SOCIEDAD › DETENIDO Y ECHADO POR ABUSO Y AGRESION

Mal trago de un fiscal

Para el fiscal contravencional porteño Mario Perotti ayer fue el peor día de su carrera. Y el último. Manoseó a una mujer, agredió a un policía, lo detuvieron e Ibarra anunció su destitución.

 Por Horacio Cecchi

De no ser por el cargo y el revuelo que se armó, el caso no sería más que una crónica nocturna en una ciudad cubierta por la neblina. Ayer en la madrugada, una mujer, en un 24 horas de Congreso, acusó a los gritos a Mario Atilio Perotti de concentrar su humanidad sobre su trasero. En defensa de la agredida salió la dueña del kiosco. Entre los vahos etílicos que disolvieron la bruma, Perotti chapeó su cargo en tono amenazante sobre la dueña del kiosco: fiscal contravencional porteño. En su defensa salió el hijo de la kiosquera y se desató una batahola. En el medio quedó pegado un inspector de colectivos, hasta que llegó un policía. Perotti le voló de un sopapo la gorra. Hizo falta que cayeran dos, tres, diez uniformados más para contener tanta mezcla explosiva de alcohol y libido. Perotti terminó detenido y, para peor, saltó que tenía antecedentes: una probation por daños y amenazas en el ‘98. Durante la mañana lo indagaron. Durante la tarde, el Consejo de la Magistratura lo suspendió sin goce de sueldo. Durante la noche, el jefe de gobierno porteño, Aníbal Ibarra, anunció su despido. Como fiscal con atribuciones en casos de ebriedad y prostitución, Perotti se tornó en un caso paradójico e insostenible.
Pasada la medianoche del martes, al kiosco de Rivadavia 1723 llegaron tres mujeres. Detrás de ellas, casi como una estampilla, llegaba el fiscal nocturno. No está claro qué había ocurrido antes. Tampoco qué ocurrió en los primeros segundos de la escena, si un roce descuidado, una mano perdida o, como indicó más tarde un testigo, toda la humanidad del tipo apretada contra el trasero de una de las tres jóvenes. La respuesta fue un estallido de ira: “¡¿Qué tocás?, hijo de puta!”, se defendió la ofendida. La dueña del kiosco, que advirtió el motivo, salió en defensa de la mujer. “¿Está loco? ¿No ve que pueden ser sus hijas?”.
Lejos de inmutarse, Perotti chapeó amenazante: “¿Y vos, qué te metés? Soy fiscal”, escucharon todos sorprendidos. El hijo de la kiosquera, desde el fondo del local, salió disparado en defensa de su madre. A todo esto, Manuel, inspector de la línea 86, de curioso nomás, se acercó a mirar y recibió lo suyo. “¿Qué mirás, a vos te voy a hacer echar de la comisaría?”, lo salpicó con palabras y vahos. “Si yo no soy policía”, respondió Manuel, pero nadie lo escuchaba. Perotti se había trenzado a las piñas con el hijo de la kiosquera. Un uniformado llegó a disolver el tumulto y terminó con la gorra en el piso, mientras Perotti seguía chapeando a los gritos y tirando golpes como un ventilador. La moza del bar de al lado, el encargado del locutorio del otro lado, los homeless de la plaza, transeúntes, curiosos, miraban asombrados la escena sin entender o creyendo que se trataba de uno de tantos procedimientos.
“¿Qué pasa?”, preguntó el dueño del bar a uno de los policías que ingresó al baño. “Nada, un borracho que se puso como loco”, dijo el uniformado. Hubo que esperar la llegada de más de una decena de policías de azul y otros tantos pero de civil para dominar al robusto y, efectivamente, fiscal contravencional.
Alrededor de las dos de la madrugada, la escena había concluido. Perotti quedó apoyado contra un patrullero, con su ojo izquierdo del mismo color que su pulóver, bordó tirando a hematoma, y sus 60 años concentrados en una noche absurda de alcohol y chapa. Después, fue trasladado en calidad de detenido e incomunicado a la seccional 6ª. Allí pasó lo que quedaba de la noche. Durante la mañana del martes, la titular del juzgado 47, Mónica Berdión de Crudo, le tomó indagatoria en la causa 31251/03 por el delito de “abuso deshonesto, atentado y resistencia contra la autoridad”.
En los antecedentes del indagado figuraba, según el Registro Nacional de Reincidencias, que la del martes no había sido la primera noche oscura del acusado. En el ‘98 fue denunciado por daños y amenazas ante el Juzgado Correccional 10, y el 30 de marzo del año pasado se suspendió el juicio a prueba, sometiendo a Perotti a una probation a cargo del Juzgado de Ejecución Nº 2 y cuya vigencia vencía el próximo mes de noviembre. Cuando a Perotti le abrieron aquella causa, ya había sido designado como fiscal en comisión. El decreto fue firmado por el entonces con ambiciones presidenciales Fernando de la Rúa, en noviembre del ‘98. Ayer, tras enterarse del hecho, el fiscal general de la ciudad, José Luis Mandalunis, solicitó al Consejo de la Magistratura porteño que abriera un sumario de urgencia y que Perotti fuera suspendido de inmediato. Pasadas las 18.30, el Consejo, por resolución 225/03, suspendió sin goce de sueldo al fiscal, “dada la gravedad de las imputaciones”. Por la noche, Aníbal Ibarra, anunció que a Perotti le quedaban escasas horas en el cargo: “Con la resolución judicial (el procesamiento), dispondré su separación inmediata”, dijo el jefe de gobierno.
Los fiscales contravencionales que están en funciones fueron designados en comisión, por lo que dependen del Poder Ejecutivo. Este año se llamó a concurso y, actualmente, se estudian los pliegos de los aprobados. Se estima que a fin de año estarán designados los fiscales y jueces que ocuparán los cargos. Muchos de los actuales fiscales se presentaron al concurso con suerte diversa. Se sabe por lo pronto, que el detenido no estará entre los elegidos y no sólo por el incidente en Congreso: Mario Atilio Perotti fue uno de los que se presentó. Pero no resultó aprobado.

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El incidente se produjo en un maxikiosco de Rivadavia al 1700.
 
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