SOCIEDAD
Una incubadora para hacer crecer ideas tecnológicas innovadoras
El gobierno porteño inauguró un programa que ayudará a desarrollar empresas con base tecnológica que resulten rentables.
Los dioses crearon a los humanos, quienes se convirtieron en seres engreídos y desafiantes. Esta situación era inadmisible para los todopoderosos y por ello dieron vida a unos nuevos hombres (mucho más sumisos y con cabezas de ovejas) para que controlen el mundo. Los humanos ahora luchan por su supervivencia: ésta es la trama del primer videojuego argentino portátil que se desarrollará en la incubadora de empresas de base tecnológica de la ciudad (BAITEC), inaugurada ayer por el Gobierno porteño. Un identificador de la identidad mediante la voz y un laboratorio de análisis genético para mascotas son otros dos de los nueve proyectos seleccionados que recibirán el apoyo de la Secretaría de Desarrollo Económico para transformarlos en PYMES.
Desde ayer funciona en Ingeniero Huergo y San Juan, en San Telmo, la primera incubadora de empresas de base tecnológica del país: estudiantes, docentes, graduados e investigadores de universidades públicas y privadas comenzarán allí el desarrollo de nueve proyectos que, entre 143 presentados, ganaron en el 2001 el concurso del Programa Universitario de Estímulo a la Vocación Empresaria (PRUEVE), dependiente de la Dirección General de Tecnología y Diseño del gobierno porteño. Según contó el titular de la Dirección, Darío Caresani, “los proyectos fueron seleccionados por sus ideas innovadoras, su factibilidad técnica y su rentabilidad económica”.
El nuevo edificio, reciclado y decorado con cuadros de maquinarias diseñadas por Leonardo Da Vinci, tiene boxes para cada uno de los emprendimientos, una sala de reuniones y un hall central donde estarán las secretarias que asistirán a los jóvenes tecnológicos: “El objetivo es ayudar a crear una empresa y generar un círculo virtuoso entre el sector público y el privado”, señaló el jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, en la inauguración. Las nueve empresas incubadas reciben desde el año pasado asesoramiento técnico, capacitación y consultoría. Entre todas, recibieron una ayuda en subsidios de 217 mil pesos para comenzar a transitar el camino hacia la PYME.
“La gente nos mira raro cuando decimos que trabajamos en videojuegos”, contó Javier Otaegui, el coordinador del proyecto de desarrollo de un juego electrónico para Gameboy Advance de Nintendo, una de las consolas portátiles más vendidas del mundo. El equipo de trece personas, integrado por ilustradores, guionistas, músicos y programadores de entre 20 y 37 años, formó la empresa Sarabasa Entertainment: “Desde hace cinco meses que trabajamos en el desarrollo de un juego de aventuras. Es una historia mitológica en la que el jugador lucha contra los dioses que crearon a los humanos y ahora intentan reemplazarlos por hombres con cabezas de ovejas; los humanos se volvieron demasiado engreídos y desafiantes”, contó entusiasmado Javier, ingeniero en Informática del ITBA, desde su nueva oficina, decorada con una bandera argentina en la pared.
“Queremos tener un juego terminado de calidad y con elementos innovadores para venderlo en el exterior”, señala Eduardo Rodríguez Ortega, un programador de la UBA que en 1999 diseñó con el equipo de Sarabasa el juego bélico para PC “Malvinas 2032” (donde el objetivo es reconquistar las islas). Hace unos meses, Sarabasa terminó un programa de ajedrez encargado por una empresa estadounidense: las ganancias se reinvirtieron y, junto con el subsidio del gobierno porteño, reunieron los 70 mil pesos necesarios para que los hombres del Gameboy puedan desafiar a los dioses.
En el box contiguo está la empresa Seguridad Informática Biométrica, del físico Marcos Trevisan, de 31 años, y el ingeniero electrónico Juan Ignacio Trentalance, de 28. “Medimos las características biológicas de la voz para luego recomponer las cantidades anatómicas de cada aparato vocal y obtener la identidad de una persona”, explica Marcos, becado por el Conicet para sus estudios de doctorado. “Queremos implementar una radiografía del aparato vocal que funcione como una nueva forma de identificación de la identidad al igual que la huella digital o elanálisis de retina”, dice Juan Ignacio. Según los jóvenes, las empresas incubadas del BAITEC, “sirven para vincular a la comunidad académica argentina con la industria local e internacional”.
Alejandro Krimer, un químico especializado en ingeniería genética, se quedó sin empleo hace dos años. En un diario de distribución gratuita que repartían en el subte vio el aviso del concurso para la creación de empresas tecnológicas y en el 2001 presentó un proyecto junto a su cuñado, José Martínez (un contador que conducía un taxi), y el veterinario Jorge Artuso. Su propuesta fue seleccionada y ahora Alejandro, que tiene 41 años, es el coordinador de la empresa incubada Kam-Biotec: “Nuestro proyecto consiste en la realización de un test de enfermedades genéticas e infecciosas en mascotas. A través de una parte del ADN podemos saber, por ejemplo, si un perro está sano, enfermo o es portador de un virus”, explica.
Luego de la inauguración del edificio los incubados celebraban en sus boxes: todos habían desarrollado sus proyectos hace años, pero no tenían el presupuesto necesario para concretarlos. El brindis con vino blanco parecía confirmar el fin de un juego y el comienzo de uno nuevo.
Producción: Gabriel Entin.