SOCIEDAD › EMPRENDEDORES DE LA ECONOMíA SOCIAL OFRECEN SUS PRODUCTOS EN EL PALACIO UNZUé

Feria y comidas en un lugar con historia

Con 44 puestos que rotan semanalmente, la feria es una opción para los turistas que buscan hacer compras a un precio justo. Se realiza en el Instituto Unzué, un ex asilo que fue declarado Monumento Histórico Nacional.

 Por Emilio Ruchansky

Desde Mar del Plata

En el Instituto Saturnino Unzué hay una concurrida feria de emprendedores de la economía social. El predio, un antiguo orfanato para niñas inaugurado en 1912, pertenece a la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia y la feria tiene 44 puestos, que rotan semanalmente para abrir paso a otros productores. Están repartidos en una dependencia cerca de la entrada, en Río Negro al 500, y un patio de comidas. “La principal ventaja es eliminar la intermediación abusiva, poder venir y ofrecer un precio justo”, explica Luli Ariza, de Pérez, una localidad cercana a Rosario. Vende patés de tomate, preparados de cebollas con mostaza o manzana picante para adobar, entre otras cosas. Muchos feriantes venden por primera vez al público, tras años de ir y venir con bolsos, tocar puertas o dejar su mercadería en consignación. Esta semana, el fuerte es la ropa y la blanquería, de manos marplatenses y del conurbano bonaerense.

“Hace cinco años que vengo haciendo mantas, toallas, bordados. Empezó como un hobby pero me gustaría vivir de esto. Me gusta tanto, que me banco ese otro lado, el de salir a vender con los bolsos bajo el brazo. Todavía no me da para poner un local. Necesitás plata para un año sin tener ingresos para que funcione”, asegura Andrea Haag, una marplatense que atiende junto a su hija. Tiene un taller en su casa en el barrio de Constitución. “Trabajo con mi marido, mi prima, mi vecina de enfrente, mi suegra y una modista”, dice la mujer, quien suele vender en escuelas y tiendas de ropa.

Haag ofrece blanquería y vestidos largos, de hilado peruano, a 300 pesos, también chales, saquitos livianos y batas playeras para bebés. Hace un año que vende en ferias y advierte que esta en particular, coordinada por las secretarias de Niñez y de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social, “es linda, está bien armada y tiene todo un sistema de actividades que atrae mucha gente”. Los emprendedores están allí desde el 7 enero y seguirán, por lo menos, hasta el 17 de febrero. Está abierto entre las 14 y las 23 y se realizan varios eventos durante el día (ver recuadro).

En el hall, detrás del stand Manos de mi tierra, que integra la Red Gesol, Alejandra Raimundo expone sus Carteras Singulares, recicladas y pintadas a mano, junto a la ropa que elaboran otros emprendedores de esta Red presente en 15 provincias e integrada por 75 mutuales, cooperativas, sociedades de fomento y centros comunitarios. “Tenemos un local en La Boca, a 4 cuadras de Caminito, donde comercializamos productos de muchas partes. Es una tienda social”, explica. A su lado, vende remeras estampadas a 60 pesos y menos, Máxima Apaza, de la misma Red.

También hay una tienda especializadas en tejidos, macramé y bijouterie, del Centro Residencial de Mar del Plata, donde asisten madres adolescentes, de entre 15 y 22 años. “Es la primera feria a la que vamos, más allá de las veces que amasamos y vendemos budines y pan dulce en la sede de del organización”, cuenta una de las voluntarias, Claudia Martínez. En el stand de al lado, la esteticista y profesora de gimnasia marplatense Mariana Teresa Stufano muestra los relojes empotrados en la madera que recoge de los montes de San Luis y una larga gama de jabones y cremas. “Vendo puerta a puerta o en el gimnasio, para mí esta es una gran oportunidad”, dice.

“Yo hago almohadones con diseños que se usaban en las cortes europeas en el 1800. También tejidos que trajeron los españoles de la alta sociedad y se continuaron haciendo en Paraguay”, comenta Atilia Benítez, de la ciudad bonaerense de Hurlingham. Dice que es la primera vez que viene a Mar del Plata y está sola en la ciudad. Empezó su producción con un microcrédito estatal y por ahora solo trabaja por encargo. Su emprendimiento se llama Chepo, en guaraní, quiere decir “mi mano”.

En el patio, bajo la sombra de dos hileras de eucaliptos, está el sector de comidas y otros stands de la feria. En el medio, una hilera de 10 mesas. La Cooperativa Agrícola Fazenda, de Formosa, ofrece licuados de distintas frutas: banana, sandía, durazno y frutilla, entre otras, a diez pesos. Hay también fiambres, quesos y preparados en vinagre del Centro Laziale Marplatense, que vende pizzas y sandwiches. Otro productor resalta en su tienda chorizos de bondiola. También hay comida japonesa “con salsas niponas hechas por primera vez en Argentina”, aclara la emprendedora, Laura Yamashiro, de Florencio Varela.

“La feria de economía social es el principal atractivo. Como son stands que van rotando cada semana, cerramos cada lunes para que vengan otros productores y tengan oportunidad de mostrar sus artesanías”, explica Paola Vessvessian, asesora del Ministerio de Desarrollo Social. “Los que no cambian son los gastronómicos por la estructura que tenemos que montar para que cocinen. Muchos ya son efectores sociales, o sea, que al poder brindar servicios al Estado pueden participar de las actividades que hacemos en el resto del país. Pagamos estadía, comida y transporte, el riesgo es no vender”, sostiene Emilce Moler, de la Secretaría de Economía Social.

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Hay un sector con juegos para chicos, funciones de teatro, proyecciones de cine, conciertos y un espacio con wifi.
Imagen: Joaquín Salguero
 
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