Los servicios de la terminal de ómnibus de Retiro estuvieron demorados ayer por un reclamo vecinal con corte de tránsito en la calle de salida y acceso de los micros de larga distancia. Unas 500 familias del Barrio San Martín de la Villa 31 denunciaban que hace una semana están sin luz. Edesur explicó que el servicio no fue suspendido, sino que hubo problemas en la red de distribución interna a cargo del gobierno porteño. Para eludir el corte y evitar la cancelación de viajes, las empresas de transporte resolvieron que los ómnibus partieran desde la calle, fuera de la terminal. Por lo tanto, los pasajeros tuvieron que acarrear sus bártulos desde las plataformas donde debían salir a otras mucho más improvisadas, sobre la avenida Antártida Argentina o la calle Ramos Mejía. Una carrerita de cuadras, con obstáculos, para empezar las vacaciones. En la zona, taxistas y conductores de poca paciencia también expresaron su mal humor, mientras la radio recomendaba evitar la zona.

La manifestación se produjo desde la medianoche hasta las 10 de la mañana y de 14 a 18, cuando tras pedir disculpas a los usuarios por las demoras, los habitantes del barrio se fueron a sus viviendas, ubicadas a cuadras de la transitada terminal. El San Martín es un asentamiento “nuevo”, que desde hace poco más de un año toma forma y color al lado de la Villa 31 bis. Desde el jueves, son 1500 personas, según calculó un vecino, las que no tienen luz. En otros puntos también hubo protestas por cortes de luz (ver página 13).

Fuentes de Edesur explicaron que la distribución dentro de villas y asentamientos es responsabilidad de la Ciudad, mientras que la empresa sólo se encarga de hacer llegar la electricidad a un medidor madre. Según señalaron, el corte se produjo porque la red interna para conducir la energía dentro del barrio es “deficiente”, lo que afectó la red externa de Edesur.

Un vecino del Barrio San Martín apuntó, entrevistado por la prensa, que lamentaba las demoras, pero la protesta tenía como objetivo exigir el restablecimiento del servicio eléctrico para las al menos 500 familias.

Una goma ardía y la llama, espesa, recalentaba el aire. Al grito de “somos rehenes de los piqueteros”, una señora con destino a Concordia se zambullía entre la multitud de pasajeros. Salían de la terminal, sin orden, guiados por los altoparlantes. Mochilas, bolsitos, paquetes y carteras. Valijas de cuero, de tela, de años o más nuevas. Con rueditas y sin ellas. Cajas, cajones, folletos, una gaseosa, una mano que tironeaba la pollera de mamá.

Asomado a la puerta de un micro, un hombre mayor contaba que hacía trses horas estaba sentado ahí arriba. Decía que el chofer le recomendó esperar en el vehículo “para que estuviera más cómodo”. Miraba de reojo a los manifestantes. Los pasajeros continuaban en trance: iban para allá, volvían, se sentaban arriba del bolso, tomaban un sorbo de agua, sacaban el celular y miraban la hora. Los dígitos avanzaban lentamente. El anciano, que volvió a su asiento, descorría la cortina y los miraba sin mucho interés.

Por su parte, los taxis habían comenzado a tocar bocina temprano. Querían llegar a “las tres columnas” de la terminal, punto de donde parten sobre Antártida Argentina. Una larga fila de ómnibus se aglomeraba en la zona, ya congestionada cuando la situación es normal. Las unidades de transporte se detenían varias cuadras antes del corte, sobre avenida Gendarmería Nacional y calle 6, y descargaban allí a los pasajeros que debían caminar con sus maletas a la estación.

Pasadas las 18, dos camiones llegaron a la zona para abastecer de energía con grupos electrógenos. Los habitantes de la villa San Martín se retiraron con la promesa del inicio de trabajos que solucionen el conflicto.