Martes, 18 de junio de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › EN UN COMUNICADO, LA FISCALíA CONFIRMA QUE EL PORTERO DEL EDIFICIO SE AUTOINCRIMINó MIENTRAS DECLARABA COMO TESTIGO
Según la fiscal, la muerte de Angeles se produjo por los traumatismos ocasionados por la compactación en el camión recolector, como adelantó Página/12. También determinó que la niña nunca entró a su departamento y fue atacada en el hall.
Por Emilio Ruchansky
Para que el encargado del edificio donde vivía Angeles Rawson declarara como testigo, debió disponerse una orden de traslado por la fuerza pública. Tras entrevistarse con la fiscal y ser revisado por médicos por las marcas de los supuestos golpes que él decía haber recibido antes de declarar, a las 5.15 del sábado, el encargado pidió hablar con la fiscal y uno de sus secretarios. “Soy el responsable de lo de Ravignani 2360; fui yo. Mi señora no tuvo nada que ver”, dijo. La fiscal hizo consignar esto en un acta y dejó la instrucción a cargo del juez, a quien luego envió un pedido de indagatoria para el ahora imputado; éste, escribió la fiscal, le “habría causado la muerte” horas después de interceptarla en el hall. Es decir que Angeles nunca habría entrado a su casa. Esto sostiene la fiscalía, que ayer intentó aclarar los tantos, mediante un comunicado, respecto de la extensa noche del viernes pasado, que derivó en la detención del encargado Jorge Mangeri, al amanecer del otro día. Según fuentes del caso, el hombre afirmó luego que los motivos del ataque no eran sexuales.
El segundo comunicado de la fiscal Paula Asaro, divulgado ayer en el portal Fiscales.gob.ar, sostiene que la causa de muerte no fue el estrangulamiento (mal que), pese a los trascendidos sobre un seguro ahorcamiento, sino “traumatismos múltiples”, según el médico Héctor Konopka. La hipótesis de cómo recibió esos golpes lleva al camión de basura del Ceamse, que carga mecánicamente los contenedores, por lo que los empleados no tienen contacto con el contenido, y luego los compacta para depositarlos en la tolva vaciada finalmente en José León Suárez. No se menciona la hora del deceso en el comunicado de la fiscalía.
La autopsia determinó que los traumatismos “consistirían fundamentalmente en fractura de la clavícula derecha, fractura maxilar inferior, fractura de columna cervical y de base de cráneo”. En su pedido de indagatoria al encargado, enviado al juez Roberto Ponce, la fiscal explica que el imputado depositó a la víctima, aún con vida, en un contenedor “previo maniatarla de pies, manos y muslos, colocarle una bolsa plástica color verde en la cabeza e introducirla en una bolsa tipo consorcio de color negro”. El origen concreto de esas bolsas es una de las pruebas de peso contra el imputado y también fueron esgrimidas en el comunicado.
Asaro tuvo en cuenta el testimonio que dio la noche del viernes el imputado, “respecto al hecho de que él era una de las pocas personas que tenía acceso al sótano del edificio y que también trabajaba en el edificio situado enfrente de donde vivía la niña”. En este último, agrega el texto, se estaban haciendo arreglos y se sacaban escombros en bolsas negras más resistentes. “Esta particularidad indica que no sería extraño ver al encargado transportando bolsas de peso, como la que habría sido utilizada para descartar el cuerpo de la ofendida, parte de la cual fue secuestrada en el predio provincial del Ceamse alrededor del cadáver”, explicó Asaro.
Deshacerse de la joven de esta manera era posible, según la fiscal, porque además Mangeri conocía los horarios de recolección y “solía comprar mercadería en el supermercado Día de la avenida Santa Fe, entre Ravignani y Arévalo. “Este no es un dato menor”, sostuvo Asaro, ya que la “bolsa color verde” era de esta cadena de supermercados. Faltan resultados de estudios para saber si el acusado pudo haber transportado a su víctima en su auto (ver aparte), lo que podría explicar la aparición del cuaderno de comunicaciones (que estaba en el morral de la joven) en la avenida General Paz y Balbín. La fiscal sugiere que Mangeri “la habría depositado en un container de residuos de la zona”.
Antes de su autoincriminación, interrumpida por la propia fiscal para garantizar el derecho del encargado a un abogado defensor y declarar ante un juez, durante la revisión médica surgieron otros indicios que la fiscal considera relevantes. Mangeri denunció que había sido víctima de “apremios ilegales y de la privación ilegítima de la libertad”, tal como sus propios familiares expresaron públicamente en la puerta del edificio. Los médicos policiales dijeron que habría lesiones propinadas por la víctima al defenderse y otras autoproducidas “posiblemente para enmascarar aquellas que habría sufrido inicialmente con motivo del ataque”.
