Sábado, 4 de mayo de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › A LOS 84 AÑOS, MURIO EN LA PAMPA EL LIDER DEL CLAN PUCCIO
Contador y abogado, fue el patriarca de una banda familiar que en la década del ’80 secuestró y asesinó a empresarios y jugadores de rugby. Uno de los hijos que integraban el grupo había jugado en Los Pumas. Arquímedes pasó en total 23 años preso. Ahora estaba libre.
El contador y abogado Arquímedes Puccio, quien estuvo preso durante 23 años por liderar una banda que, en la década de los ’80, secuestró por dinero y asesinó a dos rugbiers en su casa de San Isidro, mató a un empresario al tratar de capturarlo y mantuvo cautiva a una empresaria, murió a los 84 años en La Pampa. Puccio, que recuperó la libertad en 2007, vivía en una pequeña habitación de un conventillo de General Pico. Había llegado a esa provincia para cumplir el último tramo de su condena, luego de que, en 2004, fuera descubierto violando el arresto domiciliario. Tras su muerte, nadie reclamó su cuerpo.
El jefe del clan que conformaban dos de sus hijos, un ex militar y otros dos amigos, murió a las 4 y media de la madrugada en la cama de su habitación. Así lo confirmó el jefe de la sección II de la Policía de General Pico, comisario Mauro Bertone, quien certificó el deceso en la casa de la calle 4 número 1253, del barrio El Molino, en General Pico.
El policía aseguró que ningún familiar quiso hacerse cargo del cuerpo, por lo que hasta la noche de ayer aguardaban una decisión judicial para saber si Puccio sería enterrado “en una fosa común del cementerio de General Pico”. Puccio murió a consecuencia de una complicación posterior a un ACV (accidente cerebrovascular) que había sufrido años atrás. Su cuerpo fue hallado por el hombre con quien convivía, un predicador de la Iglesia Evangélica, religión que comenzó a profesar en sus últimos años en prisión.
“El había sufrido hace unos años un ACV y pese a que andaba bien y se podía manejar por sí solo, necesitaba una medicación diaria. Su compañero de vivienda lo encontró precisamente cuando fue a buscarlo para darle la medicación”, explicó el comisario Bertone.
Puccio había recibido condena a reclusión perpetua en 1995, diez años después de que la policía irrumpiera en su casa y descubriera en el sótano, encadenada de pies y manos, a la empresaria Nélida Bollini de Prado, quien llevaba más de 30 días secuestrada. Jefe del clan, el padre del ex jugador de Los Pumas Alejandro Puccio y del también rugbier Daniel “Maguila” Puccio, había sido detenido mientras intentaba cobrar el dinero del secuestro extorsivo de Bollini.
Para entonces, el clan había secuestrado en 1982 al joven empresario Ricardo Manoukian, jugador de rugby en Pueyrredón, y en 1983 a Eduardo Aulet, del San Isidro Club (SIC). A ambos, amigos de la familia Puccio, y capturados aprovechando esa relación de confianza, el clan los asesinó tras cobrar los rescates, abultados y en dólares. La investigación judicial estableció que el clan también había asesinado al empresario Emilio Naum, propietario de firma de ropa Mac Taylor: por orden de Arquímedes Puccio, fue ultimado de un balazo en junio de 1984, cuando se resistió al secuestro.
De la familia Puccio, la Justicia sólo halló responsables a Arquímedes, Alejandro y Daniel “Maguila”. El tercer hermano, una hermana y la madre de ellos no fueron involucrados en los hechos. Alejandro fue condenado a prisión perpetua; en mayo de 1985, durante un traslado, saltó desde el quinto piso de los Tribunales con las manos esposadas; cayó sobre un techo de la DGI y sobrevivió, aunque las lesiones le dejaron secuelas. El resto de su vida sufrió convulsiones periódicamente. En 2007, fue liberado de prisión; murió un año después, con 47 años. Por su parte, Maguila estuvo sólo tres años preso. En 1999 fue condenado a 13 años de prisión, pero jamás cumplió la condena: desde entonces permanece prófugo, aparentemente en Brasil. El clan también estaba compuesto por el militar retirado Rodolfo Franco y sus amigos Guillermo Fernández Laborde y Roberto Oscar Díaz.
Cuando la banda operaba, Puccio era un contador que vivía en San Isidro. Sus vecinos lo habían apodado El Loco, porque barría la vereda con fervor y asiduamente, aun cuando no estuviera sucia. Luego de descubierta la organización, los investigadores establecieron que se trataba de una táctica: con la excusa de barrer, Puccio vigilaba si llegaban a la calle los gritos y ruidos del sótano donde retenían a sus víctimas. El lugar era una habitación pequeña, escondida tras una cava donde Puccio atesoraba cerca de 500 botellas de vino. A los secuestrados les aseguraban que estaban en medio del campo, y para convencerlos habían dispuesto un fardo de heno y un ventilador que esparciera el aroma.
En su juventud, durante el segundo gobierno de Perón, Puccio había sido funcionario diplomático. Con los años, y ya abocado a su trabajo como contador, formó parte de la agrupación ultranacionalista, integrista y antisemita Tacuara, y también a la Triple A. Ni durante el juicio ni después reconoció su responsabilidad en los secuestros y las muertes; siempre sostuvo que él y sus hijos eran inocentes. Por su edad, al principio de la condena gozó de prisión domiciliaria, que le fue revocada cuando fue descubierto violándola.
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