Martes, 24 de enero de 2012 | Hoy
Por Ana Falú *
Tanta hipocresía asusta. La hubo siempre. Sin embargo en el siglo XXI, luego de haber transitado el siglo de los derechos asusta más: el de la Carta de los Derechos Humanos, el de los derechos de la infancia, el de los derechos de las mujeres, el derecho a decidir y aquí estamos, como si nada, negándole el derecho a la infancia y a la adolescencia a una niña de 11 años.
¿Cómo explicamos, en la Argentina democrática, la imposición del atraso atávico que nos impide como sociedad cuidar la vida de una niña de 11 años? ¿Qué abusos de poder tuvo esa madre, esa familia, para sacrificar los derechos de su hijita?
Violada. Avasallada en su cuerpito de niña, para volver a victimizarla, ahora por la Justicia, luego lo será por la misma sociedad. Esta niña de 11 años abusada, ¿sabría qué le estaba sucediendo cuando sufría la violencia sexual? ¿Cuánto miedo habrá sentido? ¿Cuánta culpa le habrán adjudicado?
¿Cómo será una niña de 11 años pariendo? Trato de imaginarlo, he tenido dos hijos y ese momento mágico, único, del dolor de parir demanda la madurez de la decisión y el deseo del hijo/a.
En la pobreza. Niña madre, mujer niña, no respetada, mandan los señores del “orden”, muchos son los mismos que pagan para que sus mujeres, amantes e hijas tengan aborto seguro y cuidado en una clínica privada. A la niña pobre que depende de la salud pública y de las leyes del Estado no se lo permiten.
Ella representa no sólo a la niña que es, sino también al colectivo de las mujeres pobres, las que no tienen el conocimiento suficiente, ni los recursos, para decidir sobre sus cuerpos. Los abortos en la pobreza o en la miseria, las que aún persisten y conviven con obscenas riquezas, se practican en condiciones precarias, terribles, y muchas de esas mujeres que se someten a ellos mueren por septicemia.
Este es un tema de salud pública, de derechos ciudadanos, atravesados por situaciones de pobreza, no es una cuestión de religiosidad.
Cada uno que cuide su ética y práctica religiosa, el Estado debe cuidar la salud de la ciudadanía, en particular la de la infancia. No se debe poner en riesgo a la niña, su salud física y psicológica.
Cuidemos la vida, la de esa niña: educación sexual para no abortar, aborto seguro para no morir.
* Presidenta del Centro de Investigación y Servicios de Promoción de Habitat, militante feminista, ex directora Regional de Unifem para Brasil y los países del Cono Sur.
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