Según fuentes judiciales, hoy o mañana podría conocerse el resultado de los estudios realizados al material genético en las uñas de la joven de 16 años para establecer el verdadero origen de esas lesiones.
La escena del crimen no fue mencionada sino sugerida: podría ser el sótano revisado intensamente el mismo viernes de la truncada declaración del portero como testigo. Por los dichos de la empleada que trabajaba en la casa, quien afirmó que la joven no fue a su casa ese día, la fiscal concluyó que “fue atrapada en el lobby”, cuando regresaba de la clase de gimnasia, a las 9.50. De esta forma, la fiscal confirmó lo dicho una y otra vez por los familiares: Angeles no regresó a su casa, ubicada en la planta baja del edificio. Sólo llegó hasta el hall. El morral que utilizaba para ir a gimnasia –no encontrado aún– era distinto al que usaba para ir al colegio.
Los motivos de ataque y posterior asesinato son inciertos aún. Fuentes judiciales indicaron a Página/12 que Mangeri está acusado de ser “el autor del hecho, es distinto de decir que es el autor material porque eso supondría la actuación de un tercero, el autor intelectual”. Esto supone, en principio, que no hay cómplices ni instigadores. Por otra parte, el imputado se negó a declarar el sábado pasado, por consejo de su defensor oficial, luego de que éste “tuviera acceso al expediente”, confirmaron las fuentes mencionadas. Sin embargo, Mangeri dejó trascender que no había un motivo sexual para el hecho.
El comportamiento posterior al descubrimiento del cuerpo, el martes pasado, es fruto de un comentario de la fiscal en el pedido de indagatoria. “Resulta por demás extraña la actitud posterior asumida por Mangeri, en el sentido de no saludar a la familia de la víctima, a pesar de la trascendencia de la tragedia sufrida, y sobre todo cuando los conocía desde hacía 12 años a la fecha, amparándose en una enfermedad”. Según dijo al defenderlo ante la prensa, un colega de Mangeri que trabaja en la misma cuadra: “La última vez que lo vi fue el martes y lo vi descompuesto. Estaba engripado”. Lo mismo juraron sus familiares.
Sin embargo, el describir los entretelones de la detención, la fiscal consideró “injustificadas” las ausencias y negativas de Mangeri ante los requerimientos que ella le enviaba para que concurriera a declarar a la fiscalía.
Para preservar a la familia de la voracidad mediática, el Ministerio de Seguridad de la Nación puso a disposición un alojamiento fuera de la ciudad, planteo aceptado por aquellos familiares de la víctima que viven sobre la calle Ravignani, a metros de Santa Fe, en Palermo.
Un amigo del encargado Jorge Mangeri, único detenido por el homicidio de Angeles Rawson, aseguró ante los periodistas que el imputado le contó que había sufrido torturas y “aprietes” por parte de los ocupantes de un patrullero policial “viejo”. De acuerdo con el testimonio de Jorge García, portero de un edificio situado en Marcelo T. de Alvear al 900, los “aprietes” habrían ocurrido el viernes pasado, poco antes de la detención de Mangeri. “Tocaron el timbre, me dijo que era Jorge, lo atendí y se me tiró encima, estaba hecho una piltrafa”, afirmó García. Dijo que su amigo llegó a su casa “llorando” y “balbuceando”. Le contó que le habían hecho “de todo” y estimó que el acusado no hizo la denuncia ante la policía o la Justicia “por miedo”.
Mangeri le contó que se le paró al lado “un patrullero viejo” y sus ocupantes “le dijeron ‘Vení que te vamos a hacer declarar’”. García sostuvo que él personalmente le quitó la ropa a Mangeri y constató que tenía en el cuerpo “cortes y marcas de cigarrillos”. También tenía huellas en la cara que “parecían quemaduras alargadas, pero no de cigarrillo”. Según García, el imputado “estaba en un estado de shock” y gritaba para que no le avisaran a la policía.
García aseguró que, de todos modos, él llamó a la División Homicidios de la Federal, porque consideró que “no estaba seguro y tenía que estar protegido”. García dijo estar convencido de la inocencia de Mangeri. Por esa razón declaró ante los periodistas: “Quiero que encuentren al culpable y no que caiga un perejil. Me juego la vida de que no fue Jorge y si me equivoco se me viene el mundo abajo porque es un santo y creo que es incapaz de matar a una mosca”, concluyó el amigo del encargado detenido.
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