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El presunto líder de una banda que en los últimos tres años robó al menos catorce bancos en la ciudad de Buenos Aires y que, antes de huir, dejaba una falsa granada de mano como método intimidatorio, fue detenido en el partido de La Matanza. Con esta detención y la del “segundo” dentro de la organización, quedó “fuera de circulación una poderosa banda”, afirmó el subsecretario de Políticas de Seguridad de la Nación, Darío Ruiz.

El jefe de la Policía Federal, Román Di Santo, explicó en una conferencia de prensa que la banda desbaratada tiene “catorce hechos de robos a bancos comprobados” y que, tras consumar los asaltos, sus integrantes huían “en medios de transporte o en motos”, ya que no contaban con vehículos que los aguardaran en las inmediaciones.

Para el jefe policial, esta organización tenía “una trayectoria delictiva bastante importante”. Su último asalto fue cometido el 12 de marzo pasado, en la sucursal del Banco Supervielle ubicada en avenida Callao 1021, en Barrio Norte.

Di Santo dijo que “con la colaboración” de la Policía Bonaerense se realizaron “tareas de inteligencia encubiertas” para localizar al sindicado líder de la banda, identificado como José Armando Durán, alias “Josecito”. El viernes pasado, el imputado fue finalmente detenido tras un allanamiento en una vivienda del barrio Esperanza, en la localidad de Ciudad Evita, partido de La Matanza.

La policía, en el marco de una pesquisa coordinada por autoridades del Ministerio de Seguridad de la Nación, sorprendió a Durán junto a otro hombre, identificado como Juan Ramón Isnalde, también acusado de integrar el grupo de asaltantes. Durante el procedimiento, los pesquisas también secuestraron un revólver Taurus calibre 38, equipos de telefonía celular, cartuchos de bala y morrales que se utilizaban para cargar el dinero robado de los bancos.

Todos los elementos incautados y los detenidos quedaron a disposición del juez en lo Criminal de Instrucción Nº 5 porteño, Manuel de Campos. Según el subsecretario Ruiz, el modus operandi de la banda consistía en exhibir armas de fuego, cruzar la línea de cajas, alzarse con el dinero y, antes de escapar, dejar abandonada dentro de la entidad una supuesta granada.

El falso artefacto solía ser en realidad una lata de gaseosa con cables pegados, que dejaba con la finalidad de evitar que los clientes o empleados del banco corrieran tras ellos al huir.