uno o más coleccionistas se solacen mirando las yararáes, culebras, boas y corales en su zoológico o serpentario privado.

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Pese a que cada especie tenía su etiqueta, el juez Aguinsky tuvo un arduo trabajo para valuar el contrabando.
Imagen: EFE
 
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