Viernes, 29 de junio de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › DEL PAPAMOVIL A UN KIT DE MISA DE CAMPAÑA EN UNA MUESTRA SOBRE JUAN PABLO II
Los objetos que pertenecieron a Karol Wojtila llegan desde Europa después de pasar por México. Para verlos hay que pagar 50 pesos por cabeza, algo que mereció críticas del Arzobispado porteño, que calificó la muestra de “acto comercial”.
Por Soledad Vallejos
Detrás brillaba vagamente el vidrio blindado del Papamóvil en su versión argentina. La pieza, patrimonio del Arzobispado cordobés, acompañaba las palabras del italiano Giancarlo Ioppolo, responsable junto con su esposa de la productora que paseó objetos de Juan Pablo II por Europa y recala en la Argentina después de haber pasado por México. La presentación de “Las reliquias de Juan Pablo II” estuvo a cargo de la conductora Viviana Canosa, animada por un actor vestido de ángel, ante unas 300 personas. En el aire se confundían los ecos de un “Habemus Papam”, algún aplauso y música suave.
A un lado del Papamóvil, más allá del buffet y la santería que hace las veces de gift shop, una pared pintada de negro profundo, como el resto del espacio, pero con pintura de pizarrón, esperaba los primeros graffiti. De la “desautorización” que la semana pasada había dado a conocer el arzobispo porteño Jorge Bergoglio, ofuscado porque “la relación de la veneración de las reliquias con un acto comercial causa escándalo”, ni noticias. En una recorrida previa a la apertura, Página/12 pudo constatar que ninguna reliquia insigne, como lo son las partes del cuerpo (un rumor indicaba que se exhibirían gotas de sangre de Wojtila) se encuentra entre las piezas y prendas de la muestra montada en el Centro Municipal de Exposiciones, para ingresar a la cual, eso sí, hay que oblar 50 pesos.
De boca de los responsables, la palabra que suena una y otra vez es “emoción”. Emoción era lo que, cuando la sala todavía olía a pintura, embargaba a una de las organizadoras argentinas. Control remoto en una mano, cartera al hombro, teléfono celular en otra mano, volvía sobre el volumen, el brillo, los detalles de una de las diez pantallas en las que pueden verse, en loop, pasajes de la vida pública del Papa polaco.
“Es un momento tan emocionante. Y recién volví a ver el último, el del discurso que da por última vez, el de antes de morir... ¡piel de gallina!” Ella, que prefirió conservar el anonimato, “porque somos muchos”, fue una de las personas que en noviembre pasado viajó a Cracovia para ultimar los detalles para la llegada a Buenos Aires de la muestra.
Antes de llegar a la Argentina, donde permanecerá tres meses, la muestra estuvo, por idéntico lapso, en México. ¿El público? “De todo tipo: niños, adultos, mujeres, hombres. No hay edad, no hay límites de nada, porque era el Papa de todos”, evaluó Ioppolo en diálogo con este diario. En tierra mexicana, a diferencia de lo sucedido aquí, a la inauguración asistieron un cardenal (Norberto Rivera) y el nuncio apostólico local (Cristophe Pierre). Pero en la Argentina, “como en otros países, enviamos una comunicación a las autoridades religiosas locales para hacer juntos la exhibición. Aquí recibimos silencio del Arzobispado, y de un día al otro nos acusaron diciendo que hacemos mercadeo con reliquias, como la sangre, que no la traemos, está en la iglesia”, reitera Ioppolo, en referencia al Museo de la Arquidiócesis de Cracovia, que licencia la muestra itinerante. “Tenemos muchos empleados, hay que pagar seguros, transportar más de 150 objetos. Todo tiene un costo”, defiende Ioppolo, antes de agregar que “estamos haciendo esto porque creemos en lo que realizamos y porque el cardenal confió en noso-tros”. “El cardenal”, en este caso, es Estanislao Dziwisz, ex secretario de Juan Pablo II y responsable, en vida de Wojtila, de ir guardando y fichando cada objeto.
Hay prendas de distintos momentos de su paso por la jerarquía eclesiástica, un kit de misa de campaña, unas 200 fotos, la última casulla que usó en vida (“si te fijás, vas a ver que tiene más corto el ruedo delante que detrás: es que estaba muy encorvado y, si no, se la pisaba”, cuenta una de las organizadoras argentinas). También, regalos recibidos en algunas de sus giras, como un sombrero típico mexicano que lleva bordado el rostro de Wojtila y la Virgen de Guadalupe, o el mapa de Malvinas realizado en latón dorado y montado sobre piezas de cuero (obsequio de su segunda visita a la Argentina).
En los tres meses por venir, ¿quién pagará 50 pesos por recorrer este universo de vitrinas, videos, fotos? “Personas que lo admiren, como yo”, aventuró Ioppolo. “Gente que lo valore como Papa, como hombre. Me acuerdo y me emociono”, había dicho la organizadora. En México, asegura Ioppolo, ante la presencia de casullas y birretes, “vi gente llorando”. ¿Por qué? “Era el carisma de él.”
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